lunes, 7 de agosto de 2006

Soñando el sueño cubano

¿Cómo es posible que un dirigente revolucionario como Fidel Castro no haya logrado retirarse del poder en vida? ¿Puede ser una persona la única garantía de una revolución?

¿Cómo se entiende que una revolución que ha despertado la solidaridad y la insurrección de una generación entera a nivel mundial --una revolución que ha creado los sistemas de salud y educación más avanzados en el tercer mundo-- no haya generado los mecanismos de su propia transformación?

¿Es imaginable que Fidel, después de 47 años en el poder absoluto, no puede entregar el timón a una nueva generación, a un pueblo educado en revolución, y que tiene que entregar el poder –así de centralizado como él lo manejó- a su hermano de apenas cinco años menos de edad?

Yo me hice revolucionario en los años sesenta. Las imágenes y las hazañas de Fidel, Che y Camilo me cambiaron la vida para siempre. Dejé de soñar con una carrera en la industria cultural para la cual me estaba preparando, porque los cubanos me habían despertado un sueño mucho más bello: el de la emancipación del hombre de la represión, de la ignorancia, de las limitaciones impuestas por el poder.

La revolución cubana correspondió a este sueño que compartimos toda una generación, no sólo en América Latina, sino en el mundo entero.

Millones de jóvenes trataron de cambiar el mundo, inspirados por el ejemplo cubano. Comenzó una “revolución cultural” a nivel mundial. Muchos sólo se acuerdan de la “revolución cultural” de Mao en China – la más publicitada, la más degenerada, la más fraudulenta. Pero mientras la “revolución cultural” en China --bajo la dirección de una nomenclatura comunista-- se convirtió en terror y genocidio, en otros continentes transformó las universidades, democratizó los sistemas educativos, la cultura, la relación entre los géneros, las relaciones interpersonales.
Nació una nueva izquierda en las aulas de la Sorbonne, de Berkley, de la Universidad Libre de Berlín, de la San Carlos de Guatemala, de la Universidad de El Salvador; en las fábricas de la Fiat en Torino, de la SEAT en Barcelona, de la Siemens en Berlín; en los barrios de Marseilles, Berlin, México y Sao Paulo; en las montañas de Bolivia, de Guatemala, de Nicaragua. La primera condición de estas izquierdas antiautoritarias para poder perseguir su ideal de la emancipación del hombre fue: emanciparse de las doctrinas, los engaños y las manipulaciones de los partidos comunistas.

Yo entiendo las dinámicas impuestas a Cuba por la permanente agresión norteamericana. Entiendo la necesidad de los revolucionarios cubanos a hacer un pacto con el diablo. Entiendo cómo de esta manera surgió la dependencia económica de la Unión Soviética. Pero, ¿era necesario adoptar el modelo político soviético? ¿Era necesario importar el autoritarismo soviético? ¿Era necesario empeñar la libertad de expresión y crear un partido comunista que controla todo? ¿Era necesario dejar de perseguir el sueño de la emancipación del hombre?
Tal vez sea ingenuo, pero sigo soñando que en Cuba, una vez que muera Fidel, colapse el aparato totalitario comunista y que quede con vida y agarre nueva fuerza una izquierda progresista, antiautoritaria, comprometida con el sueño de la emancipación del hombre, capaz de defender la revolución cubana contra los zopilotes de Miami, contra el revanchismo de Washington, pero también contra los burócratas comunistas (o poscomunistas).

Ojala que debajo de la superficie autoritaria haya quedado vivo el sueño cubano. Sólo una transición hacía la izquierda puede rescatar y defender los logros impresionantes de la revolución cubana en salud, educación, ciencias, cultura, autoestima....Porque los otros dos modelos de transición poscomunista son detestables y fatales: la transformación de las cúpulas tecnócratas partidarias en una nueva casta de capitalistas y mafiosos, como en Rusia. O la anexión al vecino capitalista, como en Alemania. En ambos casos no quedaría nada, absolutamente nada, de lo conquistado en generaciones. Deseo a los cubanos que sean capaces de una transición que los emancipe de la dictadura partidaria sin volverse colonia gringa.
Sólo queda un camino: la transición hacia la izquierda. Y para esto, los cubanos podrían contar, nuevamente, con la solidaridad de los millones que no hemos enterrado el sueño de la emancipación de los hombres.
(Publicado en El Faro)