lunes, 17 de julio de 2006

Una declaración necesaria no escrita

Este es el comunicado que nos hubiera gustado leer en estos días:

Los firmantes de los Acuerdos de Paz de 1992 que pusieron fin a la guerra que durante años enfrentó a salvadoreños con salvadoreños y que dio inicio a los procesos de desmilitarización, democratización y reconciliación de la sociedad salvadoreña, a raíz de los acontecimientos del 5 de julio nos sentimos obligados a hacer las siguientes aclaraciones:

1. Afirmar que dichos hechos han puesto en peligro la paz, rompiendo con los acuerdos por nosotros suscritos en 1992, es una ligereza sin fundamento e irresponsable. El proceso de paz firmado por nosotros a nombre de las partes beligerantes es irreversible porque expresó y sigue expresando la voluntad de toda la sociedad salvadoreña.

2. La democratización alcanzada a partir de la firma de la paz no está concluida, pero igualmente es irreversible, porque es resultado de un proceso serio y profundo de reflexión, moderación y maduración de todos los sectores de nuestro país. Los que no han querido participar en este proceso; los que se sienten excluidos, los que siguen soñando con soluciones violentas y no incluyentes a los problemas de la sociedad, van contra la historia pero no podrán detenerla.

3. Entre los firmantes de la paz no existe coincidencia sobre el grado de democratización alcanzado, mucho menos sobre el grado de justicia social alcanzado con las nuevas reglas pacíficas del juego puestas en vigencia en 1992. Algunos seguimos luchando por seguir reformando nuestra democracia para poder alcanzar más justicia y equidad social. Otros defendemos decididamente el modelo político y económico que ha tenido tanto éxito en los últimos años. Seguimos siendo adversarios políticos, pero nos comprometimos .a nombre nuestro, a nombre de las fuerzas beligerantes y a nombre de toda la sociedad- a dejar de ser enemigos y a dejar de usar las armas para fines políticos. Independiente de nuestras diferencias políticas, ideológicas o éticas, existe plena coincidencia entre los signatarios que ninguno que fuera el déficit en democracia y en justicia social que tengamos justifica volver a recurrir a la violencia política.

4. A 14 años de los Acuerdos de Paz que llevan nuestras firmas y con 14 años de práctica en democracia, divergencia, coincidencia, confrontación política y concertación, no existe ninguna razón de recurrir a las armas para alcanzar o para retener el poder, ni para promover o para evitar cambios económicos sociales.

5. Los firmantes de la paz de 1992 ya no somos los actores protagonistas de la política nacional. Sin embargo, nuestras firmas nos comprometen a cuidar la paz. Repetimos: La paz en El Salvador no está en peligro, pero hay quienes quieren jugar con ella. No sólo los que dispararon el 5 de julio, sino igualmente los que sostuvieron y toleraron e incluso utilizaron dentro de su contorno político grupos violentos. De la misma manera irresponsable juegan con la paz quienes, desde las esferas del poder, sólo esperan estas manifestaciones de violencia en la oposición para regresar a métodos de represión.

6. Estamos convencidos que los atentados contra la paz, por más violentos y condenables que sean, no logran poner en peligro la democratización del país sino más bien la profundizan. Muestra de ello es el hecho que por primera vez en nuestra historia la policía, en vez de intervenir la Universidad, esperan una orden judicial para allanarla; y el hecho que, también por primera vez, las autoridades universitarias, al existir una orden de juez, abren las puertas de la UES a la policía. Muestra de ello también es la manera mesurada en que la policía reaccionó al asesinato de dos de sus integrantes.

Los firmantes de los Acuerdos de Paz hacemos un llamado a toda la nación de no cansarse en defender la paz contra todas las tentaciones de aventurismo, de radicalismo, de frustración y de impaciencia.

En la ciudad de San Salvador, julio 2006.

Los firmantes de los Acuerdos de Chapultepec


PD: Los Acuerdos de Paz fueron suscritos el 16 de enero de 1992 en la Ciudad de México, por los representantes del gobierno de El Salvador: Oscar Santamaría, Juan Martínez Varela, Mauricio Ernesto Vargas, David Escobar Galindo, Abelardo Torres, Rafael Hernán Contreras; y por diez representantes del FMLN, dos de cada una de sus organizaciones integrantes: Schafik Hándal y Dagobierto Gutiérrez; Francisco Jovel y Nidia Díaz; Salvador Sánchez Cerén y Salvador Samayoa; Joaquín Villalobos y Ana Guadalupe Martínez; Eduardo Sancho y Roberto Cañas.

De los nueve dirigentes que firmaron la paz por el FMLN, nueve están vivos. Adivinen quienes de ellos no hubieran firmado esta declaración, ni otra parecida que los firmantes podrían haber publicado en estos días.

(Publicado en El Faro)

lunes, 10 de julio de 2006

Sin ambigüedades, por favor

Mucha gente, con las mejores intenciones, está haciendo llamados “a reflexionar sensatamente sobre esta incontenible espiral de violencia” (citado de un comunicado de la UES), refiriéndose a la muerte de dos agentes antimotines de la PNC a manos de un comando armado que actuó desde adentro de una manifestación y después se refugió en la Universidad de El Salvador.
Bueno, reflexionar siempre es bueno. Y sensatamente, mejor. Pero, ¿quién dice que esta violencia del 5 de julio es incontenible? Mucho cuidado con estas afirmaciones: Ni es incontenible ni es espiral. Los policías muertos no son resultado de una espiral de violencia, sino de una espiral de estupidez, confusión y ambigüedades.

El país está lleno de violencia, pero no existe ninguna espiral que lleve a ese tipo de violencia. La violencia del miércoles pasado es de voluntades. Nace de la voluntad y del cálculo político enfermizo de un grupo político que quiere crear una espiral, provocando reacciones como la toma violenta de la UES o la aprobación de las leyes antiterroristas, para después poder decir: Miren, vamos hacia una nueva dictadura.

Esta violencia que nos asustó a todos el 5 de julio es fácilmente contenible si aislamos, de manera radical, a los grupos que quieren revivir la lucha armada artificialmente, dejándolos sin retaguardia, sin escudo, sin escondite cómodo y seguro en la UES, en los movimientos de protesta, en el FMLN. Sin solidaridad. Sin comprensión. Sin consideración.

Si la violencia fuera resultado de una escalada de reales confrontaciones sociales, entonces sería difícil de contener. No estoy diciendo que no existe confrontación social. Existe y sigue nutriéndose de la situación económica y política del país. Pero no existe una confrontación que va en escalada, que agota sus canales de expresión, que se topa con represión y genera una espiral de violencia que lleva a acciones armadas como las del 5 de julio. La decisión de llevar fusiles a una manifestación y matar a policías no nace de las confrontaciones reales que hay en la sociedad. Si esto fuera el caso, habría que preocuparse.

Nadie tiene por qué hablar de “violencia incontenible”. Hay que contenerla, negándole a los grupos violentos que sigan utilizando la universidad y las protestas civiles para realizar sus sueños de una nueva lucha armada. Nadie tiene derecho de cobijarse detrás de la autonomía universitaria y detrás de las protestas populares para cometer delitos y aventuras político-militares.

Nadie tiene derecho a poner en peligro la universidad, sus estudiantes, su desarrollo académico para acciones armadas. Nadie tiene derecho de poner en peligro a los participantes de marchas de protesta infiltrándolas con armas. Nadie tiene derecho de robarle a la gente la posibilidad de manifestarse sin miedo a encontrase en fuego cruzado. Y nadie tiene el derecho de comprometer a todo un partido de oposición -cuya legalidad y presencia institucional ha costado sangre- para avanzar sueños trasnochados de la lucha armada. Si la comunidad universitaria, los movimientos sociales y los militantes del FMLN se niegan a ser instrumentalizados y violados, la violencia es fácilmente contenible.

Lastimosamente, tanto en la UES como en el movimiento social como en el FMLN hay sectores que piensan que pueden instrumentalizar a los grupos violentos para sus propios fines. Hay coincidencias ideológicas, hay relaciones de solidaridad y hay mucha ambigüedad. No estamos de acuerdo, pero no condenamos, no aislamos, no contenemos. Ambas actitudes –la de apoyo a los grupos armados y la de ambigüedad- están haciendo un terrible daño a la universidad, al movimiento social y al FMLN.

Detrás de la ambigüedad, o existe complicidad o una confusión política muy seria. En una crisis como la del 5 de julio, ¿a qué o quienes se percibe como atentando contra la universidad, contra el movimiento social y contra el FMLN? ¿A la policía o a los grupos autodenominados de izquierda que utilizan a una manifestación social y a la universidad para acciones armadas y para refugiarse?

¿Una crisis como la del 5 de julio, constituye la oportunidad para cerrar filas con todos que estén en contra la derecha (la represión, el modelo neoliberal, o como se quiere llamar al enemigo común) – o es la oportunidad para cerrar filas con todos que quieren defender lo conquistado con las Acuerdos de Paz, la desmilitarización y la incorporación de la izquierda al sistema político del país, contra cualquier aventura de violencia armada, provenga de donde provenga?

Estas interrogantes hay que discutir –en el seno de la UES, del movimiento social, del FMLN, de la izquierda en general- y sacar conclusiones claras, sin dejar lugar a ambigüedades.

Posdata (por si las dudas): ¿Si estoy de acuerdo con que la PNC ponga francotiradores en el techo de un hospital? ¿Si estoy de acuerdo con que la PNC, desde un helicóptero o desde otras posiciones, haya ametrallado al edificio de la rectoría de la UES? No, estoy en total desacuerdo. Pero esto no es el tema. El francotirador en el Bloom no ha disparado a nadie. Del helicóptero o desde donde sea que han disparado hacia la UES, nadie ha disparado a matar. Desde la manifestación sí. Por esto, para mi, la exigencia no es "Policías fuera de la universidad" sino "Una universidad sin armas y sin violencia".

¿Si estoy de acuerdo con la tesis de ARENA y del gobierno que los disparos del 5 de julio rompieron los Acuerdos de Paz? No. Por más que los autores de esta violencia armada quieren comprometer al FMLN, ellos no son signatarios de los Acuerdos de Paz. Sus disparos no son la prolongación de la lucha armada de los miles de combatientes del FMLN que depusieron sus armas respetando el cese al fuego firmado. La lucha armada del FMLN histórico terminó con los Acuerdos de Paz. Y no son excombatientes que vuelven a disparar a policías. Estas acciones armadas no son violaciones al cese de fuego ni a los Acuerdos de Paz, igual que no lo son las acciones armadas de las maras. No hay nada comparable entre la manera como en los años setenta nació la lucha armada como respuesta a un régimen que vía represión cerraba todos los espacios a la oposición no armada y la acción armada de hoy que nace de puro voluntarismo, sin legitimidad, sin contexto social, sin consideración ética.

Que existen sectores en el FMLN que tengan vínculos con estos nuevos grupos armados, no da pauta para hablar de un rompimiento de los Acuerdos ni para poner en duda la legalidad del FMLN como partido. Por lo menos no más que las vinculaciones que pueden tener sectores vinculados a ARENA con secuestradores, grupos de exterminio de delincuentes o con el crimen organizado. Cada uno va a pagar el costo político por sus malos amigos y sus ambigüedades. Pero la paz no está en juego.
(Publicado en El Faro)

lunes, 3 de julio de 2006

Un cuento hipotético

Primer paso: Se inaugura la Plaza Roberto D’Aubuisson en uno de los nuevos redondeles creados en lo que fue la Finca El Espino. Basado en un acuerdo del Concejo Municipal de Antiguo Cuscatlán, el partido ARENA erigió un monumento en homenaje a su fundador, inmortalizando en grandes placas de mármol las consignas con las cuales D’Aubuisson lanzó su campaña anticomunista: “El arma más poderosa de los hombres libres es el voto”, “Patria sí, comunismo no”, “Primero El Salvador, segundo El Salvador, tercero El Salvador” y “Presente por la Patria”. Faltaba el quizás más importante: “Haga patria, mate un cura…”

Tambien la Calle Pedregal de Merliot, que conduce de este redondel hacia el El Platillo, pasando por los nuevos centros comerciales Multiplaza, La Cascada y La Gran Vía, recibió el nombre de Mayor Roberto D’Aubuisson.

Bueno, por lo menos una parte de la Calle El Pedregal. Porque sobre la otra parte –la que pertenece al municipio de Santa Tecla- no tiene poder el COENA de Arena. Aquí gobierna el FMLN. O más bien: Oscar Ortiz. Antes de que el partido le pueda dar línea de cómo reaccionar a la plaza y la calle D’Aubuisson, Oscar inaugura, en el redondel conocido como El Platillo, la plaza Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Y la misma Calle Roberto D’Aubuisson, al cruzar el límite municipal e ideológico, se llama Calle Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

Víctima y victimario comparten una sola calle. Entre dos redondeles de Ciudad Merliot está suspendida, de manera sintética y simbólica, la historia contemporánea de los salvadoreños.

Los representantes del FMLN, por supuesto, protestan contra el hecho de que ahora una plaza pública lleve el nombre de quien ellos consideran el líder de los escuadrones de la muerte. A los derechistas, por supuesto, les disgusta el homenaje a quien consideran un traidor a la iglesia y la patria.

Uno que está en medio de los dos extremos (y de las dos plazas, con su Universidad Matías Delgado), el poeta David Escobar Galindo, declaró en agosto de 2006: “Conociendo a los dirigentes de nuestros dos partidos mayoritarios, hicieron los homenajes de mala fe. Son declaraciones de guerra. No se dan cuenta que han creado una milla de la reconciliación.”

Sin embargo, a esta altura no muchos eran tan visionarios como para llegar a esta conclusión. Más bien, se desató una especie de guerra de homenajes.

El FMLN hizo un análisis político-histórico y otro cartográfico. Detectaron que dos de los nuevos redondeles en El Espino, situados entre la Colonia San Benito y la flamante Plaza Mayor D’Aubuisson, forma parte del municipio de San Salvador, donde gobierna la doctora Violeta Menjívar. Bueno, digamos donde gobierna un Concejo Municipal compuesto por reconocidos líderes comunistas y otros que vienen de las FPL y de otros lados. En este concejo se generó un debate bien complicado: unos querían contrarrestar la Plaza D’Aubuisson con una Plaza Schafick Handal; otros dijeron: Si los areneros pueden hacerle un homenaje a los escuadrones de la muerte, dejémonos de pajas y pongamos una Plaza Comandante Marcial. Aprovechemos la coyuntura para rescatar a este líder histórico. Hubo quienes no estaban, para nada, de acuerdo con esta propuesta, y propusieron más bien una Plaza Comandante Ana María. Incluso hubo un cínico que dijo: ¿Por qué no los dos? Si ya han puesto a Monseñor a compartir una calle con su asesino, ¿por qué no podemos poner un monumento a Marcial en un redondel y otro a Ana María en el siguiente? Lo dijo medio en (mala) broma, pero parece que había rescatado la unidad. Y así resolvió el Concejo: A partir del 10 de octubre, aniversario de la fundación del FMLN, el primero de dos redondeles en El Espino se llamará Plaza Comandante Marcial y el segundo redondel Plaza Comandante Ana María. Nuevamente, víctima y victimario comparten una calle.

Obviamente, estas decisiones del FMLN y su alcaldía capitalina, tenían que provocar reacciones fuertes. Para no abusar del espacio de esta columna, las voy a resumir en una lista, en orden cronológico:

La cooperativa El Espino, dueña todavía de la parte de la finca declarada reserva forestal (no tomando en cuenta las 55 manzanas que necesitaba urgentemente el Club Campestre para ampliar su campo de golf que, de paso sea dicho llevará el nombre “Parque ecológico Hugo Barrera”), anuncian su decisión irrevocable de convertir el resto de los cafetales en otro parque ecológico, pero denominado “Parque Napoleón Duarte”, en homenaje al impulsor de la reforma agraria que los hizo dueños de estas tierras.

El ministro de Defensa, acompañado por el presidente de la República y la alcaldesa de Antigua Cuscatlán, anuncia que la Escuela Militar ubicada en la finca El Espino, será rebautizada en homenaje al máximo héroe de la Fuerza Armada en la guerra civil, Coronel Domingo Monterrosa.

En el mismo acto, la alcaldesa de Antiguo Cuscatlán, inaugura en frente de la Escuela Militar, un monumento en homenaje al coronel Monterrosa. Un invitado de honor, otro especialista en acciones de tierra arrasada, el excoronel Mauricio Staben, en su primera aparición pública en El Salvador después de la guerra, dijo: “Este lugar en frente de nuestra Escuela Militar estaba mal llamada Plaza de Naciones Unidas. Pero no son Naciones Unidas que han conservado aquí la libertad y la institución armada, sino hombres como Domingo Monterrosa.”

Un mes después, se inaugura en la vecina Santa Tecla, en frente de la Plaza Merliot, un monumento para las víctimas de la masacre de El Mozote. Para construirlo, trasladaron desde el Museo de la Revolución los restos del helicóptero en el que murió el autor de la masacre, el coronel Domingo Monterrosa.

Y así podría continuar la historia. Acción y reacción. Mi héroe, tu villano. La mitología de los males y los buenos.

Pero muchas veces la historia no toma el rumbo que han trazado sus protagonistas. Afortunadamente, en nuestro caso.

Diez años después, buses panorámicos circulan en toda la zona entre la Escalón, San Benito, El Espino, Merliot, Santa Elena y Santa Tecla, con turistas, pero también con alumnos de los colegios de todo el país. El tour que ofrecen, guiado por estudiantes bien formados en la historia de nuestro país, se llama “Tour de la Paz”. Cualquiera que se mete en esta aventura, organizada conjuntamente por el Museo de Historia Contemporánea, la Asociación de Historiadores y la Federación de Veteranos de la Guerra Civil, recibe un curso extensivo de la historia reciente del país. Los buses disponen de equipos audiovisuales. Mientras recorren las plazas y avenidas con sus monumentos, los visitantes van conociendo, en grabaciones de audio, slideshows y videos, a los protagonistas de nuestra historia. En las plazas y los parques que todavía se llaman como las hemos bautizado en esta historia, aparte de los monumentos existen pabellones con centros de documentación computarizados donde el visitante puede profundizar sus conocimientos sobre el conflicto, sus protagonistas, el contexto social y cultural de la guerra.Al fin, tuvo razón la hipotética posición de David Escobar Galindo. Lo que era una zona de disputa sobre quiénes eran los malos y quiénes los buenos de la historia, con el tiempo se convirtió en un distrito de reconciliación, donde caben todos, porque todos éramos parte de la historia.

Cuando uno, después de una guerra, sólo quiere ver monumentos de sus propios héroes, tiene que ganar la guerra. Coincidimos con Don David, el poeta y negociador, que la mayor suerte de El Salvador ha sido que nadie ganó la guerra. Siempre la historia es escrita por los vencedores. Cuando no hay vencedores, es más complicado, pero también hay más probabilidad de que al final haya menos mentiras, menos mitología, más verdad. Nuestra historia la tenemos que escribir entre todos.

(Publicado en El Faro)