lunes, 10 de mayo de 2004

Problemas de tránsito

El miércoles 28 de abril, tres microbuseros de la línea 41A fueron asesinados, dentro de sus vehículos y enfrente de sus pasajeros, en Soyapango. El mismo día, dos microbuses, de las líneas 42C y 46C respectivamente, fueron destruidos por participantes en protestas violentas convocadas por el Sindicato de Trabajadores del Seguro Social, en el centro de la capital.Un día negro para el gremio de los transportistas. No sólo para los transportistas, sino para el país. Un país en el que en el camino al trabajo corres el riesgo que te saquen a punta de pistola del autobús para quemarlo o para ejecutar al motorista, anda mal.

El día 30 de abril, el Viceministerio de Transporte, en un comunicado publicado en los periódicos, condena los ataques y exhorta a los transportistas "a continuar en su esfuerzo por brindarle a la población un servicio cómodo, seguro y moderno."

Perfecto. Muy considerado por parte del Viceministerio. Comparto la parte de condena del comunicado, aunque no me atrevería a hablar del servicio cómodo y seguro de microbuses. Junto al Viceministerio, estoy "preocupado por la seguridad de la población usuaria y de los empresarios transportistas". Este comentarista, igual que el Viceministerio, "condena las acciones violentas".

El único problema: el comunicado gubernamental se refiere exclusivamente a la destrucción de los dos vehículos. La muerte a punta de pistola de los tres microbuseros, ocurrida el mismo día, ni siquiera la menciona. ¿Son más importantes los buses que las vidas? ¿Es más condenable la destrucción de un bien que la destrucción de una vida? ¿O simplemente se explica la reacción (y la no-reacción) del viceministerio porque la quema de vehículos es un problema generalizado y los asesinatos son un hecho aislado? Obviamente, las tres respuestas son "no".

Vaya, van a decir algunos, otro escribano que defiende los actos violentos de los sindicalistas y estudiantes. Les tengo que defraudar. Como izquierdoso que soy, me caen mal los cobardes que a saber donde estaban cuando la única forma de romper el silencio era la toma de catedral y cuando podía costar la vida ocuparla, y quienes hoy heroicamente se toman catedral cuando, como escribió mi colega José Luis Sanz en La Prensa Gráfica, sólo tenían que haber convocado una conferencia de prensa para exponer su problema. Detesto a los pseudo-izquierdistas que se han olvidado que en las manifestaciones de verdad, cuando de verdad se trataba de exponer su vida defendiendo causas que valían la pena hacerlo, la presencia de los fotógrafos y camarógrafos era un seguro de vida, y quienes hoy se quitan sus frustraciones atacando a periodistas. Me recuerdo de una las caricaturas más geniales de Alecus: en el primer cuadro hay un camarógrafo filmando a un policía golpeando a un manifestante; en el segundo cuadro, hay un policía observando como el manifestante ataca al periodista. Antes y hoy.

De regreso al comunicado. Una obra insólita de oportunismo: condenar cuando conviene, y callar cuando no conviene o cuando condenar no tiene beneficio político. Resolver el problema de los microbuseros de la línea 41A, que está parcialmente paralizada por el miedo de los transportistas y los usuarios de quedar atrapados en medio de la guerra entre maras, requiere un poco más que publicar comunicados. Requiere enfrentar la triste verdad que la mano dura de Paco Flores no ha creado el clima de seguridad que prometió. Requiere toda una política de concertación y acción social que involucre a las comunidades, al gremio de transportistas, a la PNC y a las escuelas.

Más fácil publicar comunicados huecos, sobre todo cuando al mismo tiempo sirven para aprovechar los pasos torpes de la oposición política y del movimiento social. (Publicado en El Faro)