jueves, 13 de marzo de 2008

Laboratorio Venezuela

Tuve el privilegio de pasar tres semanas reporteando en Venezuela. Además el privilegio, casi insólito, que El Diario de Hoy me prestara, durante ocho días, las páginas que fueran necesarias para hacer una radiografía del conflicto entre el chavismo, que quiere perpetuarse en el poder, y una oposición que se prepara para derrotarlo.

Haciendo balance de esta experiencia, lo primero que me toca resaltar es el hecho que tuve absoluta libertad de escribir lo que yo quería. No sólo no hubo ninguna interferencia por parte de nadie del Diario, sino hubo apoyo incondicional sin ni siquiera preguntar qué temas iba a tratar y cómo los iba a enfocar.

La segunda conclusión también es de carácter profesional: Es indispensable para el periodista ir a ver las cosas desde cerca, sumergirse en la problemática, hablar con los protagonistas y dejarse sorprender por sus experiencias y enfoques. De otra manera, ni leyendo mil libros, no hubiera logrado entender que lo de Venezuela no es un conflicto entre derecha e izquierda, sino entre autoritarismo y democracia. Y que la oposición está ganando, precisamente porque en ella los sectores y conceptos democráticos y progresistas están prevaleciendo sobre la derecha reaccionaria, mientras dentro del chavismo es al revés: está volviéndose cada día más autoritario e intolerante, derrotando o expulsando las tendencias democráticas.

La derecha política venezolana, me dijo un viejo protagonista del sistema bipartidista de la hoy tan desprestigiada Cuarta República, ha perdido el derecho no sólo de gobernar, sino de participar en política. Y esto incluye a los dos partidos que durante la Cuarta República compartieron el poder. Por esto, los poderes fácticos de Venezuela, no menos dominantes y conservadores dentro del empresariado que en otras partes de América Latina, no tienen partido de derecha que los represente.

La otra fuerza que está encaminada a perder el derecho de gobernar es el populismo de Hugo Chávez, esta rara mezcla entre nacionalismo, militarismo y un socialismo que surge más del resentimiento social que de la voluntad revolucionaria de transformar la sociedad. El vacío que se está creando lo comienza a llenar una izquierda democrática conciente de que en Venezuela hay que hacer dos cosas: recuperar la institucionalidad democrática, y hacer un uso eficiente e incluyente de la riqueza petrolera con dos fines: erradicar la pobreza e impulsar el desarrollo productivo del país. "Sembrar el petróleo", el viejo y no resuelto reto de Venezuela.

La Venezuela de hoy es el laboratorio político de América Latina. Ya algunas recetas clásicas, tanto de la derecha como de la izquierda, han sido puestas a prueba en este laboratorio. Y fallaron. Falló el neoliberalismo que Carlos Andrés Pérez ejecutó, aplicando el famoso "consenso" de Washington. Está fallando de igual manera estrepitosamente el viejo socialismo del Estado aplicado por los socialistas del Siglo XXI. Y en lo político, falló una democracia que formalmente funcionó, pero que perdió toda legitimidad por los niveles de corrupción y por la exclusión fáctica de la ciudadanía de un sistema bipartidista donde todo el poder estaba pactado. Y está fallando ahora el intento de construir una "democracia popular", cuya sustancia participativa está siendo erosionada por el sistemático maltrato a la institucionalidad, las tentaciones autoritarias, la excesiva centralización del poder.

Los laboratorios son, supuestamente, para aprender. Comparar siempre es peligroso, pero no comparar es casi imposible. Lo voy a hacer con todas las reservas del caso. Veo en El Salvador una derecha que, si sigue aferrándose a sus viejos esquemas, corre también peligro de perder el derecho de gobernar. No sólo su capacidad de gobernar, sino su credibilidad y legitimidad.

Pero cuidado, que no se alegre a destiempo la izquierda salvadoreña. En Venezuela lo que cayó en los 80 no era un partido, cayó un sistema bipartidista. A lo mejor, en El Salvador, cuando la derecha pierda el derecho de gobernar, esto no signifique que lo gane el Frente. Siguiendo la lógica del laboratorio histórico Venezuela, lo que cae no es una fuerza, cae un sistema inoperante de fuerzas confrontadas. En el caso de El Salvador, lo que se está desgastando a lo mejor no es ARENA, sino el sistema de polarización ARENA-FMLN.

Que esto aún no es visible, ya que la polarización ARENA-FMLN parece estar celebrando nuevos triunfos, no significa nada. En Venezuela tampoco era visible la implosión del sistema AD-COPEI antes de que irrumpiera Chávez. Y hace un año, para la clase política venezolana apenas era visible la muerte cerebral de la derecha. Pero es hasta ahora que se comienza a ver que sin una derecha viva, tampoco tendrá vida el chavismo.

¿Y en El Salvador? A lo mejor la alternancia democrática no significa que el poder sea asumido por el otro polo del esquema de confrontación, sino la ruptura con este esquema...


(Publicado en El Diario de Hoy)