jueves, 21 de marzo de 2013

Columna transversal: ¿Quién define los temas del debate nacional?


El pleito sobre la Corte de Cuentas es la prolongación directa del otro que tuvimos el año pasado, cuando se estaban eligiendo magistrados de la Corte Suprema. El desfile de dirigentes del bloque gubernamental argumentando que nada tiene de malo que los magistrados de la Corte de Cuentas sigan siendo cuadros partidarios, demuestra que los conflictos de fondo no están resueltos por nada. Son dos: el carácter independiente y profesional de las instituciones como requisito indispensable para que puedan ejercer su papel de fiscalización del poder, y el carácter de la Sala de lo Constitucional como árbitro que tiene la última palabra y cuyas sentencias son obligatorias.

Ambos principios siguen cuestionados por los que actualmente sostienen el poder en nuestra República, o sea que controlan al Ejecutivo, tienen la mayoría de la Asamblea Legislativa, y quienes además lograron asumir el control administrativo de la Corte Suprema. El hecho que el año pasado los ciudadanos hayamos logrado defender la recién conquistada integridad e independencia de la Sala, no significa que es tiempo para relajarse. Ganamos una batalla, pero la guerra sigue, porque las fuerzas que defienden la sumisión de las instituciones al poder no han sido derrotadas. Ni siquiera han sido debilitadas.
Siempre hemos señalado que esto no es un conflicto ideológico, que corresponde a las demarcaciones de izquierda y derecha. Es un conflicto entre una sociedad civil crecientemente crítica, que ya no acepta los pactos partidarios repartiéndose el control de las instituciones y el margen de impunidad de sus actuaciones corruptas , y aquellas fuerzas políticas que se resisten a someterse al control institucional y ciudadano.
Los partidos, todos, han sido sujetos de muchas presiones y conflictos internos. Por una parte unas cúpulas que defienden las viejas prácticas de repartir instituciones y no permitir control ciudadano, por otra parte la sociedad, sobre todo los jóvenes y profesionales, exigiéndoles cambios. A ARENA, que durante décadas ha sido no sólo cómplice sino el principal arquitecto del manoseo a las instituciones, este conflicto lo agarró cuando estaba en una difícil transición ideológica y de liderazgo, simplemente no podía darse el lujo de no hacer caso a los reclamos de la clase media, los profesionales y los jóvenes. Así se explica que se recula de su actuación fatal en el conflicto sobre el 743 y llega a convertirse en el partido de defensa del real cambio que el país estaba viviendo: no el cambio de gobierno del 2009, sino el cambio en la Corte Suprema, donde surge una Sala Constitucional dispuesta a asumir la independencia de la justicia y abrir espacios a la reforma política que necesita el país.
Pero casi todos los demás partidos, independientemente de su orientación de izquierda o derecha, se unieron en un solo bloque conservador y reaccionario para defender la estructura autoritaria del poder. Es más, en este punto tanto la izquierda como la derecha se dividieron: ARENA se deshace de los elementos más corruptos, populistas y autoritarios de su historia, y muchas organizaciones y personalidades de la izquierda se separan del FMLN y su unen a las fuerzas que promueven la independencia de los poderes.
Pero ahora se acercan las elecciones presidenciales, con su fuerte tendencia a volver a consolidar los campos ideológicos, la vieja polarización derecha-izquierda. Con ciertos éxitos, por ejemplo en el caso de Oscar Ortiz, que dentro del FMLN había tomado una posición disidente, apoyando abiertamente a los magistrados de la Sala Constitucional. Una vez instalado como parte de la formula presidencial, Oscar Ortiz parece neutralizado. Se perdió un luchador por la institucionalidad.
¿Cómo es la correlación de fuerzas ahora? A nivel partidario, mal. Bueno, dos de las tres campañas presidenciales coinciden en su férrea oposición a un régimen de independencia de poderes, de rendición de cuentas, de contrapesos. En la batalla en la Asamblea sobre la Corte de Cuentas (y sobre casi todos los demás temas) estas dos fuerzas siguen operan juntas, desafiando la resolución de la Sala que inhabilita a magistrados con compromisos partidarios, dispuestos a usar su mayoría simple para instalar nuevamente una Corte de Cuentas controlada por este bloque de partidos.
Esta es una gran oportunidad para los sectores que promueven el paso definitivo a la independencia de las instituciones: tienen en sus manos conectarse con la ciudadanía y convertir este conflicto democracia-autoritarismo (o transparencia-corrupción, que es lo mismo) en el eje central del debate político de aquí a las elecciones. Si logran esto, el autoritarismo y la corrupción pueden ser derrotados. Si los populistas de izquierda y derecha logran poner en el centro del debate, de aquí a las elecciones, la pregunta de cuántos regalos el Estado va a hacer a los pobres, ellos ganan.
Entonces, el arte es definir los temas del debate nacional.
(El Diario de Hoy)