sábado, 22 de junio de 2013

Tercera carta de Oslo

Cuando ustedes lean esto, ya estaré de regreso en El Salvador. Cansado, luego de este viaje relámpago a participar, a invitación del gobierno de Noruega, en el Oslo Forum 2013 sobre la búsqueda de soluciones a conflictos violentos. Dos días largos de exposiciones, debates, controversias, reflexiones, intercambios con expertos de todo el mundo.

Habían invitado al embajador Adam Blackwell, de la Organización de Estados Americanos; al analista norteamericano Steven Dudley, de ‘Insight Crime’; y a mi, en mi calidad de miembro del Comité Técnico de Coordinación del Proceso de Reducción de la Violencia en El Salvador, para conocer y discutir el caso de El Salvador, donde una extraña tregua entre pandillas abrió la oportunidad histórica para construir un proceso de paz.
Bueno, esto es lo que yo les conté... La primera pregunta que tuve que enfrentar fue: Aquí en Oslo estamos discutiendo guerras internas, insurrecciones, conflictos bélicos de origen religioso, étnico o ideológico... ¿que tiene que ver con esto un problema de seguridad pública como sus pandillas criminales?
La mejor respuesta la dio una reconocida experta en justicia internacional: “Si en un país de 6 millones se mueren 4 mil personas cada año por homicidio, este país tiene un conflicto violento. Y si por intervención de mediadores, los principales generadores de esta violencia letal deciden desarmar esta escalada de violencia-represión-más violencia y logran durante 15 meses reducir la cantidad de asesinatos a la mitad, este país tiene un proceso de paz en pleno desarrollo. Bienvenidos a Oslo.”
Enfrentamos en Oslo las mismas dudas que existen en la sociedad salvadoreña. Pero también el mismo entusiasmo que se provoca cuando las personas se despojan de sus prejuicios y resentimientos y comienzan a ver el potencial de este proceso.
Me encontré a un padre jesuita que acaba de tener que huir de su país en plena guerra civil. La primera noche me declaró loco - con los mismos argumentos que en El Salvador me encuentro todos los días: “¿Cómo se atreven a dialogar con criminales, que no tienen ni siquiera una razón religiosa o política para matar?” Le dije: “¿Y tú prefieres que te maten acompañado de sermón sectario?” Se armó en ira y se fue...
Luego de nuestro Foro sobre la tregua de pandillas, retomamos la plática, y el padre me dijo: “Quisiera cambiar a los fanáticos religiosos e ideológicos, que todo el mundo reconoce como fuerza beligerante y hace cola para negociar con ellos, con tus pandilleros salvadoreños que matan sin causa y comienzan a entenderlo.”
Este mismo padre me contó que en Semana Santa del año 1980 visitó Roma. Quería alertar al papa de una masacre de 30 mil civiles cometida en su país. Nadie lo recibió. Nadie le hizo caso. Pero se encontró con tres mujeres salvadoreñas que andaban igual de desesperadas: querían pedir al papa que hablara en la misa de Semana Santa de monseñor Romero. E igual, Roma no les hizo caso. Terminaron orando juntos, en un monasterio de Roma, por la paz en sus dos países. El padre terminó su cuento diciéndome: “Hoy parece que tenemos un papa que sí hace caso a los que luchamos por la paz. Mando un abrazo a los salvadoreños, y un mensaje: Los que más sufrimos en este mundo de guerras, los que más sabemos apreciar al valor de la paz, estamos con ustedes. Vayan adelante, con paciencia, incluso con los escépticos. Si yo vine aquí escéptico, casi cínico, y ustedes terminaron dándome esperanza que en mi país no se ve.”
Mensaje transmitido. Gracias, padre. Paolo Lüers
(Más!/EDH)