sábado, 31 de agosto de 2013

Carta a los obispos católicos

Excelentísimos monseñores:
Ciento por ciento de acuerdo con la posición que ustedes asumen sobre el conflicto dentro de la Corte Suprema, mejor dicho: sobre el infame e ilegal ataque a la Sala de lo Constitucional por parte de otra Sala. Pero en total desacuerdo con la forma: la Conferencia Episcopal no tiene porqué entrar en el ring político, mucho menos cuando está tan contaminado por pleitos partidarios y electorales; ni tampoco le compete comportarse como si fuera una sala superior, tal vez divina, de Justicia...


Tengo años (más bien décadas) de escuchar con cierta confianza las declaraciones políticas que domingo por domingo emite algún representante de la Iglesia Católica en la conferencia de prensa luego de misa en caterdral. Entiendo perfectamente la situación histórica del país que llevó a monseñor Oscar Arnulfo Romero a tomar esta manera de pronunciarse políticamente. Tiempos extraordinarias exigen medidas extraordinarias, también de la Iglesia. No hubo libertad de expresión, no hubo debate nacional, y monseñor Romero hizo bien en usar el prestigio de la Iglesia para meterse en política. Su sucesor, monseñor Rivera y Damas, también hizo usó de este recurso durante toda la guerra - pero con mucha prudencia.

Lo que es necesario en tiempos extraordinarios, como la guerra o bajo dictaduras, puede ser peligroso en tiempos ‘normales’, cuando el destino de la nación ya no depende de la audacia de la Iglesia; cuando hay pluralidad de actores y opiniones y libertad de expresarlas. En la actual situación histórica, sí hay crisis institucional, pero líderes empresariales y juveniles, académicos y analista, ex-magistrados y ex-presidentes están en la arena corrigiendo la plana a partidos, gobernantes y a la misma Corte Suprema.

En esta situación, pronunciamientos como las que hicieron el arzobispo y luego la Conferencia Episcopal contra una de las dos salas en conflicto no ayudan en nada. Aunque sus posiciones son 100% correctas, su beligerancia no ayuda a crear un clima propocio para resolver la crisis. Y tampoco hace falta que la Conferencia Episcopal se erija como Sala divina de justicia. La iglesia tiene que emitir principios éticos y criterios de cordura, no sentencias jurídicas.


En este sentido, es un acto de prudencia y valor que monseñor Fabio Colindres no haya firmado el comunicado recién publicado. No habrá negado su firma porque no esté del lado de la institucionalidad democrática y de la independencia de la Sala de lo Constitucional, sino porque no está de acuerdo con la forma que sus homólogos siguen utilizando para intervenir en un pleito político, haciéndose parte beligerante. Bueno, conociéndolo, me imagino que es su posición es: de acuerdo con el contenido, opuesto a la forma.

A veces un error en la forma invalida el contenido.

Ojala que en la Iglesia reflexionen sobre su papel y su forma de intervenir. Ojala que haya una revisión crítica de las cátedras políticas y sentencias jurídicas que cada domingo se imiten en catedral. Ojala que la Iglesia encuentre la forma de asumir, sin sobresaltos, la firme defensa de principios morales y el liderazgo ético que necesita la sociedad.

Les mando un cordial saludo. Paolo Lüers
(Más!/EDH)