Muchos me han preguntado porqué sólo hablo de la renovación de ARENA y nunca de la del FMLN. Acepto esta crítica, pero la verdad es que no sé cómo entrar en este tema.
No percibo el debate interno, ni las
fisuras en su imagen de partido monolítico, que me permitieran opinar o
proponer sobre la renovación del FMLN. De parte de ARENA, se me han acercado
simpatizantes, militantes, donantes y dirigentes para hablarme de la necesidad
de renovación, de los obstáculos, de su preocupación de quedarse corto y caer
en el error de “too little, too late” (que yo mismo señalé frecuentemente). Por
esto resulta fácil entrar en el debate, aunque siempre con el riesgo de caer
mal.
Fui parte activa de los grandes debates
de la izquierda, desde adentro, cuando terminó la guerra y nos insertamos en la
nueva República constituida por los Acuerdos de Paz. Debates muy francos y
ricos de argumentos (y emociones) sobre en qué tipo de partido debería
transformarse la insurgencia y su base social: ¿Un partido de cuadros al estilo
leninista o un movimiento plural y abierto a la sociedad civil?
¿Revolucionarios, socialistas o socialdemócratas? Los resultados no me gustaron
y, como miles, salí de la militancia y busqué la inserción en la vida ciudadana
y profesional.
Participé, ya desde afuera y en el nuevo
siglo 20, de los debates entre los “renovadores” de Héctor Silva, Facundo Guardado,
y Oscar Ortiz - y los “revolucionarios-socialistas” dirigidos por Schafik Handal y Sánchez Cerén. Tampoco me
gustó el resultado: un partido monolítico, vertical, sin tendencias, sin pluralidad,
sin libre debate interno que se estableció con la salida de los renovadores,
socialdemócratas, reformistas y liberales del FMLN. Me distancié aun más,
cuando el nuevo FMLN abrazó como nuevo referente al populismo militarista de
Hugo Chávez – para mi una alianza fatal que dio al FMLN mucho dinero, pero le
hizo perder su alma emancipadora.
Ahora dirigentes como Medardo González,
quien dirige el partido FMLN, y José Luis Merino, quien dirige el
FMLN-ALBA SA de CV, hablan del “debate
sobre el socialismo” y del Congreso que para este fin han convocado para
octubre de este año. Siempre es bienvenido el debate. Pero no veo ni escucho
nada que me indique que este “debate sobre el socialismo” nazca de un proceso
de crítica, renovación y relevo de liderazgo al interior y en las bases del
Frente. No veo que articularse dentro del FMLN una nueva generación de izquierda
con ganas y valor de retar la generación de líderes que surgieron en los
conflictos de los 70 y en la guerra de los 80, con su retórica anti-imperialista,
anti-empresarial y su desprecio por la “democracia burguesa”, los principios
republicanos de la división de poderes y de la libertad individual.
A diferencia de mi amigo Salvador
Samayoa, a quien admiro por su paciencia, optimismo y comprensión para con ustedes,
no veo en el FMLN “una coexistencia entre dos visiones”: una democrática y una
autoritaria; una comprometida con la construcción de una sociedad más justa y
democrática, otra con convertirse en una “nueva oligarquía”. No veo estas dos visiones
enfrentadas, no veo este debate – por esto me cuesta imaginarme el Congreso
convocado por la cúpula como método para resolverlo. Escribe Samayoa en su
columna del miércoles pasado: “El problema no es la contradicción, sino la
falta de resolución”. Yo soy más pesimista: El problema es la falta de
contradicción, o la falta de espacio para que las contradicciones se pueden
expresar.
Sería
una enorme satisfacción si ustedes me comprobaran que estoy equivocado.
Saludos,
(Mas!/El Diario de Hoy)