jueves, 5 de noviembre de 2015

Tregua no, diálogo sí

El otro día un amigo (que siempre ha sido muy escéptico de la tregua y crítico de mi participación en ella) me preguntó: Luego de toda la sangre que ha corrido este año, ¿vos creés que una nueva tregua sería posible para otra vez bajar los niveles de violencia? Porque ya no veo otra posibilidad… ¿O será que todos los puentes están quemados, ahora que incluso Raúl Mijango tiró la toalla y predice 5 o incluso 10 años de matanzas? (vea su entrevista en El Faro)


Sin pensar mucho, le contesté: Tregua no, diálogo sí. Primero, una nueva tregua no me parece factible, porque la opinión pública no la permite, luego de que el gobierno, de el FMLN, el fiscal general, los medios y también la derecha se han dedicado a culpar la tregua del 2012/2013 (y no su rompimiento por parte del gobierno y del FMLN) por el aumento de la violencia en 2014/2015.
Segundo: Incluso si fuera factible, una nueva tregua ya no sería la solución al problema. Ya no estamos en el año 2011/2012, cuando el motor de la violencia era la guerra entre la MS y la 18. En aquel entonces, si uno quería parar la escalada de la violencia y crear una situación más calmada en los barrios para poder entrar con programas de prevención e inversión social, tenía todo el sentido del mundo gestionar una tregua entre las pandillas. Esto se hizo en marzo del 2012 y tuvo éxito durante los 15 meses que el gobierno de Funes lo permitió.
Hoy, como resultado del cambio radical de las políticas de seguridad, apostando todo al enfrentamiento, el motor de la violencia ya no es el conflicto entre las pandillas, sino el conflicto entre el Estado y todas las pandillas. Ya no depende de la relación entre MS y 18 si el próximo mes va a terminar con 500, con 700 o con 900 homicidios, sino depende de las decisiones estratégicas-políticas del gobierno y tácticas-operativas de los aparatos de Seguridad e Inteligencia. Y obviamente también depende de las decisiones que toman los nuevos jefes de las pandillas, que asumieron el mando después de que el liderazgo de la tregua fue neutralizado y aislado en el penal de Zacatecoluca.
En el 2012/13, las ranflas históricas de las diferentes pandillas, que por decisión del gobierno Funes en marzo 2012 pudieron retomar el mando y control de sus estructuras nacionales para implementar la tregua, se convirtieron en interlocutores difíciles, pero sorprendentemente racionales y congruentes para los mediadores. En permanente discusión con ellos (y entre ellos) se logró llegar a acuerdos que efectivamente redujeron el grado de conflictividad entre las pandillas, pero también entre pandillas y población y con las autoridades. Estos éxitos parciales (pero concretos y sorprendentemente sólidos) fueron posibles por una razón: este grupo de jefes históricos de las pandillas discutió los problemas del presente con una visión de futuro, que de una manera tal vez no muy clara y concreta, pero suficiente fuerte vislumbraba una superación de la violencia y una inserción en la sociedad productiva del país. Por muy difusa que esta visión hay sido, es por ella que se logró avanzar en lo concreto y cotidiano, incluso, en algunos lugares, reduciendo la extorsión.
Resulta absurdo que el único lugar en el mundo de las pandillas, donde esta visión de alguna manera ha sobrevivido, es en las celdas subterráneas de máxima seguridad de “Zacatraz”, donde el gobierno ha concentrado, bajo estrictas medidas de aislamiento a todos los protagonistas del proceso de la tregua. Este aislamiento incluso raya con ilegalidad: Durante los meses de agosto, septiembre y buena parte de octubre del 2015 el gobierno no les permitió a los internos en Zacatecoluca ni siquiera las visitas de sus abogados y de los delegados de la Cruz Roja Internacional.
Los pandilleros que hoy han tomado el control y el mando en las cárceles regulares y en los barrios, en su gran mayoría, o nunca compartieron esta visión que llevó a la tregua, o hoy la consideran fracasada en una situación que perciben como “de guerra”. Con un gobierno que les declaró la guerra sin cuartel, a estos cabecillas mucho más jóvenes, inexpertos y radicales les cuesta mantener viva la visión de que hay que construir una salida alternativa a la escalada de violencia. Ellos toman todos los días decisiones que igual que las del gobierno y de la PNC abonan a más violencia.
Y del lado del Estado, ¿quién toma la decisiones? Todo indica que las reales decisiones que inciden sobre vida o muerte (estas decisiones de las cuales depende si vamos a cerrar un mes con 900 muertos o “solamente” con 600) no las toman los funcionarios que están sujetos a debate y escrutinio público. No parece que las toma el ministro de Seguridad Benito Lara o el Comisionada Presidencial de Seguridad Hato Hasbún – y mucho menos el presidente. Mucho indica que estas decisiones se toman en cuartos cerrados y aislados de las estructuras de inteligencia, mezcladas con líneas de mando partidarios. Estas dos líneas se cruzan en personas como Manuel Melgar, el ex ministro de Seguridad de Funes y ahora secretario privado del presidente, o Eduardo Linares, el ex jefe de Inteligencia de Funes y actual gobernador de San Salvador.
Entonces, le dije a mi amigo: Incluso si se pudiera, ¿entre quiénes habrá que gestionar una tregua? ¿Entre estos operadores ocultos del gobierno del FMLN y los liderazgos atomizados y ahora mucho más anárquicos que las pandillas? Difícil de imaginar. Y tampoco me puedo imaginar quienes podrían mediar entre estos dos mundos, luego de que el gobierno ha puesto casi al margen de la ley a todos los que estuvimos actuando como mediadores…
-Por la gran p…, me dijo mi amigo, entonces no hay nada que hacer, solo seguir matándonos… o mejor irnos al carajo.
No sé. La verdad es que no sé. Hay que tratar de retomar el diálogo, aunque no sé de qué forma – pero debe haber una forma. Me gustaría ir a Zacatraz y encarar a los cabecillas ahí recluidos, para sondear si hay hilos que todavía se podrían retomar para tejer un nuevo diálogo. Lo haría mañana, y sé que alguien como monseñor Fabio Colindres y otras personalidades gran prestigio me acompañaran. Pero el gobierno no lo va a permitir. Ni siquiera permite el intento, el sondeo. Mucho menos, si el sondeo fuera positivo, permitiría que gente como el “Diablito”, el “Sirra”, el “Muerto de Las Palmas” o el “Chino 3 Colas” nuevamente tomaran iniciativas para intervenir en las decisiones y actitudes de sus pandillas. Si para el gobierno su gran logro es haberlos aislado y neutralizado – en esto existe una extraña coincidencia con la política de los gobiernos de ARENA, que también estaban convencidos que por más aislados y jodidos tenían a estos líderes, menos peligrosos se harían las pandillas. Esto fue mentira cuando lo dijeron René Figueroa y Rodrigo Ávila, y es mentira ahora que lo dicen Hato Hasbún o Benito Lara.
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