sábado, 30 de septiembre de 2023

Carta a las niñas de 13 años y sus madres: Hay un nuevo monstruo suelto. De Paolo Luers

  

"Lo de Mizata no es un hecho aislado. Este es un patrón ya común. Una nueva forma de delincuencia. Un nuevo monstruo suelto en las calles. Un monstruo creado por el régimen de excepción que dura ya 19 meses y se ha hecho la nueva ley."

El audio: ABUSOS.mp3

Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 30 septiembre 2023

Chicas:

Ustedes mejor que nadie saben que el caso de la muchacha de 13 años violada en Mizata por un soldado no es un caso aislado. Ella fue obligada a dejarse violar bajo la amenaza de que si no se dejaba, iban a mandar a ella y a sus amigos detener bajo el régimen de excepción. Este es un patrón ya común. Una nueva forma de delincuencia. Un nuevo monstruo suelto en las calles. Un monstruo creado por el régimen de excepción que dura ya 19 meses y se ha hecho la nueva ley.

El caso de Mizata ha hecho ruido en las redes sociales y los medios de comunicación, porque es el colmo de desfachatez: el soldado violador y sus camaradas cómplices actuaron a plena luz del día, y al solo terminar su crimen fueron recogidos. No por una patrulla policial, sino por un vehículo oficial de la alcaldía de Teotepeque.

Pero ahí no terminó la desfachatez, esta vez por parte de las altas autoridades militares. Por seis días, durante los cuales ya todo el país sabía del hecho, lo condenaba y exigía justicia, la Fuerza Armada se negó a entregar a los 6 efectivos involucrados. ¿Qué significa esto? Significa que a la fiscalía y al gobierno le costó seis días para obligar a la institución armada a entregar al violador y sus cómplices a la justicia.

¿De dónde nace la desfachatez? De la impunidad. Del hecho que "la autoridad" armada se siente inmune.

Esta es la esencia del asunto: el régimen de excepción ha dado un poder a los uniformados, como no lo han tenido desde tiempos de los regímenes militares y la guerra. Y esto en todo los niveles: en el nivel superior, para el cual ya no es normal aceptar que los uniformados no están encima de la ley y que, al cometer un delito, tienen que responder ante la justicia como cualquier ciudadano civil. Y en el nivel base, los soldados que andan patrullando día y noche en los pueblos, cantones y caseríos del país, piensan que el estado de excepción les ha dado un poder ilimitado. Pueden detener a quien quieren, bajo el pretexto que sea. Pueden amenazar a cualquiera con ser detenido y desaparecer por meses o años en un penal. Pueden usar estas amenazas para extorsionar a los civiles y obligarlos a darles comida, dinero o una muchacha para violarla.

El gran problema es que este poder no está regulado, sus límites no son claramente definidos y nadie controla que no sea usado arbitrariamente o para cometer delitos.

Esta es la nueva situación luego de 19 meses de estado de excepción y 70 mil detenidos.  Las pandillas se han replegado o han sido reducidas a un mínimo, quién sabe, pero ya no son quienes ejercen el poder arbitrario de amenazar, extorsionar, violar y matar. La gente respira, pensando que ahora hay tranquilidad, paz, seguridad en sus vecindarios. Pero de repente se dan cuenta de que hay otro monstruo suelto, uno nuevo, uno uniformado, uno representando "la autoridad", uno que para muchos resulta difícil o imposible denunciar ante las autoridades, porque el monstruo es la autoridad.

¿Cuántos casos de abuso sexual y violaciones de menores habrá habido, cometido por soldados o policías, que nadie se ha atrevido denunciar, porque siempre existe la amenaza que te llevan detenido, a ti o a tu familiar si abres la boca? 

¿Cómo confiar en las autoridades militares o policiales, si el caso Mizata mostró que están renuentes a perseguir los abusos que cometen sus efectivos?

Obviamente, la mayoría de los policías y soldados no son violadores ni criminales. Pero el estado de excepción da rienda suelta a los malos.

Hay un nuevo cáncer que acecha al país -los abusos de militares y policías contra los civiles- que tiene por causa el estado de excepción permanente. Si el país quiere combatir este cáncer, tiene que suspender el estado de excepción y volver a amarrar a sus bestias. Amarrarlas a la ley. Porque lo irónico es que muchos piensan que con el régimen al fin el Estado hace prevalecer la ley – y es lo contrario: crean un Estado sin ley, de gente armada con poderes ilimitados.

De una vez por todas: Pidamos todos que levanten el estado de excepción, que devuelvan a la gente sus derechos y que quiten a los uniformados el derecho de abusar.

Mientras tanto, tengan mucho cuidado, muchachas. Y el valor de denunciar cualquier abuso.

Saludos, 





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