martes, 12 de noviembre de 2024

Carta dedicada a los caídos en combate: Nadie debe ser olvidado . De Paolo Luers (+ capitulo 8 del libro 'Doble Cara'')

  

"En El Salvador no existe el remembrance day. Debería existir. Sobre todo ahora, cuando el gobierno trata de enlodar o borrar todo la memoria a la guerra. Los exsoldados y los exguerrilleros, juntos, deberían organizar su Día de Recuerdo - en el pleno centro de la capital, para honrar a sus muertos caídos en combate."

El audio en la voz del autor: los-caidos-en-combate.mp3

    Publicado en MAS!  EL DIARIO DE HOY, martes 12 noviembre 2024

El día que escribo esta carta es el 11 de noviembre. Siempre será, para mi, remembrance day. Se celebra en todo el mundo. Día de recuerdo. Tiene un especial sentido para quienes han estado peleando en una guerra. Para ellos, se trata de recordar a sus camaradas caídos. La fecha se deriva del 11 de noviembre del año 1919, cuando a las 11 horas entró en vigencia el cese al fuego que dio fin a la Primera Guerra Mundial. 40 millones de civiles y militares habían muerto.

 

Para otros, es el Día de Veteranos. Pero para mi, siempre será el día para honrar a los caídos. A todos. 

 

Lo celebro desde el 11 de noviembre del año 2000. Mi amigo, el fotógrafo Raúl Otero, veterano de la guerra in Vietnam, había organizado que en La Ventana nos reuniéramos varios veteranos: un exoficial de la Fuerza Armada; dos exmiembros de Fuerzas Especiales británicas, desplegados en El Salvador para revisar el trabajo de desactivar las minas que dejó la guerra civil; mi amigo David Evans, exmarine, que perdió sus dos piernas en Vietnam y luego se convirtió en especialista de prótesis y viajo por el mundo para poner piernas o brazos a lisiados de guerra: en Vietnam, en El Salvador, en África; y un exguerrillero...

 

Nos sentamos en una de las mesas de La Ventana, alrededor de una botella de whisky. Uno se levantó, dijo el nombre de un camarada caído - y un par de palabras en su honor. Todos se pusieron de pie, levantaron y vaciaron sus copas. Le tocóal siguiente. Varias rondas, cado uno invocando la imagen de sus caídos. Los dos militares británicos cantaron el song Last Post: “Come home! Come home! The last post is sounding for you. A casa! A casa! Tu última orden te llama...” Silencio en todas la mesas de La Ventana. Algunos parroquianos se pusieron de pie...

 

Yo conté la historia de Jimmy, originario de Río Seco en Morazán, a quien le mataron a varios familiares, así que se hizo guerrillero y terminó como jefe de pelotón de las Fuerzas Especiales de la Brigada Rafael Arce Zablah BRAZ; también la historia de Cirilo, comandante de la BRAZ en Occidente, quien se montó en un bus para ir a San Salvador a una reunión de planificación de la ofensiva de noviembre 1989. Fueron parados en un retén, en el cual los soldados estaban acompañados de un desertor de la unidad de Cirilo. Trataron de capturarlo, no se rindió, sacó su pistola y murióacribillado.

 

David contó sobre el camarada que se quedó con él cuando estaba malherido y recibió un balazo fatal poco antes de que viniera el helicóptero de rescate. Raúl contó de su mejor amigo, quien en su últimos minutos le contó sobre el amor a su novia. El oficial salvadoreño contó la historia de su radista, a quién eliminó un francotirador en la orilla de río Torola. Los dos británicos -uno escocés, el otro inglés-,hablaron de The Troubles, el conflicto en Irlanda del Norte, adonde fueron mandados para aplastar la rebelión de los republicanos irlandeses. Cuando le tocó a Paul, no contó sobre ningún camarada caído, sino de los últimos segundos de un muchacho irlandés, quién se enfrentó a él y su tanqueta con una pistola. “Le vi en los ojos. Lo maté. Fue el tipo más valiente que he encontrado en la vida. ¡Qué viva, young Paddy!” 

 

Después, quedamos toda la noche sentados alrededor de esta mesa, hablando de la mierda que es la guerra. Yo dije: “Hoy es otro aniversario. Hoy hace 11 años murieron cientos de guerrilleros y soldados, cuando comenzó la ofensiva de noviembre 1989”. Otra vez, todos nos levantamos y nos echamos otro trago. Luego otros para los padres jesuitas. Ya se pueden imaginar cómo llegué a la casa: borracho - y muy reflexivo... 

 

Desde entonces, cada 11 de noviembre, aunque esté solo, me echo un trago en honor de los muertos en combate. Tengo muchos. Y siempre cuando estoy con otros excompañeros, hablamos de ellos, los muertos, aunque no sea el 11 de noviembre.

 

En El Salvador no existe el remembrance day. Debería existir. Sobre todo ahora, cuando el gobierno trata de enlodar o borrar todo la memoria a la guerra. Los exsoldados y los exguerrilleros, juntos, deberían organizar su Día de Recuerdo - en el pleno centro de la capital, para honrar a sus muertos caídos en combate.

Nadie debe ser olvidado. Saludos, 




Doble Cara ahora está agotado en las librerías de la  UCA, en el campus y en Cascadas/Soho. Pero será disponible en breve. También lo pueden pedir Amazon.com, o desde México en amazon.com.mx

Ahora puede leer el libro, en tres entregas cada semana, en este blog. Disfrútenlo.




Capítulo 8: A Morazán (1981)

 

El contacto es en una farmacia en San Miguel, en la Roosevelt. Hemos llegado en carro, con Harry y un colega que nos hace el favor de movilizarnos en su vehículo, primero a San Miguel, luego a un punto en la Ruta Militar, donde nos recogerán los compas.

Entro a la farmacia, pregunto por el dueño y me identifico con la frase clave. El hombre me dice: “Van a ir dos personas más. Pasen aquí en 1 hora, y los llevaré a la casa donde están esperándoles.” 

Mientras vamos a comer en frente de la Tercera Brigada, en el restaurante del Chino Milian, escuchamos un noticiero radial: “Iglesia Católica denuncia desaparición del padre Maryknoll Roy Bourgeois en San Salvador. Salió del Hotel Camino Real para hacer compras en Metrocentro, y nunca regresó al hotel.”


Roy Bourgeois, padre Maryknoll, detenido en Fort Benning

Harry me cuenta quién es el padre, se ha reunido con él en el Camino Real. “Es un padre activista. Se hizo famoso cuando se infiltró en Fort Benning, uniformado como coronel, reunió a los miembros de uno de los batallones especiales salvadoreños en entrenamiento en ese cuartel, y les dio un discurso citando a monseñor Romero. Fue uno de tantos arrestos de Roy Bourgeois por ‘desobediencia civil.’”

“¿Y qué diablos está haciendo en El Salvador? Lo van a matar…”

“Bueno, me dijo que quería ir a Morazán, para difundir su mensaje a los soldados salvadoreños por la Venceremos…

“¡Shit! Tengo un presentimiento...”


Roy Bourgeois


Cuando llegamos a la casa donde nos están esperando los dos compañeros de viaje, se me confirma la sospecha: Uno de ellos es Roy Bourgeois, el padre gringo desaparecido. El otro es un muchacho flaco, pálido, muy callado, quien se presenta como Roger. Harry y yo decimos que no podemos llevar a Roy, que es un error político permitir que todo el mundo denuncie su desaparición, culpando al gobierno, mientras ande con la guerrilla. Yo estoy furioso: “¿Quién putas lo mandó aquí? ¿Quién lo autorizó, sin decirme nada?”

Roger dice: “Yo recibí instrucciones de llevarlo a la Venceremos. Y así lo haremos.” 

“Disculpe, ¿y quién sos vos?” Resulta que es Roger, Blandino Nerio, recién liberado luego de más de un año de preso político.

“Hombres, estamos poniendo en riesgo no solo a Roy, lo van a fregar a su regreso, también a Harry y a mí, si saben que anduvimos juntos. Y para la Iglesia será un gran escándalo. Tiene que regresar a San Salvador. Puede ir en el carro en el cual llegamos.”

El contacto dice: “Pónganse de acuerdo. Tenemos que irnos ahora, si no perdemos la cita en Río Seco.”


Roger Blandino Nerio

Bueno, Roger es el cuadro político. Él decide. Me cayó mal desde el primer día de conocerlo. Entonces, nos vamos a Morazán. Con Roy Bourgeois, sabiendo que es un error. Harry está preocupado, considera incluso regresar, pero tiene meses de querer entrar al frente. Nos montamos en el carro y vamos en dirección a Gotera.

 

Pasamos por la antena en el kilómetro 18. Esta vez no hay ningún retén. No agarramos el desvío a Gotera, sino seguimos la Ruta Militar en dirección a Santa Rosa de Lima. Ya está oscureciendo. En una curva el contacto dice al motorista: “Luego del puente, dobla a la izquierda. Los tres cheles y Roger se van a bajar, ahí los están esperando, y nosotros salimos inmediatamente de regreso a San Miguel.” El carro para, vemos unas señales de lámpara, bajamos las mochilas, el carro retrocede y desaparece. Caminamos unos 50 metros, y detrás de una casa están los compas. Sólo un susurro: “Vámonos ya, compas. Rápido. Que nadie hable.” 

Y comienza la marcha. Mi primera columna guerrillera. 

Caminamos rápido por un camino vecinal, pasando por algunas casas. Alejándonos de la carretera ya no hay más casas. Nadie habla. Nadie alumbra. Nos encontramos con dos compas más, de repente todos tienen fusiles que no andaban cuando nos encontramos. Luego de una hora, cruzamos la carretera que conduce a San Francisco Gotera. Cruzamos uno por uno, corriendo. Llegamos a un caserío, entramos a una casa, y al fin se puede hablar. Estamos en un cantón llamado Río Seco. El líder de la escuadra se llama Jimmy, un tipo de tal vez 20 años que camina como gato. Nadie nos explica que él es el jefe, no hace falta, se nota en la manera como todos se relacionan con él. Le dicen El Gato, y tiene por misión llevarnos al campamento en el cerro Cacahuatique.


Jimmy, 1981

“Vamos a esperar a unos compas aquí. Luego vamos a comenzar a subir al cerro. Tenemos que llegar antes de que amanezca, hay partes donde no se puede caminar de día, no hay ejército, pero sí hay orejas. Así que descansen ahora, luego no habrá tiempo.”

Nadie de nosotros está preparado para esta marcha. Roger, recién salido de la cárcel, está en las peores condiciones. Los tres gringos tampoco estamos entrenados, ni acostumbrados a caminar en lo oscuro en terreno quebrado. Es una marcha brutal, siempre cuesta arriba, malos caminos. Jimmy nos concede breves descansos, pero insiste en que hay que seguir subiendo, porque no hemos pasado la parte peligrosa. Llego a un estado de cansancio físico combinado con desesperación. Roger, Harry y Roy igual. Odio este cerro. Comienzo a putear en alemán cada vez que me tropiezo con una piedra. La vista me juega chistes, ya no puedo distinguir si el terreno a la par es inclinado para abajo o para arriba, es una especie de mareo.


El cerro Cacahuatique

Jimmy aparece a la par mía, y para distraerme comienza a contarme su historia. Es de Río Seco, tiene varios años de miliciano, combatiendo a los paramilitares. En la ofensiva le tocó el ataque a Gotera, y luego se quedó a tiempo completo en los campamentos. Me cuenta cómo en Río Seco han matado a los primeros que se organizaron en las comunidades eclesiales de base, leyendo la biblia, hablando de justicia, discutiendo las homilías de Romero, organizando a los campesinos. Su terapia funciona: entro en un ritmo de marcha donde todo es automático, dejo de pensar en cómo me duelen los pies, la espalda, el alma…

Otra vez se decreta silencio total. Pasamos cerca de unas casas donde viven ‘los contrarios’. Una media hora después, podemos descansar. Falta bastante, pero hemos pasado la parte crítica. Duermo inmediatamente, en el lugar donde me siento a la orilla del camino. Ni siento las piedras.

Llegamos a una casa, donde tocamos. Nos están esperando con unas tortillas, queso, y el café más delicioso del mundo. “Son colaboradores. Sus hijos están en La Guacamaya...” 

Cuando llegamos al campamento en el Cacahuatique, ya es de día. Un montón de champas, cubiertas por árboles, una casa medio destruida, que sirve de cocina. Otra vez nos dan café y tortillas con queso. “Bienvenidos a Morazán,” dice la cocinera. Luego de dormir unas dos horas, escucho a Jimmy: “Compa, vámonos al puesto de mando. Quieren hablar con ustedes.”

Me levanto y no puedo caminar. Las piernas no me responden. Me echo unas aspirinas y me obligo a caminar. Llegamos a otra casa, donde funciona el mando. Roger ya está ahí, mientras que Harry y Roy se han quedado en el otro campamento. 

 

En esta casa tienen un radio para escuchar noticias. Lo del cura secuestrado es la sensación del día. El gobierno y la Fuerza Armada desmienten que está en manos de ellos. La Iglesia denuncia el secuestro. La orden Maryknoll, famosa en El Salvador por el asesinato de las 4 monjas en el 1980, protesta y pide su libertad. La embajada dice que está investigando. Nadie sabe dónde está el padre Bourgeois y si está vivo. Nadie, con excepción de nosotros.

El responsable dice que no sabe qué hacer. Coincide conmigo en que es una locura alargar esta farsa. Decide pedir instrucciones a la comandancia en Morazán. En esto han subido al puesto de mando Roy y Harry. El padre insiste que necesita ir a la Venceremos para emitir un mensaje al país y al mundo... que luego puede ir a San Salvador y aclarar todo. Yo argumento que es una locura que hable por la radio, que con esto el caso se complicaría más. Estamos esperando instrucciones.


La vista del Cacahuatique al volcán de San Miguel

Me doy cuenta que estoy en un lugar de increíble belleza. Una vista sobre buena parte del Oriente del país, con el volcán de San Miguel enfrente. Hacia el otro lado la cadena montañosa de Morazán y de la frontera con Honduras. Jimmy me explica que para llegar a la radio es otra marcha de una noche completa: bajar hacía Osicala, rodear el pueblo, cruzar el río Torola, subir a La Guacamaya. Todo este trayecto, hasta cruzar el río, habrá que hacerlo antes de que amanezca, porque en Osicala, en la calle Negra y cerca del Torola siempre hay presencia militar. Una vez pasado el Torola la cosa será más ‘al suave’…

Quiere decir que si llevamos a Roy a la Venceremos, significa un día para llegar, un día para estar, un día para volver a cruzar el Torola y subir al Cacahuatique, y otro día para salir a la Ruta Militar, donde tendría que agarrar un bus para San Miguel y San Salvador. Si todo va bien, Bourgeois se tardaría por lo menos 5 días para volver a aparecer en la capital. Una locura. Harry insiste en que fue un error haberlo llevado. Propone regresar con él y ayudarle a vender en San Salvador la historia de que anduvo con periodistas, pero no con la guerrilla. Y ofrece luego sacarlo del país.

Transmitimos esta opción a la comandancia. No sé si lo van a decidir en Morazán o en Managua. Esperamos. Los compas me dicen: “Paciencia, chele. Esperar es la actividad más importante del guerrillero.” Luego de varias horas, la primera respuesta de Morazán: “Quédense adónde están. Preparen la declaración de Roy para la Venceremos.” En mi equipo grabamos varias versiones con Roy, en inglés y en español. 

El día siguiente viene la orden definitiva: Que Jimmy regrese con Harry y Roy a Río Seco, que ahí los van a recoger y llevar a San Miguel. Y que manden a Roger y Paolo a la Venceremos, con las grabaciones. Luego se decidirá si la transmiten o no. Roy está frustrado, quiso llegar a La Guacamaya, como si fuera su destino, quiere hablar con los comandantes y hablar por la Venceremos. Me despido de Harry, ya sé que me va a hacer mucha falta. El hombre lo toma con filosofía. “Voy a regresar con preciosas fotos del Cacahuatique. Las voy a ofrecer a National Geographic, ya que para mí revista no tengo nada…”


Harry Mattison, el fotógrafo, mi mentor,
cuando después de la guerra me visita en Suchitoto


La escuadra de Jimmy desaparece en la luz del atardecer, y con ella, mi amigo y mentor Harry. También Roy, este pain-in-the-ass-priest, como lo llama Harry. El día siguiente me confirman que llegaron sin problemas a Río Seco, los recogieron, los llevaron a San Miguel, y tomaron el bus para San Salvador. Llegando a la capital, el plan es que Harry lleve a Roy directamente a la embajada. El día siguiente, con protección de la embajada, Harry y Roy tienen que salir al aeropuerto y agarrar un vuelo a New York. 

En los medios circulan cualquier tipo de rumores sobre esa aventura, pero al fin la noticia es que hubo un happy end: No hubo secuestro, falsa alarma. Y la buena noticia: Nadie le echa la culpa al ERP. A la Iglesia, y sobre todo a la orden Maryknoll, le quedará un mal sabor de este incidente. 

 

El día que Harry y Roy salen del país, yo al fin llego a La Guacamaya, sede de Radio Venceremos. Pero primero tuvimos que bajar este maldito cerro Cacahuatique. Esta noche me di cuenta que bajar un cerro puede ser aún más agotador que subirlo, sobre todo cuando el terreno es lizo. Cuando llegamos al río Torola, el jefe de la columna nos informa que hay patrullas del ejército cerca. Mandó un equipo a cruzar el río y tomar posición en una altura. Luego nos hizo cruzar el río, uno por uno, y subir una loma, mientras él y su equipo quedaron del lado sur para cubrir nuestra travesía. Estos chavos saben cómo moverse... Luego de caminar media hora, nos recibe otra unidad, acampada en un bosquecito, con café y comida: “Relájense, están en zona liberada.” Luego de esto, las largas cuestas que subimos para llegar a La Guacamaya me parecen ‘fáciles’, caminar en ese día soleado, en tierra libre, me causaba placer, y casi dejo de sentir mis maltratados pies. Una de mis primeras lecciones de guerrilla: Todo es cuestión de ánimo.

Caminamos en pleno día. Ya no nos escondemos de los pobladores. Entramos en sus casas, nos invitan a descansar en sus hamacas, nos ofrecen café. Siempre café. Y de repente, estamos en La Guacamaya.

 

Todas las casas muestran huellas de la guerra. Algunas quemadas, otras con los techos destrozados, pero llenas de niños y mujeres. Compas armados caminando por todas partes. El campamento de la Venceremos está debajo de una enorme pared de roca que sobresale y está creando un techo que protege contra sol y lluvia —y como pronto aprenderé, contra bombardeos aéreos y morteros.

Uno de los primeros que veo es Maravilla. “Enano, llegaste, ¡qué maravilla! ¿Me trajiste el ron que me prometiste?” 


Maravilla

Radio Venceremos en La Guacamaya,
1981: Mariposa, Santiago y Maravilla. Foto Paolo Luers

Nos sentamos debajo de un mango y nos contamos todo lo que nos ha pasado desde que nos separamos en las minas de San Sebastián. Viene Santiago. Me presenta a todo el equipo: Mariposa, la locutora; Apolonio, Abel, el Cheje y Mauricio, los técnicos; las chavas de monitoreo, los compas de seguridad; las mujeres de la cocina.

Aparece Jonás. El jefe. Entrada en escena de teatrero. Luego me entero de que estudió teatro antes de hacerse guerrillero. Mi primera imagen: Pancho Villa resucitado en Morazán. Un tipo alto, recto, con risa fácil —y una autoridad que no necesita protocolos militares. Luego de saludarnos, se sienta un largo rato con Roger, me imagino para escuchar toda la historia de su captura, su tiempo en Mariona, la creación del Comité de Presos Políticos que fundó. Luego me toca a mí. “¿Y vos sos el famoso Paolo, el de la campaña Armas para El Salvador?”

Le cuento de Alemania, de la TAZ, de la campaña, de los comités de solidaridad, luego de San Salvador, durante y después de la ‘ofensiva final’, que resultó inicial. No me hace un interrogatorio como lo hizo Mariana en Managua, tampoco se ofende de la imagen que le pinto de la capital, de la represión, del pesimismo de la gente. 

“¿Qué sabe la gente en San Salvador de Morazán?”

“Nada. Algunos pocos escuchan la Venceremos, pero todo esto parece como leyenda. Creen que hay una derrota.” 

“Bueno, Chele, esto hay que cambiarlo. Vas a estar unas tres semanas, vas a conocer lo que hacemos aquí, y será tu tarea difundirlo.”

“Pero yo pensaba que me iba a quedar con ustedes. La idea es comenzar con el proyecto de video y fotografía desde el frente…”

“Todo a su tiempo. Lo que necesitamos ahora es otra cosa: explicar en San Salvador y el mundo que nosotros existimos y no estamos derrotados. Explícame ahora lo del cura gringo. Roger ya me informó. De paso sea dicho, creo que vos tenías razón, fue una pendejada traerlo a Morazán.”

Le explico otra vez las implicaciones, y que no nos conviene que el ERP y la Radio salgan involucrados en esta locura. Propongo que las grabaciones no las saquemos en la Venceremos antes de tener confirmado que Harry y Roy hayan salido del país. Y que las presentamos como testimonios grabados en San Salvador que nos han llegado a la radio.

“Perfecto. Prepara ya la presentación de esta onda. Que te ayude Maravilla. Pero dime una cosa: ¿Qué andás vos buscando en esta guerra? Porque aventureros nos sobran aquí. Normalmente, cuando se dan cuenta de qué tipo de mierda es la guerra, se van corriendo…”

Me encanta la manera tan directa de este hombre. Le explico el proyecto ambicioso de comunicación que discutí con Joaquín y Luisa. “Es un frente adicional de la guerra, Jonás, y para eso estoy aquí. No vengo para combatir, ni sirvo para esto. Vos no necesitás combatientes alemanes, entiendo que tenés cinco veces más gente que armas...”

“De acuerdo. No te ofendás por mi pregunta. Ya Luisa va a aparecer aquí en Morazán, que vea ella que hace con esas locuras. Yo no tengo cabeza para eso, ya la radio es suficiente. Mientras estés aquí, te quedás con la radio, a ver si les puedes ayudar. Pero no te olvidés de tu misión principal: Regresar a San Salvador para poner a Morazán en el mapa y en la mente de la gente.”


"Jonás", Jorge Meléndez. Jefe del Frente Nororiental

 

A los dos días, sale la grabación de Roy en la Venceremos, luego de tener confirmación de su salida del país. La introducción dice: “Desde San Salvador nos mandaron este testimonio del padre Roy Bourgeois…” Roy habla de la ayuda militar norteamericana, de su incursión a Fort Benning, de la solidaridad con El Salvador, que crece en Estados Unidos, de la represión y los escuadrones. Toda mención de Morazán o del cerro Cacahuatique la hemos eliminado. Le editamos su gesto heroico. Me imagino que Roy estará bravo conmigo...

Trabajo con Maravilla en la redacción de noticias y editoriales, y ambos peleamos con Mariposa y Santiago, quienes leen nuestros textos a gritos, como si fueran llamados constantes a la insurrección. “Un poco más reflexivo, no todo es consigna,” dice Maravilla, ya un poco resignado.

Para cumplir con la misión que me dio Jonás, hago un tour por las diferentes estructuras de esta mini ‘zona liberada’. Todos los pueblos están bajo control militar, hay cuarteles de la Guardia, la Policía Nacional o del ejército en los cascos urbanos. 

Maravilla me lleva a la Escuela Militar guerrillera. Para llegar hay que cruzar la calle Negra, que conduce de Osicala a Perquín. La carretera está siendo patrullada por el ejército. Frecuentemente ponen emboscadas en los cerros. Cruzar es todo un operativo de la escolta que nos acompaña: mandar exploración a la carretera y a los cerros colindantes, luego avanzar hasta la orilla; cruzar corriendo, uno por uno, y en zigzag...

Al otro lado de la calle Negra bajamos a un gran hoyo muy verde, y al rato llegamos al campamento de la escuela militar del ERP. Nos reciben los capitanes Mena Sandoval y Marcelo Cruz Cruz. Ambos se pasaron el 10 de enero a la guerrilla, luego de tratar de insurreccionar al cuartel de Santa Ana. Ahora son instructores militares con la tarea de convertir a campesinos milicianos y estudiantes revoltosos en combatientes.


Capitán Francisco Mena Sandoval

Cerca de la escuela me enseñan un trapiche, donde milicianos producen el azúcar para los campamentos, una panadería, un taller de armas, una sastrería. Tomamos fotos, grabamos videos, hacemos entrevistas. En el camino de regreso a La Guacamaya pasamos por El Mozote, aprovecho de abastecerme de cigarros. Un cantón muy tranquilo. La gente nos recibe cordialmente, pero manteniendo distancia. Se sienten neutrales. No quieren problemas ni con la guerrilla ni con el ejército. 

La siguiente estación del tour: la escuela de menores. Cariñosamente llamada por pobladores y guerrilleros ‘la escuelita’. Funciona en una casa cerca de la radio. Una de las pocas casas intactas. Hay unos 30 cipotes entre 6 y tal vez 12 años. Vienen de los caseríos cercanos, donde ya no funcionan las escuelas del Ministerio de Educación. Reciben clases de un profesor incorporado a la milicia del ERP, atención médica básica de las brigadistas de salud, y un almuerzo. “¿Y los niños mayores?”, pregunto. “Ya no van a la escuela, no quieren. O están con sus padres trabajando, o tratando de meterse en los campamentos. Tenemos que inventarnos algo para que estudien, pero por el momento esto aquí es lo que podemos hacer...”

Última estación: la clínica. Otra casa semidestruida, donde atienden a unos 5 compas, entre enfermos y heridos. Es el reino de Eduardo, un cirujano militar mexicano, y un grupo de mujeres brigadistas. Me entregan largas listas de equipos y medicamentos que necesitan con urgencia. Las voy a gestionar con mi amigo Walter Schütz de ‘Medico International.’ Él me pidió averiguar qué necesitan en Morazán y otros frentes de guerra, y está preparando unas mochilas especiales para hospitales de emergencia.


El trabajo en la Venceremos es intenso. Hay un equipo de monitoreo que capta noticias de radios nacionales e internacionales: BBC, Habana, la Sandino, la VOA. Maravilla las procesa y redacta, y las comenta —y Santiago y Mariposa leen las noticias, los partes de guerra, los editoriales. Ayudo con la redacción de comentarios y noticias internacionales. Aparte de esto, estamos experimentando con unos formatos de radionovela, principalmente de burla a los jefes militares y a Duarte. Hay mucha discusión, mucha jodedera, y a veces pleitos. La radio es un mundo aparte, con libertades que nadie más tiene en los campamentos. Hay disciplina, pero poca imposición. Las instrucciones políticas vienen de parte de Jonás o de Managua, donde todavía están Joaquín, Luisa y Ana Guadalupe. Todo el personal de la radio tiene que participar en los matutinos diarios y andar armado...

No escucho ningún combate. Todo parece más una aventura de boy scouts que de guerra. El peligro siempre está latente, pero en las tres semanas que paso en Morazán, no explota. ¿Qué voy a difundir en San Salvador y en el exterior? Que la guerrilla está formándose, consolidándose, que hay toda una estructura de apoyo civil, que todo el mundo se está preparando para nuevas ofensivas.


En la siguiente entrega, jueves 14 noviembre:

Capítulo 9: El Mozote