lunes, 25 de octubre de 2004

Columnas no escritas

Cuando en los años 70 fundamos el periódico alternativo Die Tageszeitung (El Diario) en Berlín, todos éramos inexpertos. Ingenuamente pensábamos que en un diario se puede informar sobre todos los acontecimientos importantes. Cuando nos dimos cuenta que esto simplemente era imposible y que de todos los temas importantes que discutimos en la mesa de redacción, siempre se nos quedaba afuera la mitad, a veces por falta de espacio, a veces por falta de tiempo, a veces por falta de nuestra capacidad profesional, nos inventamos una solución inédita en la historia del periodismo: comenzamos a publicar, todos los días en página uno, la lista de los acontecimientos y temas que no teníamos capacidad de cubrir.

Hoy, con mi columna, estoy en una situación parecida. Durante la semana siempre tomo nota de los temas que me parecen dignos de ser comentados. Hago recortes de noticias, artículos, personajes que urgen estar sometidos a polémica. Pero el fin de semana, cuando me toca escribir mi columna, sólo puedo escribir una columna, sólo puedo tocar un tema.

La solución es parecida a la que nos inventamos en el periódico alemán. De vez en cuando voy a publicar una columna adicional comentando todos los temas que no tengo capacidad de abordar.
Por ejemplo, para andarme peleando con ministros, alcaldes y centros comerciales, perdí el momento oportuno para comentar la manera tan audazmente innovadora en que el Diario de Hoy introdujo un formato nuevo al periodismo nacional que podríamos llamar el "reportaje subjetivo". Publicaron varias entregas, de varias páginas cada una, sobra las condiciones de vida en la cárcel de mujeres de Ilopango. Un tema muy digno de investigar. Pero resulta que lo que publicaron, entrega por entrega, era un relato en primera persona de una mujer presa en Ilopango. Relato puro, sin ninguna intervención del periodista. Muy interesante, por cierto. Pero hasta ahora, los periodistas tuvimos una regla: siempre buscar varias fuentes. Hasta ahora, el periodismo tomaba el relato testimonial como punto de partida o como complemento de una investigación, nunca como sustituto de la misma. Hasta ahora, pensábamos que el periodista interviene, corrobora, confirma, descarta, comenta la información, la pone en dimensión, la contrasta con otros elementos. El medio es precisamente esto: medio, no un espejo de la realidad.

Tampoco tuve oportunidad de escribir una columna sobre el alcalde de Suchitoto quien mandó a rehacer la calle al lago, y lo hizo de una manera tan incompetente e irresponsable que después de más de seis meses todavía no hay calle. Con su excelente planificación y calendarización de obras, lograron que docenas de familias que dependen del turismo en el lago, perdieran el negocio durante ya seis meses, incluyendo las temporadas de semana santa y de las vacaciones de agosto. Simplemente los dejaron sin calle transitable durante todo el invierno. No aceptaron la propuesta de habilitar una calle alterna (cosa que hubiera costado poco) antes de destruir la calle principal. Arrancaron el empedrado entero días antes de Semana Santa, luego abandonaron la obra durante las vacaciones, les agarró el invierno que lavó toda la tierra y definitivamente hizo intransitable la calle; luego pasaron meses sin que pasara nada, meses que se tardaron para retomar la obra; y a esta altura, todavía no hay calle. Seis meses sin calle equivalen a seis meses que los turistas no llegan al lago; que los lancheros y el ferry no trabajan; que los comedores no venden. Se avecinan las fiestas patronales de Suchitoto, en diciembre, y navidad. Dos temporadas de turismo, excursiones, de negocio para la gente del lago. Si la gente del lago pierde estas temporadas, nadie les salvará de la quiebra.

Otro tema no tratado: la sorprendente vocación historiadora de nuestros dos periódicos grandes. La "verdadera" historia detrás del "mito del mayor D'Abuissón" en uno, y la "verdadera historia" del golpe del 15 de octubre del 1979 en el otro. ¿Después de años de cultura del olvido, compartida y promovida por los periódicos, de repente detectan la necesidad de hacer historia? ¿Y los dos periódicos al mismo tiempo? ¿Y cada uno con un hermano Galeas metido como historiador? Por muy mal hechos y mal intencionados que sean estos dos intentos de escribir historia, por lo menos han abierto el debate. Limpiar la imagen de Roberto D'Abuissón puede ser una empresa cuestionable, pero al fin Galeas no puede lograrlo sin echar al muerto (Monseñor Romero) a otro sector de la derecha. Así que gracias al intento de limpiar a un escuadronero queda abierto el debate sobre la verdadera relación que existía entre asesinos uniformados y asesinos civiles. Esto puede ser un valioso aporte a la búsqueda de la verdad.

Sobre el caso Federico Bloch ya publiqué una columna. Varios amigos me dijeron que ahora hace falta otra, comentando la manera como han logrado celebrar un juicio contra los supuestos asesinos sin revelar información, sin hablar de los móviles, sin ninguna transparencia. Que buena suerte que los acusados son menores y que por lo tanto hay disposiciones legales que legitiman la exclusión del público. No voy a escribir este nueva columna, por dos simples razones: primero, sigue válida la primera, con todas la preguntas, ya que ninguna ha encontrado respuesta; segundo, por qué no la escriben los amigos que me aconsejan escribirla, que me dejaron solo cuando se trató de romper el silencio colectivo sobre el asesinato.

Tampoco voy a escribir sobre Nelson García. Todos lo hacen, así que no hace falta. Tal vez el tema sería otro: la manera que los periódicos usaron las fotos de Nelson García y la biblia, Nelson García de rodillas rezando. Me imagino que los editores tenían cientos de fotos para escoger para ilustrar la nota sobre la absolución de Nelson García. ¿Por qué escogieron las más repugnantes, las más mentirosas? Que Nelson García recurra a esta payasada, resulta entendible. Que los medios le hacen el favor de publicar esas poses perversas, es otra cosa.

Durante la campaña electoral se me frustró la idea de romper el formato de mi columna publicando nada más una foto. Pasé varios días a la caza de la foto, sin resultado. Pasando por la zona de la Chulona, me había encontrado, en repetidas ocasiones, con un bus de la línea 22 que tenía, en una esquina de su frente, la enorme svástica negra de los nazis de Hitler, en la esquina opuesta la conocida silueta del Che, y encima de este conjunto, estaba ondeando la bandera del FMLN que en estos días adornaba a casi todos los buses, con excepción de los que tenían una del PCN. Me intrigaba esta imagen: ¿puede alguien ser partidario al mismo tiempo de Hitler, del Che y del FMLN? ¿O es este bus el ejemplo de cómo algunos símbolos políticos se transforman en íconos de la cultura pop, perdiendo totalmente sus contenidos políticos? ¿Cuántos de los buseros que andan la silueta del Che conectan esta imagen con la lucha revolucionaria? ¿Cuántos jóvenes que andan la svástica la asocian con los campos de concentración? Siempre cuando vi al bus de los tres íconos, no andaba cámara. Y siempre cuando salí con cámara para buscar a este bus, nunca lo encontré. Pasé horas buscándolo. Quería tomar esta foto. Estuvo obsesionado con la idea de publicar una columna sin palabras, sólo la foto del bus. Hoy pienso que la foto hubiera sido válida a tomarla. Pero ponerla como columna hubiera sido una tontería.

Fui a ver la película Fahrenheit 9/11 sólo para escribir sobre ella. Ya sabía que no me iba a gustar. El hecho de tener la razón no justifica la película, la hace aún peor. La vuelve aún más embarazosa. Si fuera partidario de Bush, esta película me causaría cólera. Lo que me causa es algo peor: pena ajena, porque resulta que comparto el profundo odio que Michael Moore tiene a Bush y a todo lo que representa. Más pena me da el hecho que un montón de gente que también comparte este rechazo a Bush celebran la película como obra maestra de la cinematografía documental. Tener razón no es suficiente, si el lenguaje es manipulativo. El contenido no justifica el uso de técnicas además baratas de montajes para crear emociones. Quien quiere criticar al discurso mentiroso, desinformativo, resentido de Bush tiene que confrontarlo con argumentos, con información, con franqueza y transparencia. Cosa que John Kerry hizo bastante bien en los tres debates. Michael Moore y su película Fahrenheit no le ayudan en nada. Es impresionante la cantidad de información valiosa que maneja Moore en la película y que no ha sido divulgada en los medios. Por ejemplo, todo lo relacionado con las relaciones financieras entre las familias Bush y Bin Laden, y con la salida de los familiares de Bin Laden después del 9 de septiembre, cuando teóricamente ningún vuelo podía salir de Estados Unidos. Sin embargo, la manera tan manipulativa e indiscriminada de mezclar información con activismo político, actos egocéntricos del autor, y el uso de elementos emocionales como las madres de soldados caídos en Irak, hacen dudar de la información. El tremendo éxito de esta película me asusta. ¿Será que los adeptos y los adversarios del sordo mundo de los Reagan, Schwarzenegger y Bush son igualmente impresionables por la propaganda barata? (Publicado en El Faro)