lunes, 14 de marzo de 2005

Vienen tiempos duros

El 4 de febrero de este año, la periodista italiana Giuliana Sgrena, es secuestrada en Iraq, por un comando que exige la salida de las tropas italianas. Una de estas cosas absurdas de la guerra absurda en Iraq, porque Giuliana Sgrena y su periódico Il Manifesto son elocuentes opositores a la participación italiana en la ocupación del Iraq.

En Italia, se forma un movimiento masivo que exige al gobierno de Berlusconi, aliado de George Bush, negociar la liberación de Giuliana Sgrena y retirar las tropas italianas de Iraq. El movimiento es tan fuerte que el gobierno italiano, en contra de la oposición de Washington que no quiere permitir ningunas negociaciones con la resistencia iraquí, abre canales de negociación. Berlusconi se compromete a hacer lo necesario para conseguir la liberación de la popular periodista, pero se niega a considerar el retiro de sus tropas.

Entran en acción los mecanismos oscuros de los servicios secretos, con un hombre clavo: Nicola Calipari. No conocemos los detalles de las gestiones de este agente secreto. Pero sabemos que el 4 de marzo, a un mes del secuestro, Nicola Calipari y otro agente del servicio secreto italiano se desplazan a un lugar secreto en Iraq para recibir, de las manos de sus secuestradores, a Giuliana Sgrena, para llevarla al aeropuerto de Bagdad, a la libertad, a su casa.

A menos de un kilómetro del aeropuerto, unidades norteamericanas abren fuego al vehículo de los italianos, el agente secreto Nicola Calipari muere cubriendo el cuerpo de la periodista del periódico izquierdista Il Manifesto, Giuliana y el otro agente son heridos y trasladados a un hospital militar norteamericano en Bagdad y luego a Italia.

Al llegar a su país, Giuliana Sgrena declara que el incidente fatal no fue accidente, sino emboscada; que el vehículo iba a baja velocidad, que los militares norteamericanos abrieren fuego no para parar el vehículo sino, para matarla a ella y a los dos agentes italianos que la habían rescatado.

Yo iba a escribir sobre la doble ironía de esta historia: primero que una de las periodistas más identificadas con la oposición a la guerra norteamericana en Iraq y a la participación de Italia en la ocupación sea secuestrada para exigir el retiro de los italianos de Iraq. Segundo, que un agente secreto, bajo órdenes del gobierno derechista de Berlusconi, pierda su vida salvándole la vida a una reportera de Il Manifesto, decano de aquellos periódicos de izquierda surgidos en varios países europeos en el contexto de los movimientos estudiantiles, anti autoritarios y anti imperialistas de los años 70. El colmo de la ironía: es la izquierda italiana que exige al gobierno esclarecer las circunstancias de la muerte de uno de sus agentes secretos.

Me parecía interesante escribir sobre todo esto y sobre la retirada de los periodistas internacionales de Iraq. Investigando la historia me encontré con un artículo que Loris Campetti, uno de los redactores en jefe de Il Manifesto, publicó en el semanario alemán Die Zeit, para el cual también reportaba Giuliana Sgrena desde Iraq.

Prefiero traducir y publicar este artículo en vez de opinar yo, desde el otro lado del mundo.

VIENEN TIEMPOS DUROS
de Loris Campetti, Il Manifesto

Un mes pasó Giuliana Sgrena en manos de sus secuestradores. Este mes no cambió el mundo, pero sin duda nuestro periódico Il Manifesto sí.

El 4 de febrero, el grito que estremece nuestra sala de redacción: "¡Secuestraron a Giuliana!" El 4 de marzo, la noticia de su liberación. La pudimos celebrar por media hora. Luego nos enteramos del acontecimiento trágico: Giuliana está en el hospital, herida del hombro y del pulmón. Nicola Calipari, el hombre de los servicios secretos italianos que dos veces salvó a Giuliana, ya no existe. Murió bajo lo que los militares llaman "friendly fire", fuego amigo. ¿Amigo de quién?

Ahora hay muchos en Italia que responsabilizan a Giuliana e Il Manifesto de lo que pasó en la carretera entre Bagdad y el aeropuerto. ¿Qué oficio tenía Giuliana de andar en Iraq? ¿Y por qué no se quedó, como los demás, en el hotel, para esperar los partes de guerra como hoy lo hacen la mayoría de reporteros de guerra? ¿Y qué tenía que hacer en Faluja, visitando a los desplazados?
Los periódicos que apoyan la presencia de tropas italianas en Iraq van más allá: Fue el gobierno de Berlusconi que salvó a Giuliana, y ahora ella y su periódico quieren destruir las relaciones entre nuestro gobierno y Washington... Y hay quienes entre líneas critican la decisión política del gobierno de negociar con los secuestradores en vez de coordinar con los norteamericanos el empleo de tropas de comando. Vienen tiempos duros para Giuliana y para Il Manifesto, sin duda.
Queda la experiencia de un mes lleno de trabajo de nuestra pequeña redacción, trabajo terrible y maravilloso a la vez. Un periódico pequeño, de izquierda y pobre como el nuestro, de repente es objeto del escrutinio de otros medios. De relatores de información de repente nos vemos convertidos en sujetos de noticia, de entrevistadores en entrevistados. (...)

Cada día nuestras oficinas se llenaron de visitantes, cada día hubo muestras de solidaridad. Llegaron representantes de todos los partidos, de derecha como de izquierda. Todos dijeron: ¡Salvemos a Giuliana! Llegaron lectores, amigos, representantes de las comunidades musulmanas en Italia, iraquíes, católicos; el Papa apeló a los secuestradores. También llegaron representantes de los movimientos que habían ido a la calle para protestar contra la decisión de Berlusconi de mandar tropas italianas a Iraq. Preguntaron: ¿Y ahora, qué hacemos? ¿Podemos seguir exigiendo la retirada de las tropas de Iraq, o dañaríamos con esto las negociaciones?
Tuvimos que explicar a todos quién es Giuliana. Es una testigo que informa sobe las víctimas de la guerra. Una periodista que toma partido, que conoce un solo lado: el lado de los civiles, contra las bombas y contra las cochebombas.

Así nació entre miles de iniciativas la idea de ir a la calle para exigir dos cosas: la liberación de todos los secuestrados, y la liberación del pueblo iraquí que también es prisionero, de la guerra de la ocupación. Al fin llegaron 50 mil, sin gran organización, sin gran preparación. (...)
Un hombre nos ayudó. Un hombre del servicio secreto italiano, un agente, un servidor del Estado, para usar un término que no nos gusta. Nicola Calipari. En él descubrimos a un amigo en un mundo que nos es extraño. Apenas lo conocimos, lo perdimos. Este amigo contribuyó por lo menos la mitad a la liberación de Giuliana, la otra la pusieron los italianos que se negaron a quedarse en sus casas y callados; los italianos que fueron a la calle.

Este amigo, Nicola, le salvó la vida a Giuliana dos veces. Lo lloramos porque con él mataron a uno de nosotros.

Y nuestro periódico, después de este mes, nunca será el mismo.
....
No tengo mucho que añadir. Sólo reiterar el respeto para esta periodista que, durante el ataque norteamericana a Iraq, se quedó en Bagdad esperando a las bombas, los escuadrones de la muerte y los invasores. Que mientras los medios grandes del mundo reportaron desde adentro de las columnas gringas, nos regaló el famoso Diario desde Bagdad, un diario sobre la vida cotidiana de los civiles bajo bombas, entre fuegos.

No la conozco pero me la puedo imaginar, porque he conocido periodistas como ella aquí en El Salvador. A Nicola Calipari, el agente secreto que murió para salvar a Giuliana, es más difícil imaginárselo. Es una figura nueva, perteneciente a un mundo diferente al que conocemos de campos bien definidos y siempre opuestos. Como dice Loris Campetti: apenas lo conocimos ya lo perdimos... (Publicado en El Faro)