lunes, 13 de junio de 2005

Ahora o nunca

Ahora, aparte de CD y CSD, tenemos FDR. Todos dicen que son la izquierda democrática. Algunos dicen que son socialcristianos, pero con tendencia socialdemócrata; otros dicen que son socialdemócratas y se llaman así; y los que están sacando del museo el nombre del FDR dicen (en privado) que también son socialdemócratas pero que necesitan la R de revolucionario en sus siglas para que las bases del FMLN no los tilden de derecha.

El CD es el CDU de siempre, en proceso de resurrección de los muertos vía el decreto especial Zamora, más sus viejos aliados de Iniciativa Ciudadana (Héctor, Héctor y Cia.), más algunos demócratas cristianos que no se quería quedar ni con Parker ni con Aguiluz, más grupos y personalidades anteriormente dispersos.

La Concertación Socialdemócrata nace de la unión del Movimiento Renovador, liderado por Facundo Guardado y Pablo Andino Parada, con Salvador Samayoa y un grupo de intelectuales y antiguos militantes del MNR del doctor Manuel Guillermo Ungo. Y el grupo que este fin de semana se presentó como FDR nace de la intención de algunos ex-comandantes como Francisco Jovel y Raul Mijango (quienes abandonaron el FMLN junto con Facundo pero no cabían bien ni en el Movimiento Renovador ni en la Concertación Socialdemócrata), de ofrecer a los a disidentes que recientemente rompieron con el Frente una alternativa organizativa potable para las bases del FMLN que siguen teniendo miedo de asociarse con “traidores” como Héctor Silva o Facundo Guardado.

Cualquiera que no está metido en la lógica interna de estos grupos pero que está esperando, desde hace años, que nazca una izquierda plural, democrática, amplia y fuerte como alternativa a un FMLN cada vez más aislado, más cerrado, menos plural y menos apto a competir contra ARENA, diría: ¿Por qué no se unen todos en un solo partido que desde el inicio nazca como fuerza tan plural e internamente tan democrática que puede aglutinar a toda la izquierda democrática, incluyendo a socialcristianos, a socialdemócratas y a los reformistas que ya no tienen perspectiva dentro del FMLN?

Quienes tenemos amigos en cada uno de estos tres grupos sabemos además que las diferencias programáticas son mínimas: todos son reformistas que no creen que para cambiar la sociedad hay que hacer la revolución; todos están profundamente comprometidos con los Acuerdos de Paz y los cambios pacíficos; todos están convencidos que el país necesita profundas reformas políticas, económicas y sociales; todos han aprendido -en diferentes momentos, de diferentes maneras y con diferentes niveles de trauma- que para producir estos cambios hay que estar separado del Frente y –si es necesario- confrontarlo y sustituirlo.

Todos los diferentes protagonistas de la izquierda democrática, aunque incapaces de unirse en un solo partido, comparten la convicción que para llegar al poder y reformar al país se necesita construir alianzas con sectores liberales de la derecha y del empresariado. La diferencia es más bien: algunos lo dicen y otros prefieren no decirlo. Prefieren mantener discursos más compatibles con las bases tradicionales de la izquierda. Algunos dicen claramente que ya no tienen nada en común con el FMLN, otros todavía hablan de posibles alianzas con el FMLN, sea por oportunismo electoral o por el miedo de que les acusen de traidores, vendidos y derechistas, o por la simple incapacidad de imaginarse una vida sin el Frente.

Entonces, regresemos a la interrogante inocente y provocadora: Si las diferencias son tan mínimas, si el contorno es tan hostil, y si el surgimiento de una nueva fuerza de izquierda es tan urgente, ¿por qué sus dirigencias no tienen voluntad o capacidad de ponerse de acuerdo y ofrecer una sola opción, un movimiento atractivo por su pluralismo y la riqueza de sus debates internos y con la sociedad? Indudablemente sería exitoso. Pensando en elecciones, sería la única forma de participar en el 2006 sin condenarse a desaparecer nuevamente. Ninguno de los grupos por separado tiene la más mínima posibilidad de sacar el 3% necesario para sobrevivir. Si Cambio Democrático, el más consolidado de los grupos, va solo a las elecciones del 2006, está condenado a la segunda muerte. En cambio, si todos van juntos, con un solo programa, una sola bandera, un solo pero pluralista liderazgo, pueden provocar un efecto matemático donde el resultado de la unión de tres partes es muchísimo más que su suma, ya que la unión activa factores de potenciación y apoyo que nadie puede lograr solo.

Una nueva fuerza de este tipo podría atraer a importantes sectores profesionales e incluso empresariales que no están metidos en política partidaria porque no se sienten identificados ni con ARENA ni con el Frente ni con partiditos impotentes. Una nueva fuerza plural pero unitaria podría volver a activar bases históricas de la izquierda que dieron la espalda al Frente y a los grupos minoritarios. Una nueva fuerza de izquierda deliberante y tolerante podría, sobre todo, volver a ganarse tal vez no la incorporación, pero si el respeto, y el acompañamiento de los miles de intelectuales que apoyaron a la guerrilla pero se negaron a dejarse manipular y dirigir por el Frente de la post-guerra.

Si las cosas son así, sigue válida e abierta la interrogante: ¿Por qué la izquierda democrática no se puede o no se quiere unir?

No es que no hubo intentos. Hubo una iniciativa conjunta de dos dirigentes de dos grupos diferentes, Salvador Samayoa y Héctor Silva. Reunieron a todos –los viejos dirigentes del CDU, los nuevos del nuevo CD, los socialdemócratas y los que ahora se presentan como FDR, y les propusieron un mecanismo muy simple: aprovechar la conversión ya programada del CDU en un nuevo partido para hacer algo mucho más grande y mucho más atractivo que Centro Democrático. Propusieron que la refundación del CDU se convierta en la refundación de la izquierda democrática. Y que juntos fueran a participar en el 2006, pero con un plan estratégico para ir a competir en serio en el 2009.

Este intento fracasó, porque los dueños del CDU se negaron. Pusieron miles de trabas para conseguir que primero se constituya el nuevo partido Cambio Democrático, con sus órganos de dirección, sus candidatos a alcaldes y diputados y sus programas, y que después quien quiera entrar entre y les ayude en la campaña.

Que los dueños de la casita que les ha permitido pasar el agua ponen trabas a compartir la casita para que otros la compartan y la terminen de construir, no es tan extraño. Lo extraño es que todos los demás se lo tragaron. Los dirigentes del CD se resignaron y siguen con el plan original de construir un partido capaz de sobrevivir. Los socialdemócratas se retiraron de las negociaciones frustradas y regresaron a su idea original de seguir construyendo en función del 2009; y los otros fueron a los archivos de la izquierda para pedir prestado el nombre y el prestigio un poco dañado del FDR para ofrecerle asilo político a los que ya o se aguantaron a salir del FMLN. Y otros todavía simplemente se aguantaron las ganas y decidieron quedarse en el FMLN porque no ven la alternativa.

Yo hubiera esperado más. A dirigentes y pensadores tan experimentados y definidos como Salvador Samayoa, Héctor Dada, Héctor Silva, Facundo Guardado, Nicolás García, Chico Marroquín, y a varios que no voy a mencionar con nombre ya que todavía están dentro del FMLN, hay que exigir más. Tienen una responsabilidad histórica. Tienen que responder a oportunidades históricas. No pueden ir a su casa y llorar las oportunidades no aprovechadas sin perder su calidad de dirigentes. Corren el riesgo que mañana (o sea, en el 2009), cuando al fin estén listos para lanzarse contra ARENA ya nadie les haga caso.

Todavía hay tiempo para evitar la debacle que espera a Cambio Democrático y al FDR en el 2006, si van por separados o en alianzas mal concebidas, en algunos lugares juntos, en otros con el Frente.

Todavía hay tiempo para sentarse, construir una estrategia común para el 2009 y, a partir y en función de ella, decidir como enfrentar el 2006. Es cuestión de voluntad y de madurez. Si no tienen esta madurez y voluntad, que se callen para siempre.

A los que siguen esperando la izquierda democrática como fuerza motriz del cambio, les recomiendo: entren en huelga política; no apoyen a ningún partidito, para obligar a todos a hacer juntos el movimiento grande que todos están soñando. (Publicado en El Faro)