lunes, 19 de marzo de 2007

Rufina y el coronel

El héroe declarado de la Fuerza Armada en la guerra civil salvadoreña es el coronel Domingo Monterrosa. Su némesis, Rufina.

El término némesis deviene de la diosa griega de este nombre. Némesis es conocida en la mitología griega como la diosa de la venganza. Pero esto es la versión popular. Realmente Némesis es la diosa que castiga la soberbia. Es la diosa que se encarga de la caída de los personajes que han llegado a un elevado estatus social -poder, riqueza, reconocimiento o fama- por medios ilícitos, contrarios a las leyes y la decencia. El ejemplo clásico: la caída de Creso, el poderoso e inmensamente rico rey de Lidia, quien al ser demasiado soberbio fue arrastrado por Némesis a una guerra contra el rey persa Ciro que provocó su ruina. (Busque “Némesis” en Wikipedia).

Rufina Amaya, una campesina de Morazán, sobreviviente y testiga de la masacre de El Mozote, es el obstáculo inamovible, insuperable e invencible para el coronel Monterrosa para convertirse en héroe nacional en la memoria colectiva. Para siempre queda en la historia del país como el responsable de la masacre de El Mozote. Muy a pesar de los intentos de sus compañeros de armas de escribir otra historia, gracias a Rufina Amaya se conoce la historia real: un militar de grandes capacidades y de extraordinario liderazgo, la estrella entre sus camaradas, el niño mimado de los asesores gringos que quieren hacer de El Salvador el experimento exitoso de cómo ganar una guerra contrainsurgente sin intervenir directamente sino más bien a control remoto vía entrenamiento y asesoramiento.

En esta estrategia, Monterrosa era una figura central. Por esto, los asesores gringos le ponen al frente de la primer unidad contrainsurgente entrenado por ellos, el batallón Atlacatl. Y ahí iba Monterrosa, la esperanza de los gringos, el líder carismático de la tropa, el macho por excelencia, queriendo enseñar a la vieja casta de militares corruptos cómo enfrentar y vencer a la insurgencia. Monterrosa iba con todo y a ganar, primero el poder en el ejército, luego la guerra, luego el país.

Y en la primera gran acción de su batallón estrella, echa a perder todo. El gran estreno del batallón Atlacatl bajo el mando de Monterrosa: la masacre de El Mozote. Sube el Atlacatl, bajo el mando de Monterrosa, al norte de Morazán para golpear a la guerrilla. El golpe cae al vacío. Monterrosa no encuentra campamentos a destruir, sólo campamentos abandonados. No encuentra tropa a cercar, sólo unidades guerrilleras invisibles que le causan docenas de bajas. ¿Cómo justificar le pérdida de tantos hombres y armamentos sin haber matado a nadie? Entonces, se va a El Mozote, el único lugar donde la población, como era evangélica y no colaboraba con la guerrilla, se había quedado en sus casas. El Mozote: el único lugar donde había gente para matar. El resultado: Mil civiles muertos. Varios caseríos erradicados del mapa, con todo: casas, ganado, pobladores.

Tal vez el error más grande: Dejaron viva a Rufina Amaya. Si estuviéramos en la Grecia antigua, la historia se hubiera contado más o menos así: Némesis, la diosa que no permite que la indecencia lleve al estrellato a los hombres, se apoya en una humilde muchacha campesina –Rufina Amaya- y le da un don muy poderoso y raro: la capacidad de contar la verdad de una forma que nadie podía dudar de ella.

Cuando los primeros guerrilleros llegamos a El Mozote después de la masacre, Rufina nos contó lo que había pasado. Me quedé congelado. Tanto que decidí, este mismo día, quedarme peleando esta guerra pasara lo que pasara. Después de escuchar a Rufina, el volado era conmigo. Ya no era un asunto de solidaridad sino un asunto personal.

Cuando trajimos a periodistas de los medios más influyentes de Estados Unidos a El Mozote, Rufina les contó lo que había pasado. Y un hombre tan escéptico (y tan honesto) como Ray Bonner del New York Times la interrogó diez veces sobre cada detalle, y al final me dijo: Yo no quisiera que fuera verdad, porque va contra todos los valores en los cuales yo como americano creo - pero esta señora dice la verdad y mi gobierno miente. Y así lo escribió en el New York Times. La verdad de Rufina –y de Bonner- fue tan opuesta a la verdad americana que Bonner perdió el empleo. Pero en Estados Unidos quedó la duda…

Hace poco, como 25 años después, fui nuevamente a El Mozote, con unos amigos de Europa y escuché a Rufina contarles su historia – y era igual. ¡25 años y la historia era igual! No había crecido, no era más dramática, no había más detalles. Era la historia de Rufina, la verdad.
Sigamos en la versión griega de la historia de Rufina y el coronel. Némesis hizo que Rufina sembrara la verdad. El coronel hizo lo posible para tapar la verdad y convertir la primera acción grande de su batallón estrella de masacre en victoria militar. Pero en los pasillos en Washington quedó sembrada la duda. El Congreso no soltó la ayuda militar como la necesitaban los militares. Sin embargo, no castigaron a Monterrosa. Por lo contrario, le dieron más poder dentro de la Fuerza Armada. Le hicieron jefe de la región donde sabían iban a perder o ganar la guerra, la tercera región militar que abarca todo Oriente. La región realmente en disputa de control entre gobierno y guerrilla.

Pero Némesis nunca tolera la soberbia. Y nunca tolera que los hombres alcancen poder con acciones de maldad. Preparó la caída definitiva del asesino convertido en poderoso líder militar. Obviamente, no fue la diosa que planificó la muerte de Monterrosa. De ésto se encargó Joaquín Villalobos, el máximo jefe de las guerrillas en Oriente. Aprovechándose de la soberbia de su adversario –que había estudiado pacientemente por años- le puso una trampa mortal. Sabiendo que el trofeo más deseado de guerra para el coronel era la Radio Venceremos –que nunca dejó de hablar de los niños muertos en El Mozote-, le puso un transmisor viejo de la Venceremos en el camino. Supo que Monterrosa no iba a permitir que nadie más que él mismo llegara al cuartel con el trofeo perseguido por años. Monterrosa inmediatamente voló al lugar del descubrimiento, subió el trofeo a su helicóptero, y murió. El trofeo contenía una bomba que fue activada por los guerrilleros bajo el mando de Villalobos, cuando vieron despegar al helicóptero.

Némesis no tolera la soberbia. No tolera que el mal que hace un hombre lo lleve al poder. Para materialmente destruir al hombre asesino que estaba al punto de abrazar el poder, Némesis se apoya en el comandante guerrillero –con tu perdón, Joaquín-, pero sobre todo en Rufina, la muchacha campesina que representa la verdad. A ella, Némesis le da el don de contar la historia de El Mozote tal cual. Le da este don raro de la verdad que no da espacio para la duda.

Muere Rufina, 26 años después de la masacre, pero no muere la verdad. Queda con nosotros la verdad de Rufina haciendo imposible que falsifiquen la historia. Haciendo imposible que a Monterrosa lo suban a estatus de héroe nacional. Queda en la memoria de la humanidad el coronel Monterrosa como el que echó a perder todo: sus ambiciones de ganar la guerra; sus ambiciones de llegar al poder político como el héroe que ganó la guerra contra el comunismo. Y de paso echó a perder el éxito de la nueva estrategia contrainsurgente norteamericana (la estrategia post-Vietnam), basada en el entrenamiento gringo de tropas elites y su conducción a control remoto, sin mancharse las manos blancas. Quedaron manchadas. Se quedaron sin poder vencer la insurgencia. Gracias a Rufina Amaya. Perdón, diosa, gracias a Némesis.

(Publicado en El Faro)