martes, 19 de agosto de 2008

¿Qué tan creíble es el viraje del Frente?

Los partidos de izquierda sinceros y democráticos no producen giros programáticos sin pasar por debates abiertas, públicas y fuertes. El Partido Socialista Obrero Español PSOE necesitó cuatro congresos (entre 1976 y 1981) para conseguir una clara redefinición programática, renunciando al marxismo y abrazando la economía social de mercado. En el transcurso de estos debates, en 1979, Felipe González renunció a la presidencia del partido, ya que este no estaba listo para renunciar a la visión autoritaria del socialismo estatal. Fue solamente cuando en el siguiente Congreso Extraordinario --que se celebró medio año más tarde-- el partido logró el viraje hacía la concepción socialdemócrata que Felipe González aceptó volver a la presidencia del partido y asumir la candidatura a presidente del gobierno español.

El pueblo español votó mayoritariamente por Felipe, porque el proceso de cambio del PSOE tenía credibilidad. El liderazgo de Felipe se había comprobado en las batallas frontales contra la inercia ideológica de su propio partido. Antes de poder gobernar, el dirigente tenía que probar que tenía capacidad de transformar su partido. El hecho que dentro del partido había un grupo que no renunció a su oposición a esta transformación, no le restó credibilidad al PSOE y su candidato. Por lo contrario, la ausencia de voces disidentes hubiera despertado sospechas...

Felipe no dudó de llevar adelante esta batalla por construir una izquierda democrática, lejos de ortodoxias, porque tenía un mentor extraordinario: Willy Brandt, en estos años jefe del primer gobierno socialdemócrata de la post guerra alemana. Los socialdemócratas alemanes, para poder aspirar a un apoyo electoral mayoritario, también habían pasado por un largo debate interno que los llevó en 1959 a abandonar las posiciones marxistas que propagaban el control estatal sobre los medios de producción. Estoy hablando del Programa de Godesberg, donde el eterno debate sobre el marxismo al final se definió a favor de los renovadores, cuando uno de los dirigentes históricos del partido, el ex-comunista Herbert Wehner, exclamó: “¡Haganle caso a alguien que ha estado donde asustan!”

Las izquierdas de Alemania y España nunca hubieran llegado a representar mayorías si hubieran producido estos virajes programáticos sin debate público. Nunca han tenido Congresos partidarios donde unánimemente --sin debate, sin confrontación ideológica, sin resistencia, sin votos en contra-- aprueban virajes programáticos. Primera, hubiera sido imposible, por el carácter democrático de estos partidos. Segundo, ¿qué credibilidad hubiera tenido un viraje sin resistencia, sin debate, sin disidencia?

La Convención del FMLN de este domingo, y la manera cómo unánimemente, sin debate, sin voces de disidencia, aprobaron el nuevo programa de gobierno, nada tienen que ver con la tradición conflictiva, pero profundamente democrática, de los socialistas españoles y de los socialdemócratas alemanes. Recordaba más a los congresos de los partidos comunistas donde la unanimidad no era resultado de discusiones sino expresión del autoritarismo. Los comunistas siempre han tenido una gran capacidad de producir virajes estratégicos, pero nunca fueron resultado de un proceso sincero de análisis crítico de su propia historia.

Un partido como el FMLN, que hasta ahora ha preferido expulsar o callar a sus mentes críticas en vez de promover el debate interno, necesita más que el ritual uniformado de esta Convención para convencer a la opinión pública que está cambiando en serio.

Mientras no escucho este debate público y sincero, los cambios programáticos promovidos por Salvador Sánchez Cerén y Mauricio Funes son tácticos.

De paso sea dicho: No espero de ARENA nada diferente, mucho menos un debate interno de altura para producir un programa nuevo. Pero ahí no estamos hablando de un partido deliberante, sino de una maquinaria electoral. ARENA, aunque a veces parece que quiere, no trata de presentarse como un partido socialdemócrata.

Un partido de izquierda democrática --pregunten a Felipe González o a Lula-- es democrático, transparente y deliberante, o es un fraude. El FMLN de Mauricio Funes, más parece un fraude.

Esto quiere decir que no sea positivo que el FMLN y Funes hayan aterrizado en posiciones más racionales frente al TLC, el rol de la empresa privada, la dolarización, etc. Es positivo para el país. Lo que no quitó la Convención es la duda si estas nuevas posiciones son sinceras y confiables.


(Diario de Hoy. Observador Electoral)