jueves, 9 de agosto de 2012

Columna transversal: El conflicto actual no marca un retroceso, sino un avance

"Es como si la guerra se hubiera desmontado en el terreno donde se disparan las armas, pero siguiera presente en el plano donde se manifiestan los ánimos". Esta es la frase clave de una columna de opinión que David Escobar Galindo publicó el pasado 23 de julio. Aunque no lo dice explícitamente, todos entendemos que está hablando del actual conflicto sobre la Corte Suprema.

David tiene el don de entender la realidad desde el punto de referencia de los Acuerdos de Paz. De su comprensión íntima de este proceso han surgido indispensables visiones sobre el carácter de nuestro tránsito a la democracia. Sin embargo, en esta ocasión su normalmente tan acertado prisma del pasado para echar luz al presente le hizo trampa. El actual conflicto sobre la Corte, aunque enfrenta nuevamente a ARENA y el FMLN, por nada es la prolongación de la guerra en otros campos. Aunque es cierto que este conflicto nuevamente polariza profundamente la clase política (y en menor escala la sociedad), no es la prolongación de la histórica polarización entre izquierda y derecha que se materializó en la guerra.

La actual confrontación va transversal al antagonismo ideológico de los dos campos históricos que hicieron la guerra y pactaron la paz. Esto se hace evidente cuando uno ve a los protagonistas del pleito sobre la independencia de la Corte. Es cierto: En una esquina, declarando guerra sin cuartel a una Sala de lo Constitucional que se atreve a ejercer la plena independencia que le confiere la Constitución, está la dirigencia del actual partido FMLN, y en la otra esquina, contrarrestando este ataque, están los dirigentes del actual partido ARENA. A primera vista parece la prolongación de su confrontación histórica. Pero viéndolo bien, en su esquina el FMLN está acompañado por Mauricio Gutiérrez Castro, Chico Merino y Rodolfo Parker, todos durante la guerra protagonistas del polo opuesto. También por Tony Saca y el resto de ex-areneros, quienes tan reciente que en la campaña presidencial del 2009 revivieron la confrontación de la guerra para desacreditar al FMLN y quedarse con el poder.
Y en la esquina opuesta, además de ARENA están Florentín Meléndez, magistrado con larga trayectoria de defensa de derechos humanos, y Sidney Blanco, uno de los acusadores en el proceso contra los asesinos de los jesuitas. Y en la misma esquina se han agrupado un montón de personas y sectores que durante la guerra eran parte o aliados del FMLN: los jesuitas de la UCA, los socialcristianos del CD, dirigentes guerrilleros como Facundo Guardado y Dagoberto Gutiérrez, intelectuales de izquierda como Roberto Rubio y Salvador Samayoa.

El conflicto actual va atravesando las históricas divisiones ideológicas. No las borra, pero las hace permeables y en cierta manera irrelevantes, por lo menos cuando el compromiso compartido con la democracia y sus principios de separación-independencia-balance de poderes demanda acción común.
El actual conflicto genera nuevamente polarización, pero ya no entre derecha e izquierda, sino entre demócratas (de derecha e izquierda) y autoritarios (también de derecha e izquierda). Todo esto, lejos de ser un muestra que estemos recayendo en el esquema de polarización de la guerra, por lo contrario es muestra que estamos avanzando; que este esquema ya no sigue intacto (gracias a Dios), y que hay espacio para alianzas nuevas y plurales capaces de defender y hacer avanzar el proceso democrático.
Viéndolo así, lo que está pasando en la clase política y la sociedad entera alrededor del conflicto sobre la Corte es un paso importante para cumplir con lo que los Acuerdos de Paz nos demandan: romper con las fatales lealtades de los bloques ideológicos, y sustituirlas con una nueva lealtad adquirida: con la Constitución. En última instancia, romper los bloques ideológicos de la guerra fría (y la nuestra caliente). Enhorabuena.

Esta ruptura tiene por consecuencia que de repente los autoritarios de ambos bandos de la guerra y post-guerra se unen y actúen juntos, cosa peligrosa y grave, como lo estamos viendo en el nuevo bloque de partidos (de izquierda y derecha) que ataca la independencia de la Sala. Lo estamos viendo también en el pacto Funes-Saca. La buena noticia es que al mismo tiempo los sectores democráticos de ambos bandos, históricamente confrontados, forman alianzas antes impensables, para defender la democracia y asegurar que avance a una institucionalidad más sólida. Lo estamos viendo en Aliados por la Democracia, en acciones conjuntas de FUSADES con FUNDE, o en argumentaciones coincidentes de Dagoberto Gutiérrez y la Asociación de Industriales.

Enfocar que en este nuevo conflicto estén enfrentados nuevamente el FMLN y ARENA, es una reducción equivocada del proceso. Y comparar esto con la polarización histórica de la guerra, no toma en cuenta algo esencial: El FMLN ya no es el mismo, porque se ha desecho de sus sectores democráticos, o por lo menos restringido su influencia. Y ARENA tampoco es la misma, porque se ha desecho de sus partes más corruptas y autoritarias, o por lo menos restringido su influencia.
(El Diario de Hoy)