lunes, 1 de noviembre de 2004

Batallas Culturales

Cuando escribo esta columna, faltan sólo dos días para las elecciones que definirán la presidencia de Estados Unidos. Cuando Usted lea esta columna, posiblemente ya sabrá el resultado. Parece, entonces, demasiado tarde para intervenir en esta batalla, y más conveniente esperar una semana y de un solo comentar el desenlace.

Sin embargo, no se trata de intervenir en la batalla. Los pocos lectores de El Faro que participarán en estas elecciones, de todos modos votarán contra Bush.

Intervengo porque considero que se trata de mucho más que unas elecciones. Se trata de un fenómeno mucho más amplio y profundo, no sólo en Estados Unidos sino en muchas partes del mundo: el resurgimiento de divisiones ideológicas bien marcadas. En Estados Unidos tiene lugar la batalla electoral más polarizada de la reciente historia, entre un conservadorismo muy marcado de fundamentalismo religioso y patriotismo reaccionario, por el lado de Bush, y un liberalismo con muchos componentes de conciencia social, representado por Kerry. Al mismo tiempo, en Europa se está abriendo un debate muy profundo sobre la definición de la Europa unida que se está configurando: ¿Es la religión cristiana el denominador común de esta comunidad de naciones, como dicen las derechas? ¿O las une más bien la concepción secular del Estado, como lo entienden los liberales y las izquierdas europeas? En el primer caso es impensable la integración de Turquía en la Unión Europea, en el segundo caso es lógico que Turquía pertenece a Europa a pesar de ser un país musulmán; y que Arabia Saudita no tiene cabida en Europa, no por ser un país musulmán, sino por ser un país sin libertades religiosas, sin Estado laico, sin tolerancia.

Cuando con el colapso del imperio soviético también colapsó la guerra fría, muchos predecían que terminaba el predominio de las ideologías y que entrábamos en una fase de pragmatismo. Pero resulta que hoy en día hay una marcada diferencia ideológica o cultural, tanto en las Américas como en Europa, entre el conservadorismo de las derechas y los pensamientos progresista de los liberales y las izquierdas.

En las elecciones españolas de este año quedó claro que entre Aznar y Zapatero hay una diferencia que va mucho más allá de diferencias sobre política exterior y económica: representan diferentes culturas, modos de pensar, maneras de concebir el mundo y su futuro. Exactamente lo mismo pasa en Estados Unidos. En los tres debates entre Kerry y Bush quedó claro que las políticas concretas de ambos no difieren tanto, pero que estos dos hombres representan dos culturas políticas muy marcadamente diferentes, casi irreconciliables. Cultura de inclusión versus cultura de exclusión. Cultura de solidaridad versus cultura de darwinismo. Cultura de patriotismo versus cultura de cosmopolitismo. Cultura de tolerancia versus cultura fundamentalista. La polarización muy fuerte que caracteriza esta campaña presidencial en Estados Unidos surge de estas diferencias culturales-ideológicas, no de las propuestas políticas concretas. De todos modos hay un margen de maniobra muy estrecho para cambios de política de seguridad, económica o social. Pero de la elección de Bush o Kerry depende cómo las cortes federales van a interpretar la constitución durante los próximos veinte años: de manera reaccionaria o de manera liberal.

Cuando Aznar declara que para él hay una continuidad de las guerras españolas contra los moros hasta las guerras actuales en Afganistán y Irak; o cuando la dirección de la democracia cristiana alemana propone un referéndum popular contra la integración de un país no-cristiano a la Unión Europea, o cuando la derecha francesa quiere prohibir a las mujeres inmigrantes de países musulmanes el uso de sus tradicionales velos, están abriendo batallas culturales, igual que la derecha fundamentalista detrás de Bush con sus campañas contra el aborto, la homosexualidad y los inmigrantes.

Estas batallas culturales no son nuevas. Han sido un componente de los procesos políticos por siglos. Sin embargo, en la segunda parte del siglo XX, del fin de la segunda guerra mundial en 1945 hasta el colapso del bloque socialista en el 1989, la guerra fría fue tan predominante que distorsionó los mapas políticos en casi todos los países del mundo. La profunda contradicción entre conservadores y liberales (estamos hablando de liberales en el plano cultural y político, no de los neoliberales en el campo económico) fue opacada por la contradicción no conciliable que ambas corrientes -el bloque conservador y el bloque liberal-socialdemócrata- tenían con el socialismo autoritario al estilo soviético.

Sin la guerra fría con sus fenómenos de distorsión ideológica -el anticomunismo irracional en todas las corrientes enfrentadas al bloque soviético, incluso los socialdemócratas, por un lado; y el irracional antiliberalismo en todas las tendencias socialistas, incluso los socialdemócratas, por el otro lado- vuelve a surgir la contradicción cultural fundamental: entre conservadorismo y liberales. Y vuelven a acercarse las corrientes del liberalismo político y de la socialdemocracia, uniéndose contra el proyecto conservador que une a los neoliberales, los evangélicos fundamentalistas, los católicos reaccionarios tipo opus dei, y que en varios países (Italia, por ejemplo) incluye la ultraderecha racista.

En este contexto se entiende el acercamiento entre los liberales de Estados Unidos, representados muy fielmente por Kerry en esta campaña, y los socialdemócratas europeos. Tony Blair y su amistad con Bush son la excepción que confirma esta tendencia. Basta escuchar los debates dentro del Partido Laborista británico para saber que este accidente histórico se llama Blair y no Labour Party.

En nuestras latitudes todavía no se ha conformado el bloque liberal-socialdemócrata. Aquí parece que aun estamos en la guerra fría. El mapa político no se ha redibujado. Siguen dominando las dos fuerzas protagonistas de la guerra, Arena y FMLN. Los verdaderos liberales no se han desprendido de los neoliberales y conservadores de Arena; los socialdemócratas no se han constituido con personalidad propia, algunos todavía no se han desprendido del FMLN. Una vez que los liberales y los socialdemócratas se desprendan de los respectivos polos autoritarios de derecha e izquierda, encontrarán la necesidad y la forma de coaligarse contra las tendencias conservadoras. (Publicado en El Faro)