lunes, 11 de abril de 2005

Misión Imposible

Me desvelé para ver en televisión el funeral del Papa en Roma. Vi llegar a los reyes, los jerarcas, los presidentes. Escuché la homilía del Cardenal Ratzinger. En algún momento, entre las 4 y las 5 de la mañana, me dormí en el sillón. Me desperté a las 6, me bañé, y salí de la casa para comprar los periódicos. Caminando por la calle pensé: En estos precisos momentos tiene lugar en Roma, en cripta de la basílica San Pedro, el entierro final de Karol Wojtila.

Compré los dos matutinos y comienzo a dudar de mis ojos: "Despide el mundo al Papa. Esta madrugada fue enterrado," reza la portada de El Diario de Hoy del viernes 8 de abril. Confundido chequeo mi reloj: son las 6 con 20 minutos. Acabo de ver la misa en Roma en transmisión directa desde Roma. A continuación iban a trasladar a los restos del Papa a la cripta para sepultarlo en ceremonia privada. Después, chequeando los cables de las agencias internacionales, me daría cuenta que el entierro en la cripta tuvo lugar a las 2.20 p.m. hora de Roma que equivale a las 6.20 a.m. en San Salvador, momento preciso que yo tuve en mis manos un periódico que reportaba este hecho histórico.

Abro La Prensa Gráfica y leo, en página 2 el inicio del reportaje firmado por José Luis Sanz: "Juan Pablo II yace bajo tierra... "Sigue el relato de la ceremonia que acaba de ver en vivo en televisión, incluyendo la parte del entierro que no fue transmitida y que supuestamente estaba concluyendo en estos segundos. A la par, en página 3, La Prensa Gráfica reproduce una infografía bajo el siguiente texto: "Bajo Tierra. Desde hace apenas unas horas, el cuerpo de Juan Pablo II yace enterrado en el mismo lugar..."Y el otro enviado especial que tenemos en el Vaticano, Eric Lemus, escribe en El Diario de Hoy (misma fecha viernes 8): "El Papa Juan Pablo II fue sepultado esta madrugada en las grutas de la Basílica de San Pedro (...) Al final de la misa, el féretro que contenía los restos mortales del Sumo Pontífice fue llevado en procesión hacia la cripta vaticana (...) Los asistentes comenzaron a retirarse cabizbajos y en silencio..."

Esto último, la retirada de los asistentes a la misa, calculo que debe haber tenido lugar más o menos a las 4 a.m. hora salvadoreña. En este momento ya tiene que haber salido de la rotativa el periódico que estoy leyendo a las 6:20 a.m. Calculo que el último momento en que el periódico puede haber recibido los últimos detalles por parte de su enviado especial ha sido las 10 a.m. en Roma (2 a.m. en San Salvador): a esta hora apenas comenzaron las ceremonias funerales que iban a durar 4 horas y 20 minutos.No hay duda, o los enviados especiales de nuestros matutinos, o los editores de cierre aquí en El Salvador, nos mintieron: en vez de escribir lo que presenciaban, pusieron en los reportajes lo que en el programa oficial del Vaticano estaba anunciado que iba a pasar, confiando en que no pudo haber cambios o fallas en los rituales del Vaticano. Tuvieron suerte y en Roma no pasó nada imprevisto. ¿Y si hubiera pasado algo en los últimos minutos, justo cuando las rotativas de El Diario de Hoy y de La Prensa Gráfica ya estaban imprimiendo la historia que tuvo lugar en estos momentos? ¿Si hubiera pasado un atentado o si se hubiera desmayado George Bush?

Reportar lo que en el momento de imprimir el periódico ni siquiera ha tenido lugar es una falacia. Nadie exige a los periódicos lo imposible que es competir con la cobertura instantánea de los medios electrónicos (radio, televisión, internet).

Esta tontería ilustra hasta que grado un evento histórico como la muerte del Papa induce a nuestros periódicos a medidas irracionales de mercadeo y de venta. Cuando piensan que algo es bueno para vender, les vale un pepino la ética periodística e incluso el respeto a la dignidad de la persona. Ni siquiera cuando se trata del Santo Papa.Comencemos con aquellas fotos horribles que publicaron en Semana Santa: el Papa en la ventana de San Pedro, queriendo y no pudiendo hablar, su cara marcada de dolor, impotencia, agonía. Para mi criterio, publicar gustosamente, en ampliación, fotos que demuestran de esta manera la agonía de un hombre luchando contra la muerte, es imperdonable. Nadie permitiría la explotación comercial de una foto de un familiar en agonía. El hecho que el hombre es una figura pública, tampoco no justifica este abuso. El hecho que se trata del Papa -su Santidad Juan Pablo II para los católicos- mucho menos. No hay ninguna necesidad del público de conocer tan de cerca la agonía de un hombre. Es más: a partir de la morbosa publicación de estas fotos en El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica, todos los sermones que leo en estos periódicos sobre el legado del Santo Papa, para mi adquieren un tono cínico e hipócrita.

Después los enviados especiales. Las agencias mandan tanto material desde Roma que nuestros periódicos no tienen capacidad de procesar, ordenar y editar la información. Todos los días publican entre una hasta dos docenas de páginas sobre la muerte del Papa, llenas de repeticiones y contradicciones. Información y análisis muy relevante a la par de un despliegue desordenado de detalles insignificantes o no interpretados. El típico ejemplo de que muchas veces, menos sería más; y más es menos.

Y encima de todo este flujo permanente de información que no saben manejar, mandan enviados especiales. No es que yo le envidio a mi amigo José Luis Sanz la oportunidad de pasar un mes en Roma (bueno, un poco, para ser honesto). Cualquiera estaría feliz con esta oportunidad. Lo que definitivamente no le envidio a Sanz y Lemus es la tarea de escribir diaria y seriamente desde el Vaticano sobre la muerte del Papa y la elección del nuevo Papa, como parte de un contingente de 3,500 periodistas de todo el mundo. Misión imposible. Lo que queda mostrado, día a día, en las páginas de nuestros matutinos. Los pobres enviados especiales no pueden producir más que notas de color. Igual que Carlos Dada, cuando La Prensa Gráfica lo mandó a Irak, no pudo producir mucho más que notas de sentido humano sobre los soldados cuzcatlecos perdidos en un país, una cultura y una guerra donde nada tenían que hacer.

Hay eventos internacionales que requieren que se manden enviados especiales. Lo de Irak era uno, pero lo aprovecharon mal limitando la misión de Carlos Dada a acompañar al Batallón Cuzcatlán. No le dieron recursos ni permiso para informar sobre Irak, la ocupación y la resistencia. Ni siquiera le dieron chance a investigar si había tareas de reconstrucción a cumplir por los salvadoreños.

Lo del Papa no es un evento que merece mandar a un enviado especial, a menos que el periódico quiera tener a alguien en el Vaticano en caso que la suerte le regale una señora de Santa Tecla que se desmaye frente al féretro del Santo Papa, o que una muchacha encinta de Olocuilta se emocione tanto que de luz en la mera Plaza de San Pedro. Lo importante de todas formas será inaccesible para 3,450 de los 3,500 enviados especiales. Habrá unos cuantos, con relaciones que han cultivado durante años, que tendrán acceso a uno que otro cardenal para que off the record le expliquen el juego de poder, el balance de tendencias teológicas y políticas en el Vaticano a la hora de elegir al nuevo Papa. Los reportajes o análisis de estos pocos serán difundidos por los periódicos grandes del mundo o por las agencias. A los periódicos salvadoreños les llegarán vía agencias o internet, pero jamás vía sus enviados especiales.

Mantener enviados especiales en el Vaticano puede corresponder a estrategias de marketing, pero no a concepciones periodísticas. De todas formas, les deseo que la pasen bien en Roma. Vacaciones no son, porque andar en medio de 3,500 periodistas tiene que ser tortuoso. Pero algo de Italia y Roma podrán gozar. Talvez después nos regalen reportajes lindos sobre las nuevas tendencias de la cocina italiana o sobre el efecto de la primavera sobre el comportamiento de las mujeres en Roma.

Ojalá que, a pesar del mal antecedente que los periódicos sentaron con su cobertura desde el Vaticano, sigan mandando a reporteros a cubrir eventos internacionales cuando estos lo merezcan. Me gustaría leer, en algún momento, reportajes de un corresponsal salvadoreño que viaje a Palestina e Israel para observar los obstáculos y avances del proceso de paz; o a Sudáfrica para comparar el proceso de reconciliación en el país de Mandela con la experiencia nuestra. Me gustaría que los periódicos salvadoreños tengan un periodista experimentado que dirija una oficina en Washington. Espero leer reportajes de enviados especiales sobre la revolución educativa en varios países asiáticos. Etcétera, etcétera, hay tanto que descubrir. Pero que no manden a nuestros mejores periodistas a donde sólo se pueden hacer los ridículos con notas insignificantes (como las de color que mandaron durante una semana) y medio fabricadas (como las del entierro).
(Publicado en El Faro)