domingo, 24 de abril de 2005

Por suerte hay sorpresas

No creo en milagros, pero si en sorpresas. Creo en el cambio. Suficientes cosas que durante años hemos visto como inamovibles, sorprendentemente han cambiado. Viví mis años universitarios bajo la sombra del muro de Berlin. Soñamos las utopías más atrevidas, como la del hombre nuevo, la paz mundial, la revolución cultural, la justicia social, pero nunca nos imaginábamos que el muro podía caer. En los últimos días, la historia me sigue sorprendiendo. Y sigue alimentando mi creencia en el cambio.

Un teólogo alemán con una trayectoria de 30 años de una lucha celosa para mantener la estructura arcaica y las doctrinas reaccionarias de la iglesia católica contra los vientos del cambio, al sólo ser electo Papa, comienza a dar señales de cambio. Hay quienes piensan que Joseph Ratzinger se convertirá en el reformador que todos estaban buscando entre los cardenales sin poder pero con larga trayectoria liberal o social. Lejos de ser vaticanólogo, me atrevo a decir que es más probable que este hombre, en vez de reestablecer la santa inquisición, entrará en la historia como Papa del cambio. Es que los cambios no surgen de los hombres, mucho menos de individuos, por más poderosos que sean. Los cambios surgen de necesidades. La iglesia católica no tiene futuro si no logra ponerse en sintonía con las necesidades de dos grandes mayorías: las mujeres y los pueblos emergentes del tercer mundo. Joseph Ratzinger, como prefecto para la puridad de la doctrina, luchó incansablemente contra la teología de liberación que quería vincular a la iglesia a las luchas por la justicia social. Como Papa, el mismo hombre se pondrá a la cabeza de un viraje de la iglesia católica hacía una posición muy crítica al capitalismo neoliberal. Cambios comparables se están anunciando en el campo político-partidario. Igual de sorprendentes. Y por casualidad (o tal vez no por casualidad), también provenientes de Alemania.

El presidente del Partido Socialdemócrata Alemán, Franz Muentefering, sorprendió a sus adversarios y compañeros, sobre todos los que están sentados en el gabinete de ministros del también socialdemócrata Gerhard Schroeder, con un discurso contra "el capitalismo salvaje" de las empresas multinacionales y de los bancos internacionales. No es un discurso populista dentro de una campaña electoral. Es un discurso serio, bien fundamentado, en un foro del partido que trabaja para renovar la plataforma de principios del partido. El Partido Socialdemócrata Alemán vuelve a una posición crítica al capitalismo, a las dirigencias empresariales, y exige "un estado fuerte capaz de intervenir en favor de la justicia social". Primera sorpresa, porque la política de los socialdemócratas alemanas ha sido, en los últimos 10 años, la aplicación de las reformas neoliberales. Con un argumento que iba así: Las reformas amargas al estado del bienestar son inevitables. Mejor las hacemos nosotros, con sentido de justicia social, que la derecha que lo haría con venganza.

Segunda sorpresa: el partido, casi en su totalidad, aplaude el viraje y lo lleva a las plazas públicas en su campaña electoral. Algunos periódicos se asustan: "Vuelve la lucha de clases..."
La tercera y más grande sorpresa se lleva la presidente del Partido Demócrata Cristiano, Angela Merkel, cuando ataca a los socialdemócratas por su renovada crítica al capitalismo: una buena cantidad de dirigentes democratacristianos salen en defensa de su adversario y reclaman un regreso del partido democratacristiano a sus raíces socialcristianos y anticapitalistas con los cuales nació en los años de posguerra y de la fundación de Economía Social de Mercado. Un ex-ministro de asuntos sociales, un ex-secretario general del partido y el probable futuro jefe de gobierno en el estado federal más grande e importante de Alemania se unen a la crítica anticapitalista de los socialdemócratas. Heiner Geissler, ex-secretario general del partido democratacristiano dice: "El capitalismo es tan equivocado como el comunismo. Pero la ideología dominante hoy es el capitalismo anarquista." Y hablando de los bancos multinacionales, el dirigente democratacristiano dice: "Estas empresas operan con la misma libertad que la mafia, el narcotráfico, el terrorismo..."

Con casi los mismos términos, sólo de manera más radical que su contrincante socialdemócrata, Geissler exige lo mismo: un estado fuerte, una política social del estado, un mercado regulado y ordenado...

¿Milagro? ¿Conversión? ¿Traición? Nada de eso. Es la fuerza de la razón. Es el cambio producido por la necesidad. Socialdemócratas y democratacristianos llegando a las mismas conclusiones, porque las recetas anteriores adaptadas por los dos partidos, no dieron resultados y sólo abrieron paso a un poder aun más grande y menos controlado del capital financiero internacional.

En El Salvador leo documentos de Fusades predicando la necesidad de una política del estado en el área social. Escucho a representantes de organismos norteamericanos como la AID y otros controlados por Washington como el BID o el Banco Mundial hablando en idiomas no tan diferentes a Joseph Ratzinger cuando habla de equidad o a los socialdemócratas y democratacristianos alemanes cuando hablan de la necesidad de tener un estado que no es instrumento del capital...

Escucho a miembros del gabinete de gobierno de ARENA hablando del rol subsidiario del estado. Escucho a gente seria hablando de la necesidad de crear una fuerza socialdemócrata y otros hablando de reconstruir a la democracia cristiana, con toda su trayectoria de fuerza de cambia social.

Otra vez me pregunto: Si no son milagros, entonces, ¿qué diablos está pasando? No puede haber una gran conspiración que pone al Santo Papa, a los socialdemócratas, a los demócratas cristianos y hasta al presidente de El Salvador y del partido ARENA a hablar de lo mismo, en casi los mismos términos.

Otra vez digo: las necesidades se están imponiendo. No hay manera de seguir sin una política de estado que asuma la responsabilidad de ordenar y, cuando sea necesario, corregir al mercado. Ni en Alemania, ni en El Salvador.

Falta ver las prácticas. Falta ver quien usa el discurso del cambio y de la responsabilidad social de manera populista. Falta ver quienes toman en serio su nuevo discurso. Y a lo mejor, al final nos llevamos otras sorpresas. (Publicado en El Faro)