lunes, 11 de julio de 2005

Amalgama de resentimientos

"El nuevo partido de izquierda ni es nuevo ni es de izquierda", eso es el juicio de un grupo de renombrados escritores alemanes sobre el nuevo fenómeno en el mapa político alemán: un partido llamado "Linkspartei" (partido de izquierda).

¿Qué es el Linkspartei? Formalmente surge de un cambio de nombre del PDS (Partei des Demokratischen Sozialismus - Partido del Socialismo Democrático), el cual surgió en 1999 de un cambio de nombre del SED, nombre bajo el cual el Partido Comunista gobernó Alemania Oriental desde 1949 hasta la caída del muro en 1989.De hecho, el cambio de nombre de los comunistas es el requisito para que un grupo nuevo que ha surgido de escisión del Partido Socialdemócrata admita unirse con el PSD, primero en una alianza electoral, a mediano plazo en un nuevo partido. Los socialdemócratas disidentes, encabezados por el ex presidente del Partido Socialdemócrata Oscar Lafontaine, aportan al matrimonio un potencial electoral alrededor de los 10 por ciento en Alemania Occidental, mientras que el PSD, con 30% el segundo partido más fuerte en Alemana Oriental, en la parte occidental no sobrepasa los 2 por ciento.

Entonces, un matrimonio de conveniencia. No necesariamente de amor. Unidos por dos cosas: primero, la matemática electoral, que no es nada prometedora para cada uno separado, pero muy prometedora para la alianza. Pueden llegar a establecerse como tercera fuerza con un 15% del electorado, según las encuestas actuales; segundo, el enemigo común: Gerhard Schröder, líder de la socialdemocracia y el jefe del gobierno. Los dos, los comunistas y los socialdemócratas disidentes, detestan a Gerhard Schröder porque representa para ellos la esencia del reformismo pragmático. La política del gobierno Schröder de efectuar las reformas amargas pero necesarias al modelo clásico del estado de bienestar antes de que la derecha lo cambie por el modelo neoliberal, ha provocado que una parte minoritaria pero no marginal de su partido -y sobre todo del ala sindical de su partido- se separara del partido y buscara establecer una alternativa "a la izquierda de la socialdemocracia".

Esto es precisamente lo que los escritores, algunos exponentes del movimiento del 68 en Occidente, otros exponentes de la oposición democrática en Oriente, niegan enfáticamente: "El nuevo Linkspartei ni es nuevo ni es de izquierda, así como el Partido del Socialismo Democrático, sea cual sea el nombre que se ponga, no representa al socialismo democrático."
Me llena de mucha alegría poder constatar que, a pesar de la distancia de 40 años y miles de kilómetros, todavía pienso en sintonía con mis compañeros de batallas callejeras y de tertulias literarias Peter Schneider y Hans Christoph Buch quienes firman la crítica pública al nuevo partido supuestamente de izquierda que abre un segundo frente de guerra a la socialdemocracia, justo en el momento en que está retando a la derecha demócrata cristiana en elecciones anticipadas. Estas elecciones, a celebrarse en septiembre u octubre de este año, se están convirtiendo en un referéndum sobre el curso de Alemania: o reformar el estado de bienestar para salvarlo, como quieren los socialdemócratas; o abolirlo y sepultarlo, como plantean los neoliberales. En esta situación, los disidentes socialdemócratas -representando una especie de ortodoxia socialdemócrata y sindical- quienes abandonaron al Partido Socialdemócrata Alemán porque no aceptan las reformas que Schröder recetó al estado de bienestar para transformarlo y salvarlo, irónicamente se unen con los comunistas quienes siempre han sido enemigos de estado de bienestar desarrollado en Alemania Federal.

El resultado de esta alianza no es una nueva fuerza de izquierda. Es una amalgama de los más diversos resentimientos que florecen en un país en transición política y estagnación económica: los profundos resentimientos de los comunistas alemanes que perdieron el poder absoluto y represivo contra una revolución pacífica de su pueblo; los resentimientos de un sector sindical que se siente en defensiva ante las tendencias de la integración europea y la globalización de los mercados; y hasta los resentimientos xenofóbicos de una parte de la clase trabajadora alemana que responsabiliza a los inmigrantes de su desempleo.

El hecho que los líderes de esta nueva alianza de resentidos ocupen un discurso populista que poco se distingue del discurso xenofóbico de las derechas europeas, les puede, lastimosamente, servir de trampolín electoral. Para el concepto de una nueva izquierda, significa el suicidio. (Publicado en El Faro)