lunes, 9 de enero de 2006

Toni for mayor

Cuando en marzo los habitantes de la capital vayan a elegir a su alcalde, la mayoría no escogerá entre los candidatos que están en la papeleta: Violeta Menjívar, Carlos Rivas Zamora, Rodrigo Contreras Teos o Rodrigo Samayoa. Ninguno de ellos llena los requisitos mínimos para ser alcalde de San Salvador. La mayoría votará por Elías Antonio Saca.
Después de la experiencia del 2003, cuando la mejor candidata –la única que cumplió con el requisito que mucha gente aplica a los candidatos a la alcaldía capitalina: de ser presidenciable, en la tradición de José Napoleón Duarte, Armando Calderón y Héctor Silva- fue derrotada por un hombre desconocido (para la mayoría; e incapaz para la minoría que lo conocía) como Carlos Rivas Zamora, Arena tomó la única decisión posible para ganar la batalla por San Salvador: convertirla en un referéndum sobre el presidente Saca.
Arena aprendió una lección de las debacles de sus candidatos estrellas Luís Cardenal y Evelin Jacir: En la cultura política tan dominada por posturas ideológicas del país y tan despersonalizada de la metrópolis San Salvador, los candidatos, sus valores humanos y capacidades profesionales valen poco.
Esto pone también en su justa dimensión el fenómeno Silva: Todos pensábamos que Héctor Silva había ganado la alcaldía dos veces. En realidad la había ganada el FMLN, y afuera del FMLN se apagó la estrella de Silva.
Si el FMLN ganó en 2003 con la consigna: No importa el candidato, importa el partido, hoy Arena aprendió la lección y postula: No importa el candidato, importa el presidente. E importa el poder fáctico del país. Por eso: Hagamos equipo, el team gerencial de la alcaldía, el presidente, y el poder fáctico de la empresa privada.
Es por eso que la campaña abierta para Rodrigo Samayoa es como si lo postularan no para alcalde sino para gerente de la alcaldía. El mensaje real de Arena es: No tenemos candidato aceptable, igual que los demás; tenemos a un buen gerente que no tiene liderazgo, no tiene carisma, no brilla, pero es un excelente administrador. Mejor que cualquiera de sus contrincantes. Del pequeño resto –de la dirección de la capital; de crear la energía capaz de parar e invertir el proceso de decadencia de la ciudad- se hará cargo el presidente de la República, con la ayuda de la empresa privada.
La batalla real por San Salvador es, entonces, entre el FMLN que dice: No importa que la candidata sea inexperta y que ni siquiera la quieren en su natal Chalatenango, el que va a gobernar es el partido; y Arena que dice: no importa que el candidato no tiene programa, no sabe debatir, la situación del municipio de San Salvador es tan grave que el presidente Saca lo va a intervenir, el gobierno central va a asumir la tarea de sanear la ciudad capital.
La batalla no es Violeta Menjívar contra Rodrigo Samayoa, sino el poder real del partido FMLN contra el poder real del presidente. Ganará el presidente.Si Arena hubiera apostado a contestar el reto del FMLN literalmente, compitiendo partido contra partido, el Frente gana. Pero Arena aprendió la lección y apostó ni al candidato ni al partido, sino al presidente.
Intervenir la capital no es una idea tan descabellada. Hay situaciones de crisis cuando el gobierno tiene que hacerlo. Sin embargo, tiene que ser resultado de un acuerdo nacional construido con mucha transparencia, no de una campaña electoral engañosa que lleva la intervención del ejecutivo central como mensaje sublime pero no directo.
Esto es uno de los problemas serios que veo en este proceso. El otro es aun más grave: La campaña de Arena lleva implícito un chantaje muy preocupante: Si votan por Arena, el gobierno va a hacer todo lo que esté en su poder para colaborar en la obra de rescatar, reordenar, sanear nuestra capital. O votan por otros y el gobierno va a dejar que San Salvador se siga pudriendo.Nadie lo dice así de explícito, pero todos lo entendemos. Eso es lo lindo y poderoso de los mensajes implícitos o sublimes. Todo el mundo los entiende, pero si alguien reclama, siempre se puede decir: Jamás dije tal cosa. ¿Cómo va a pensar eso?, ¡sería inconstitucional!
Sí. Es inconstitucional. El gobierno tiene la obligación de colaborar con los alcaldes que sean electos. Del partido que sea. Condicionar el apoyo del gobierno central dentro de una campaña electoral es chantaje. Chantaje al votante: Si no votas por mi partido, el gobierno no cumplirá con sus obligaciones.
Metiendo de esta manera al presidente –no como persona o como jefe del partido, lo que es perfectamente legítimo; sino como jefe del gobierno central- a su campaña municipal, Arena tiene casi asegurado el triunfo, pero el costo es un atropello más a la tan frágil institucionalidad del país. Meter al presidente –no como persona, como líder, como jefe del partido, lo que es perfectamente legítimo, sino como jefe del gobierno, con todos los recursos del ejecutivo- a la campaña por la alcaldía capitalina es un atentado a la institucionalidad de dos pilares de nuestro sistema estatal: gobierno municipal y gobierno central.
Todavía es tiempo para evitar este daño si los medios, los partidos, los tanques de pensamiento de la sociedad retoman esta problemática y la llevan a un debate serio, controversial y transparente. Es más, si esto se hace bien –creando un debate de altura sobre la relación, dentro del Estado, de los gobiernos municipales y el ejecutivo central- podrá resultar fortalecida la institucionalidad. Fortalecida, creando el antecedente que la sociedad haya rechazado el chantaje; haya hecho explícito y transparente lo implícito y subliminal de las campañas políticas.
No me entiendan mal: No estoy en contra de que el gobierno asuma su responsabilidad en la solución de la crisis capitalina. Ni siquiera estaría en contra de una intervención del gobierno central al municipio, siempre cuando sea resultado de un amplio y transparente acuerdo nacional. Porque yo sí creo que la crisis que vive la ciudad capital -en todos los sentidos- requiere soluciones que trasciendan las competencias establecidas entre los diferentes órganos niveles ejecutivos del Estado.
Tampoco estoy en contra de que Arena gobierne la ciudad capital. Para mí, la alternancia en el poder es necesaria. O dicho de otra manera: Los partidos tienen que acostumbrarse a pagar el costo político de malos gobiernos. En este sentido, para mi criterio, ni el FMLN de Violeta Menjívar ni el FDR de Carlos Rivas Zamora tienen derecho a seguir ocupando a la alcaldía de San Salvador.
También estoy convencido que Evelin Jacir hubiera sido una excelente alcaldesa, sobre todo por que su única posibilidad de llegar al palacio municipal hubiera sido la fuerza de su personalidad y de su plataforma, ya que su propio partido casi no la apoyó. La elección de Evelin hubiera sido un antecedente muy positivo que una persona con un programa puede vencer a los aparatos de los dos partidos mayoritarios.
Habiendo dicho que no estoy en contra de una mayor intervención del gobierno en el rescate de San Salvador, y que tampoco estoy en contra de que Arena tenga oportunidad de gobernar San Salvador y crear una mejor coordinación entre gobierno local y central, vuelvo a insistir: No se vale el chantaje. No se vale resolver un problema agravando otro en el campo de la institucionalidad del país. No hay nada que el país necesite con más urgencia que el fortalecimiento de sus instituciones.
Es importante que los ciudadanos lleguen a escoger a su alcalde entre los candidatos propuestos. Es esencial para la institucionalidad del país que cuando se convoque a elecciones de alcaldes, nadie las convierta en referéndum ni sobre la validez de un modelo de partido, como lo hace el FMLN, ni mucho menos en un referéndum sobre si queremos que el presidente Antonio Elías Saca, entre todas sus obligaciones, se convierta en el alcalde de San Salvador.
Aunque tengo que reconocer que entre los cuatro candidatos propuestos no hay alcalde aceptable. Pero eso es exclusiva responsabilidad. Quiero decir, la mala calidad de los candidatos que nos proponen, no es excusa sino el resultado lógico de las estrategias de los partidos.
(Publicado en El Faro)