sábado, 11 de octubre de 2008

El reto pendiente

Rodrigo Ávila tenia dos grandes problemas a atacar y resolver para establecer credibilidad a su candidatura a la presidencia: Uno, efectuar la apertura, o sea abrir de hecho las puertas hacia el centro, hacía la izquierda democrática, hacia una estrategia que ataque de raíz a la pobreza y la inequidad. Dos, mostrar su independencia y su liderazgo, mostrando que no es candidato del continuismo, sin de un cambio real.

Con el nombramiento de Arturo Zablah como candidato a la vicepresidencia, Rodrigo Ávila tal vez no resolvió, pero indudablemente atacó, certeramente, el primer problema. Con Arturo Zablah a su par, adquiere credibilidad y solidez el planteamiento de la apertura, del ‘gobierno ciudadano’ y no partidario, de un ‘país justo’.

Falta que el candidato, para convencernos, enfrente con valentía, decisión y liderazgo el segundo reto: su independencia. La manera cómo al final se decidió sobre la candidatura a la vicepresidencia, no disipó en nada las dudas sobre quién manda en ARENA, quién controla la campaña y quién dirigirá los destinos del país si ARENA logre mantenerse en Casa Presidencial.

Lo ideal hubiera sido aprovechar la decisión sobre la fórmula para enfrentar los dos retos de un solo golpe que elimine, de una sola vez, todas las dudas: las que hubo sobre continuismo versus apertura y contenido social de la propuesta; y las que sigue habiendo sobre continuismo versus alternancia interna.

Al final, Rodrigo Ávila no logró usar la selección de su vicepresidente para establecer su liderazgo y su independencia. Más bien dejó que otros poderes le arreglaran la casa. Es como un matrimonio que arranca mal, porque la suegra está metida hasta en escoger los muebles. O peor, que los tatas te escogen la novia. Bueno, quién quita que la novia te gusta, pero entonces, no vas a dejar que tus tatas te amueblan el dormitorio...

Tal vez Rodrigo Ávila no tenía otra opción. O porque no lo dejaron, tal vez porque no había logrado amarrar con otro candidato, de su propia elección libre y soberana, que igualmente o mejor llenara el perfil de un garante de cambio, de apertura, de compromiso social.

De todos modos, queda pendiente el segundo reto: Antes de poder conquistar apoyo propios –no prestados y condicionados- y antes de conquistar los votos de los indecisos, este candidato tiene que conquistar su autonomía. No puede seguir dependiendo de los poderes que lo lanzaron. Para convencer a la opinión pública que de veras quieren hacer las reformas que el actual gobierno no ha querido o podido empujar, Rodrigo Ávila tiene que poner al mando del partido y Rodrigo Ávila y Arturo Zablah tienen que poner al mando de su campaña a personas que no estén comprometidos el manoseo a las instituciones y el bloqueo a reformas.

Si Ávila y Zablah no dan este paso de manera pronta, audaz y transparente, el ‘efecto Zablah’ se perderá antes de convertirse en una tendencia inequívoca de apertura y viraje.

El ‘efecto Zablah’ puede ser el impulso fuerte y en la dirección correcta para la campaña de Rodrigo Ávila, siempre y cuando este tome las decisiones correctas, crea los equilibrios necesarios, y logre incluir a todos los que quieren apostar a apertura y reforma. Los candidatos deben convertirse en los garantes de la pluralidad y del carácter inclusivo de este esfuerzo, contra las presiones y manipulaciones que sean y de donde provengan.

Con estas expectativas, todo el mundo está esperando las decisiones sobre las candidaturas a diputados, sobre la recomposición del COENA y sobre la construcción de un comando de campaña.

(Publicado en El Diario de Hoy, Observador Electoral)