martes, 11 de mayo de 2010

Carta a mi madre


Querida Verena:


En vez de unirme al coro de palabras bonitas para todas las madres (las buenas y las malas, las abnegadas y las que abandonan o maltratan a sus hijos) voy a escribir a mi madre, que murió hace casi 20 años. Pasaste por las tormentas violentas de la revolución rusa (siendo oriunda de Estonia, país que en aquel entonces era parte del imperio ruso) y por las dos guerras mundiales.

Siempre me pregunté: ¿Cómo puede una mujer que vio y vivió tanta violencia, tanta desesperación, tanta maldad, escaparse de la amargura, del resentimiento, del pesimismo, del cinismo. Nunca tuve el valor de preguntarte.

Tu hubieras dicho: He tenido suerte. Pero una mujer no logra defender la vida de sus ocho hijos en medio del infierno de los años 1944-45, cuando al fin colapsó el intento de los alemanes de convertirse en los amos del mundo, si no es una mujer excepcionalmente fuerte, una luchadora.

Saber luchar sin volverse dura - este es el ejemplo que nos diste. Mi padre era un ejemplo de superación, de lo que se puede lograr en la vida. Pero fuiste tú quien nos enseño cómo superarse sin perder el alma y luchar sin volverse cínico.

Entre las mujeres salvadoreñas he encontrado muchas que son como tú, madre: valientes y luchadoras, pero inmunes al resentimiento y odio. A estas madres que me recuerdan la mía, quiere dedicar esta carta.

Las otras madres, las que permiten que sus hijos se llenen de odio y violencia, las que viven de las fechorías de sus hijos delincuentes (sean ellos pandilleros o de cuello blanco), no merecen que se les celebre el día de la madre.

Saludo a las madres que luchan por el futuro y los valores de sus hijos,

Paolo Lüers

(Más!)