jueves, 18 de noviembre de 2010

Columna transversal: Romper el cerco del pesimismo


¿Hay alguien que todavía cree en este país? ¿Hay alguien que piensa que se pueden resolver los serios problemas que ahora impiden el crecimiento económico? ¿Hay alguien que está convencido de que el país tiene futuro? ¿Hay alguien que tiene el valor y la solvencia para decir "vamos a arreglar el país" y para presentar propuestas?

Entonces, ¡que por favor hablen! En voz alta.

¿Cómo va a resolver sus problemas un país, si los que gobiernan hablan de nuestra economía como si estuviera condenada a fracasar? Aunque usted no lo crea, el mismo presidente del Banco Central de Reserva dijo: "El barco se está hundiendo, pero todavía sigue la música, la gente todavía está tomando su champán y comiendo su caviar. Quizás no nos hemos percatado de que la catástrofe ya está encima".

¿Cómo va a salir de la incertidumbre un país, si la oposición política no sabe combinar la crítica permanente al gobierno (que es necesaria e incluso tendría que ser mucho más consistente y fuerte) con una visión positiva de un país próspero y justo?

¿Cómo va a encontrar rumbo hacia el crecimiento un país, si los empresarios y ejecutivos se vuelven reactivos frente a las amenazas de políticas públicas que desincentivan la inversión, en vez de promover activamente su modelo de desarrollo?

¿Cómo va a entrar en el debate necesario el país de cómo definir sus apuestas y prioridades, si los generadores de opinión y los tanques de pensamiento fomentan la frustración y no las energías y las ideas para las reformas y los cambios necesarios?

No es que nadie está pensando en el futuro. No es que nadie esté invirtiendo en el futuro. Sólo que los señales y tendencias positivas no penetran la opinión pública y no rompen con la "psicología de la crisis". Hay miles de estudiantes haciendo grandes esfuerzos y sacrificios para convertirse en los profesionales que el país necesita para salir adelante y superar la pobreza intelectual que está a la base de la pobreza física. Pero no tienen la misma visibilidad y el mismo impacto sobre nuestra manera de percibir el país que los pandilleros, los emigrantes, los resignados.

Hay proyectos empresariales maravillosos, a pesar de la crisis y de la desconfianza con que los ve el partido de gobierno. Proyectos audaces como Calvo en La Unión, como Decamerón en Sonsonate, como El Pedregal en El Espino, como Plaza Futura en la Escalón y Plaza Mundo en Soyapango, como las nuevas industrias textiles, para solamente hablar de los grandes y visibles. Pero el presidente de la República aparentemente no entiende su importancia. Prefiere atender un compromiso personal en Brasil, y no atender el compromiso con el país y su futuro en Plaza Mundo.

Otra oportunidad no aprovechada para ponerse a la par de los inversionistas y conjuntamente dar una señal positiva y de confianza al país. Y cuando acepta la invitación, como en el caso de El Pedregal, aprovecha la oportunidad para hacer lo contrario: insultar y amenazar a los inversionistas...

Pero la responsabilidad de devolvernos la confianza en la factibilidad del desarrollo y de la superación, incluso de la excelencia, no la tiene sólo el gobierno. No debe depender del gobierno, mucho menos del gobierno que tenemos. Siempre dicen que los factores decisivos para salir de crisis económicas son psicológicos: romper la frustración y el pesimismo; fomentar la disposición de tomar riesgos y buscar innovaciones; reconstruir la confianza en la capacidad del país y de sus fuerzas productivas...

Parte de ser oposición eficiente es saber definir las alternativas y enamorar a la gente de ellas. Es la parte talvez más importante que la capacidad de criticar al gobierno y sus políticas equivocadas. En este sentido, lo que hay que hacer para ganar futuras elecciones en buena medida es lo mismo que falta para devolverle al país la confianza en su economía y su futuro. Los empresarios no tienen que incursionar la arena partidaria, apoyan a la oposición creando visiones factibles para el crecimiento del país.

Los generadores de opinión (medios, académicos, dirigentes religiosos, tanques de pensamiento...) no tienen por qué intervenir en las batallas partidarias, con tal que aporten con análisis, investigación y debate a la construcción de alternativas y al rompimiento de la resignación pesimista que tiene preso al país, cumplen con su responsabilidad con la democracia...

Lo que quiero decir es sencillo y sólo el inicio de un debate: No abonemos más a la desesperación y frustración. Combinemos la crítica con la generación de ideas nuevas.

(El Diario de Hoy)