jueves, 20 de diciembre de 2012

Una nueva trama de extorsión con ofensiva mediática

Nos querían meter un gol. Nos querían presentar un caso escandaloso y lo llamaron caso FOMILENIO, pero resulta que el verdadero escándalo es otro: el de una empresa de construcción, que quiere bajar al gobierno de Estados Unidos o al nuestro (cualquiera que se deje) 14.4 millones de dólares en una operación clásica de extorsión. Y lamentablemente también es el escándalo de un periodista-columnista que se presta para desatar el ataque mediático que sirve de palanca para la extorsión.

Estamos hablando del pleito que ocupó paginas completas en los principales periódicos: la constructora costarricense Meco acusa a la Corporación Fomilenio, financiada por Estados Unidos y dirigida por José Ángel Quirós, a no quererle pagar 14.4 millones por costos extra en la construcción de un tramo de la carretera Longitudinal del Norte, debido a deficiencias del diseño de la obra. Fomilenio rechaza el reclamo, diciendo que la empresa Meco no puede alegar deficiencias en el diseño de la obra, porque fue encargada no sólo de la ejecución de la obra, sino precisamente de su diseño, incluyendo todos los estudios previos.


Es el momento en que las dos partes presentan sus argumentos a los tres expertos de la Mesa de Resolución de Conflictos anteriormente convenida en el contrato.

Y los expertos dan la razón a Fomilenio. Unánimemente, incluyendo al experto avalado por Meco. Estamos en mayo del 2012.

A partir de ahí, hay dos caminos para la empresa MECO. La institucional, que es agotar todos los pasos legales previstos en el contrato firmado. Para esto, incluso Fomilenio y sus abogados les elaboran un calendario, señalándoles en qué fechas límites Meco tiene que dar sus pasos legales para que el diferendo tenga solución legal antes de que Fomilenio y sus correspondientes fondos dejen de existir a finales del año 2012.

Aparentemente Meco y sus abogados llegaron a la conclusión que caminando por esta ruta legal no tenían posibilidad de ganar – y de cobrarse unos millones extra. Por esto no dieron el siguiente paso legal para hacer valer su demanda: ir al arbitraje de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador, como queda acordado en el contrato.

Decidieron ir por la ruta de la trampa y extorsión. Pensaban que esperando el momento crítico (a final del año 2012), cuando los dos gobiernos involucrados tienen que finiquitar la operación Fomilenio; y cuando su director ejecutivo tiene que rendir cuentas, sería el momento más adecuado para el ataque: luego de meter una demanda millonaria a una instancia que no tiene jurisdicción (en México), se fueron a la extorsión: O nos pagan por lo menos buena parte de los 14.4 millones que pedimos, o les lanzamos una ofensiva mediática en el momento más crítico, en el cual políticamente no conviene un pleito público y un escándalo sobre utilizados en este proyecto insignia de cooperación con Estados Unidos - ni al director saliente de Fomilenio José Ángel Quirós, ni al gobierno salvadoreño, ni tampoco a Washington...

Tomando en cuenta además que el director de Fomilenio había sido mencionado como precandidato a la presidencia de la oposición, y las potenciales fricciones que esto podía haber causado con el gobierno salvadoreño, los asesores políticos y mediáticos podían haber dicho a Meco: ¡Hoy es cuándo! La batalla jurídica no la pueden ganar, pero tal vez pueden ganar la guerra (y la plata) por otra vía..

Ahí entra en acción un periodista prominente y experimentado en el arte de conciliar intereses corporativos con criterios periodísticos. El día después de que los abogados de Fomilenio comunican a sus pares de Meco que definitivamente no habrá ninguna negociación extrajudicial y ningún pago no justificado utilizando los fondos de Fomilenio, las salas de redacción de los medios se inundan con rimeros de información sobre el escandaloso caso de Fomilenio, que no quiere responder a la empresa demandante con sus fondos propios sino dilatar el proceso y provocar que luego el Estado salvadoreño tenga que pagar lo debido. En medio te toda esta campaña sale la pieza pesada: una columna de Lafitte Fernández en La Prensa Gráfica titulada "Algo huele mal, algo nos quieren ocultar", que cuenta la historia desde la perspectiva de la supuesta víctima, la empresa de construcción Meco, denunciando la mala y malvada actuación de Fomilenio y su director.

Hay que exigir tanto a la Corporación Fomilenio (que desaparecerá a finales de este año) como al gobierno de El Salvador (que heredará todos sus obras y también sus compromisos) que no se dejen extorsionar por demandas frívolas de una constructora, y mucho menos por este operativo orquestado de extorsión mediática. Los extorsionistas están tratando de aprovechar posibles contradicciones del gobierno salvadoreño con su contrapartes en Washington y en la corporación Fomilenio en el momento crítico de la liquidación de este megaproyecto binacional que cambió la cara y el futuro de la zona norte del país. Pensaron que podían chantajear al Chele Quirós, cuando estaba en la delicada situación de estar metido en el proceso interno de la oposición política y al mismo tiempo en el proceso de finiquitar y entregar Fomilenio al gobierno – y se equivocaron. Espero que igual se equivoquen cuando piensan que pueden llegar a un acuerdo con el gobierno, ofreciéndole la oportunidad de echar la culpa a un director ejecutivo de Fomilenio que nunca fue de su plena confianza, pero que se mantuvo en esta función por decisión de quien pagaba la fiesta. Si la extorsión falla, todos ganamos. Sobre todo la transparencia.
(EDH)