lunes, 20 de septiembre de 2004

El turismo necesita menos regulación, y más creatividad

El día 15 de septiembre leo en La Prensa Gráfica el prometedor título "Europeos directo hacía Centroamérica". Vaya, al fin tendremos vuelos directos entre Europa y Centroamérica, o sea, comunicación más rápida, más barata y más cómoda con Europa. Qué bueno para los pocos que desde Centroamérica viajamos a Europa; pero sobre todo, qué bueno para los muchos que desde Europa podrían venir a Centroamérica si el viaje no fuera tan caro y tan complicado.

Pero leyendo bien la noticia, me doy cuenta que no hay razón ninguna de alegrarse. Por lo menos no en El Salvador. Sí, habrá vuelos directos, pero solamente a Panamá, Costa Rica y Guatemala.
Me entero de que hay una gestión conjunta de los ministros de turismo de los tres países con Iberia, con España, con Europa. A Luis Cardenal, nuestro ministro de turismo, no lo llevaron. Claro, una gestión de esta magnitud no viene de ayer, tiene que haberse iniciado mucho antes de que Luis Cardenal fuera nombrado ministro del ramo de turismo en El Salvador. El problema es que nuestro país no es partícipe de esta gestión conjunta. ¿Por qué será? ¿Será porque aquí tiene su sede TACA, que también tiene planes de volar a Europa?

De paso sea dicho, a raíz de la mencionada noticia me doy cuenta de que el ministro de turismo que nombró Martín Torrijos en Panamá se llama Rubén Blades. ¡Qué envidia! No sólo Panamá, al igual que Costa Rica y Guatemala, nos ha comido el mandado durante años desarrollando políticas creativas de turismo: ahora nos da el tiro de gracia poniendo a Rubén al frente de este esfuerzo. Mostrando al mundo (y a las contrapartes en todo el mundo) la importancia que el gobierno panameño da al turismo, poniendo como ministro a la personalidad panameña más reconocida a nivel internacional. Y El Salvador queriendo competir con un cantante de villancicos...

Mientras Rubén Blades y sus homólogos de Guatemala y Costa Rica están firmando convenios para traer el turismo europeo a sus países, Luis Cardenal propone aquí agravar las tarifas aéreas y hoteleras con un "impuesto para la promoción del desarrollo turístico".

El impuesto es para financiar "la promoción y (el) mercadeo, el desarrollo de campañas internas y externas, la publicidad y la participación del país en eventos promocionales de la oferta turística del país que contribuyan a consolidarlo como destino turístico competitivo" (proyecto de ley de turismo promovido por Cardenal).Hay que fijarse bien en lo que esto significa: los pocos turistas que llegan ahora tendrán que financiar, con un impuesto que encarece su llegada y su estadía en El Salvador, las campañas publicitarias en sus países de origen para atraer a otros turistas. Es absurdo. Como turista uno está acostumbrado a pagar impuestos de turismo, pero siempre cuando éstos se traducen en beneficios directos y visibles. En mi último viaje a Alemania, me tocó pagar, por cada día que estuve en un balneario en la costa, 3 euros de impuesto de turismo. Pero es un impuesto local que la municipalidad cobra para mantener limpia la playa, adornar la ciudad, garantizar la seguridad y organizar eventos culturales para los visitantes, etc. Y el resultado es visible. La playa es impecablemente limpia, los parques de la ciudad son lindísimos, hay conciertos gratis todos los días, y todo esto en un clima de total seguridad. Pero cobrar un impuesto al turista que ya llegó para hacer campañas dirigidas a atraer otros turistas… ¿Cuál es la lógica detrás de esta medida?

El proyecto de ley de turismo demuestra que con la llegada de Cardenal y la conversión de Corsatur en ministerio nada ha cambiado. El proyecto de ley de turismo es el mismo de antes, con las mismas incongruencias, con las mismas exclusiones. Será una ley para dar incentivos a la industria hotelera."El Salvador lo que necesita para generar más turismo es infraestructura de alojamiento", dijo Manuel Avilés, presidente de Corsatur, en el 2003. Esto siempre ha sido la posición de Corsatur y sigue siendo la posición del ministerio. Y es falso. Lo que necesita El Salvador son playas y poblaciones que sean limpias y seguras. Lo que necesita El Salvador para generar más turismo es todo un conjunto de ofertas creativas que involucra mucho más que nuevos hoteles. El futuro del turismo depende de que en los lugares turísticos, así como en las ciudades y pueblos, hayan no sólo cuartos para dormir, sino lugares atractivos para comer y bailar, ofertas culturales, lugares para practicar y aprender toda una gama de deportes o artes. Depende de la creatividad de los que organizan excursiones, paseos en lancha, competencias, tours ecológicos y arqueológicos, etc.

La ley de turismo no incluye incentivos para nada de esto, sólo para nuevos hoteles, o sea principalmente para la empresa grande.

En el preámbulo (los obligatorios y a veces traicioneros "considerando") el proyecto de la ley de turismo habla de la necesidad de "regulación" y del "desarrollo ordenado del sector turismo del país".

¿Es realmente el problema de nuestro sector turístico que no sea ordenado y regulado? Yo diría que no. Lo que necesitamos no es que el estado intervenga poniendo más regulaciones, sino que el estado cree las condiciones para que en nuestro país florezcan miles de flores en el sector turismo. Lo que urge es más creatividad, más iniciativa, más ideas, más empresarios aventureros, más variedad. A lo mejor, para conseguir todo esto, se necesita tener el valor de permitir más desorden en vez de insistir en regulaciones.

Veamos la historia (exitosa) del turismo en Guatemala. El turismo en Antigua, el Lago de Atitlán y Río Dulce no descansa en el atractivo de los grandes hoteles. Si los hay, llegaron después, resultado del desarrollo turístico que tenía como motores a una infinidad de empresas e iniciativas pequeñas pero muy creativas y muy variadas. Lo que ha convertido a estos tres destinos en Guatemala en atracciones a nivel mundial no es lo ordenado, sino más bien lo experimental, lo atrevido y lo diverso. No lo planificado sino lo espontáneo. No la empresa grande que calcula y planifica fríamente sino el clásico empresario "entrepeneur" aventurero. Primero llegaron, como pioneros, unos locos que empezaron a poner cafés, hotelitos, librerías y proyectos de aventura. Ellos pusieron Antigua y Panajachel en el mapa del mundo turístico, y después, mucho después, llegaron los grandes consorcios. Algo parecido pasó en Costa Rica. Fueron visionarios y aventureros los que se inventaron el turismo ecológico que hoy ha convertido a Costa Rica en un destino atractivo a nivel mundial.

En El Salvador hace falta algo parecido, y esto es lo que hay que incentivar. La revista "Negocios y Turismo" publica una serie de artículos bajo el lema "Reinventando el turismo en El Salvador". La conclusión: Se necesita un "cambio radical en las políticas en pro del turismo" y una "redirección de enfoque." O, como en esta revista escribe mi amigo Rafael Leret (quien para mí sería el ministro de turismo que necesitamos para lograr esta redirección de enfoque): "El Salvador no es que haya fallado, no se ha priorizado todavía (el turismo), no ha invertido, no ha habido voluntad política; El Salvador no ha fallado, no ha hecho nada, ha omitido el desarrollo del turismo."

Esta revista (excelente, de paso sea dicho), presenta a una serie de estos empresarios aventureros y sus visiones sobre el tema, precisamente para contrarrestar las visiones muy conservadoras, reguladoras y excluyentes que se manifiestan en el proyecto de ley presentado por Cardenal. "Así es como debería crecer el turismo, en círculos concéntricos, primero desarrollar su turismo interno, posteriormente el turismo regional," dice Leret, con la empresa "riosaventuras" uno de los pioneros del turismo de aventura.

Otro de los entrepreneurs entrevistados es Roy Beers quien con Cadejo Eco Adventures es protagonista del emergente turismo ecológico: "El gobierno (...) tiene el concepto de turismo de hace 30 años, o sea, las playas, y ahí están los hotelones, vacíos..."

Y José Roberto Suárez, del Cóbanos Village Lodge, exige que ya no se incentive las grandes inversiones que "generan divisas que fluyen para fuera" y pregunta: "¿Cuánto se puede beneficiar una población con un turista que usó el bus, compró en la tienda, le pagó a alguien para que lo llevara a pescar, en fin repartió su dinero en la comunidad?"

El proyecto de la ley de turismo que Cardenal heredó de Corsatur y defiende como si fuera el inicio de una política nueva, es obsoleto. No refleja una visión nueva y creativa del desarrollo turístico. Contempla un impuesto contraproducente. Se limita a incentivar a construir nuevos hoteles, lo que no resolvería nada, y excluye a los sectores que podrían convertirse en motores e innovadores del turismo.Bien haría Luis Cardenal (o si es necesario, Tony Saca) en retirar el proyecto de ley e iniciar el trabajo de concertar una nueva concepción para el turismo. (Publicado en El Faro)