lunes, 27 de diciembre de 2004

Cabos sueltos de una columna anterior

Después de escribir, en septiembre del 2004, sobre los megaproyectos que entonces estaban construyendo en lo que era la finca El Espino, tuve que ir a verlos, una vez inaugurados puntualmente para el negocio navideño. Dos veces la buena intención se frustró, ya que el tráfico me impidió llegar. La tercera vez aproveché que tuve que dejar a mi hijo en la cancha de la Escuela Militar. Entré a Multiplaza. La imponente arquitectura, el juego de luces que entran por tragaluces, y de colores fuertes, todo esto ya lo conocía del mismo arquitecto en la ciudad cultural Río Churubusco, en el Distrito Federal de México. Una arquitectura sumamente urbana. Funciona de maravilla en el corazón de la mega ciudad de México. Parece inadecuado en medio de una finca en las afueras de la ciudad provincial de San Salvador. Caminando por los pasillos de Multiplaza tuve la sensación que en cualquier momento iban a anunciar el próximo vuelo a Miami. Me sentí como en una enorme terminal aérea con cientos de duty free shops.
Este mismo día le conté mis impresiones a un amigo arquitecto. Le traté de explicar que la arquitectura de Multiplaza no me parece fea, sino simplemente inadecuada en el lugar donde está. Afuera una finca de café, pero no la ves porque no hay ventanas, sólo hay ventanas al cielo. Te sientes como si estás en Tokio o en el aeropuerto internacional de Chicago, pero no como en El Espino.

No seas tan ingenuo, hombre, me dijo mi amigo arquitecto. Olvídate de la finca, porque la finca va a desaparecer. El ambiente de Multiplaza no es la finca que vés ahora, sino la Gran Vía, HiperPaiz, el nuevo centro de gobierno y todo lo que van a construir ahí. No están construyendo unos malls en una finca fuera de la ciudad. Están construyendo lo que será el nuevo centro de la ciudad.

Me di cuenta que cuando escribí sobre los centros comerciales en lo que era la finca El Espino, realmente me quedé corto. No pueden existir dos centros, sería geométricamente imposible. Es muy claro, una vez que uno cae en la cuenta: para construir un centro nuevo, hay que destruir el viejo centro. Eso es lo que están haciendo los grandes consorcios de "desarrollo" en nuestro país. Su pecado no es, como yo pensaba, que no tienen interés en recuperar el centro. Es más grave: tienen interés que no se recupere el centro de San Salvador. Mientras el centro es como es, destruido, inseguro, sucio, caótico, invadido por el comercio informal, la gente va a comprar en Metrocentro, Multiplaza, La Gran Vía. Es obvio que una obra como la recuperación física, comercial, anímica, cultural del centro urbano requiere de la acción decidida y concertada de la alcaldía, gobierno central y empresa privada. Que los grandes consorcios de "desarrollo" tengan suficiente influencia para evitar que a un gobierno de ARENA se le ocurra hacer lo suyo para la recuperación del centro, es evidente. Que además pueden contar con la ineficiencia e ineptitud de un gobierno municipal del FMLN, resulta irónico.

Mientras logren sabotear cualquier concepto de devolver a la ciudad su centro, van a progresar con su visión de crear un centro nuevo, sintético, artificial. El centro de la ciudad privatizado, con seguridad privada, leyes privadas. Brave new world, a la salvadoreña.

Es evidente que una ciudad, un centro urbano, significa mucha más que comprar. Bueno, dicen los diseñadores de Multiplaza y la Gran Vía: agreguemos bares, restaurantes, cafés, cines y conciertos al aire libre. No entienden que lo urbano es algo mucho más complejo que ésto. Es mucho más que la suma de comprar y divertirse. Posible que los Pomas y Dueñas digan: bueno, agreguemos iglesias, teatros, burdeles. ¿Qué más quieren? Bueno, queremos nuestra ciudad. Una ciudad con su propia historia, cultura e identidad. Una ciudad que sea inconfundiblemente diferente a otras ciudades y abismalmente diferente a un shopping mall.

¿Quieren saber qué otra idea se me cruzó por la cabeza caminando por el brave new world en El Espino? Que en este país, el próximo conflicto será totalmente diferente y la próxima insurgencia no será socialista ni ecológica sino algo inédito: una fusión de defensa del medio ambiente y defensa de lo urbano, contra la dictadura de lo suburbano y de los shopping malls. Un movimiento de defensa del hábitat. (Publicado en El Faro)