lunes, 3 de octubre de 2005

Una gran coalición para reformar al país

La izquierda unida podría gobernar. Entre socialdemócratas, ecologistas y comunistas hay una mayoría sólida para gobernar. Al fin la anhelada, la tan soñada mayoría más allá del campo burgués. Cobra vida el viejo fantasma del Frente Popular que tiene 90 años de robarle el sueño a la burguesía.
Tranquilos, no es un escenario hipotético para El Salvador después de las elecciones del 2015. Es la situación en Alemania después de las elecciones de septiembre 2005. Y la burguesía puede seguir durmiendo: No existe el tal Volksfront. La mayoría para las izquierdas sí existe – matemáticamente, pero no políticamente, porque no existe una izquierda unida. La socialdemocracia alemana, que podría quedarse en el poder si estuviera dispuesta a buscar entendimientos con los comunistas y los disidentes socialdemócratas unidos en el Linkspartei (partido de la izquierda), no quiere gobernar con esta mayoría a la izquierda del centro. No quiere integrar ni encabezar un frente popular. Hay mayoría, pero políticamente no es viable. No hay programa, no hay proyecto común entre socialdemócratas y comunistas.

Resultado de la mayoría alcanzada por las izquierdas, la derecha tampoco puede gobernar: democratacristianos y liberales juntos no logran formar gobierno. En Alemania, que es una democracia parlamentaria, el pueblo no elige al jefe de gobierno, sino solamente al Parlamento. Quien quiere gobernar necesita formar una mayoría en el Parlamento que lo elija como jefe de gobierno.

Ni los socialdemócratas (con sus aliados ecologistas de los Verdes) ni los democratacristianos (con sus aliados Liberales) pueden gobernar. Al rechazar la socialdemocracia gobernar junto con los comunistas, sólo queda una solución: que los dos grandes partidos, la socialdemocracia y la democracia cristiana, asuman juntos el poder. Esta llamada “Gran Coalición” es la opción menos sexy de todas, y antes de las elecciones nadie abogó por ella, pero es la más lógica solución. Solución no sólo al empate electoral, sino a la situación de Alemania.

Yo, viendo esta situación desde lejos en espacio y tiempo, ya que tengo 25 años de no vivir en Alemania, digo: A veces el votante es sabio. Tal vez no cada uno haciendo su marca, pero sí el votante colectivo que creó este empate.

El mensaje del votante colectivo es claro: Los problemas del país son tan serios y complejos que ninguno de los dos partidos grandes tendría capacidad de resolverlos. El país necesita reformas tan profundas y probablemente dolorosas que ninguno de los dos partidos grandes tendría suficiente apoyo, suficiente valor y decisión política para implementarlas.

Alemania todavía está pagando los enormes costos de su reunificación, es decir, de la reconstrucción, modernización y absorción de un país de 18 millones dejado por 40 años de gobiernos comunistas en total ruina.

Además está pagando todavía los costos de las políticas (más bien de la falta de políticas) durante los 16 años de gobierno de democratacristianos y liberales encabezado por Helmuth Kohl. Durante 16 años críticos de cambios estructurales de la economía mundial, en Alemania no se hizo nada para reformar el país para mantenerlo competitivo. La derecha simplemente esperó –con cierta satisfacción- que el estado de bienestar colapsara, con su sistema de seguro social, de pensiones, de seguro de desempleo, con su sistema de salud y educación gratis para todos. Este sistema, de todos modos, necesitaba urgentemente reformas, pero llegó al punto de colapso cuando tenía que incorporar a toda la población de Alemania Oriental.

La socialdemocracia tomó el poder, hace ocho años, con un sólo propósito: reformar el estado de bienestar para salvarlo. Hacerlo compatible con las nuevas realidades de la economía globalizada, para salvarlo. Viendo el estado de bienestar como la conquista histórica de la socialdemocracia europea, y la economía social del mercado como el logro histórico de la una nueva Alemania que después de la segunda guerra mundial fue construida por el consenso de los partidos mayoritarios. La economía social de mercado, con un Estado regulador y que interviene en favor de la equidad social, como alternativa al capitalismo salvaje que había llevado a Alemania a desencadenar dos guerras mundiales.

La socialdemocracia se echó en sus espaldas no sólo la tarea de reformar y salvar el estado de bienestar, sino al mismo tiempo volver competitiva la gran fábrica Alemania, bajar los costos colaterales de la producción industrial para parar o incluso invertir la tendencia de fuga de puestos de trabajo a otros países.La política de reformas que implementó el gobierno socialdemócrata de Gerhard Schroder tuvo efectos, pero no logró sacar a Alemania de la crisis del desempleo.

La respuesta del votante colectivo, ocho años después, es clara: Avala la política socialdemócrata de reformas; no entrega el poder a la derecha que sistemáticamente boicoteó las reformas al estado de bienestar queriendo implementar reformas que lo erradican y los transforman en el clásico estado neoliberal.

El mandato es claro: Pónganse de acuerdo, definan el denominador común y formen una coalición que lleve adelante las reformas, por más complicadas, dolorosas e incluso impopulares que sean. Y el denominador común es: modernizar, no erradicar el estado de bienestar. Revitalizar, no sustituir la economía social de mercado.

Alemania tendrá un gobierno de gran coalición. Es una excelente, tal vez la única, oportunidad de resolver los graves problemas que afrenta Alemania, sobre todo el desempleo.

En democracias parlamentarias como Alemania, los gobiernos de gran coalición, donde se juntan los dos partidos mayoritarios por tiempo limitado y con metas muy específicas que de otra manera no serían alcanzables, pueden tomar dos caminos opuestos. O llevar al país a la total inamovilidad, el empate político institucionalizado, la permanente concertación – o a lo contrario: un gobierno con suficiente fuerza para cortar el nudo gordiano y hacer avanzar el país.
Las grandes coaliciones siempre son la excepción a la regla política. Son una especie de moratoria para resolver un problema serio y después regresar a la competencia que debe existir entre izquierda y derecha.

Como observador a distancia de mi propio país, veo en este empate que obliga a las dos fuerzas protagónicas de Alemania a gobernar juntos, la gran oportunidad para las grandes y profundas reformas que necesita el país. Es más, Europa necesita que Alemania resuelva sus problemas y vuelva a tomar el rol protagónico en la unidad y la economía europea.

Si la socialdemocracia hubiera caído en la tentación de salvaguardar su poder buscando un entendimiento con los comunistas, el país hubiera seguido en la situación de un empate que no permite avanzar, con la derecha y la empresa privada no dejando gobernar y boicoteando cualquier reforma. Y con los comunistas y populistas desnaturalizando la política reformista. Una espiral de confrontación estéril.

En cambio, dentro de la coalición de los dos partidos mayoritarios, existe una potencial mayoría en pro de un pacto para reformar y salvar la esencia del sistema social, del estado de bienestar y de la economía social de mercado. Los dos grandes partidos no son monolíticos. La socialdemocracia tiene un ala ortodoxa que nada tiene que envidiar a los partidos ortodoxos de estas latitudes. Es el ala muy amarrada al movimiento sindical y cercano a los disidentes que salieron del partido socialdemócrata para unirse a los comunistas y llevarlos a un nivel de apoyo electoral nunca visto (8%). Pero la mayoría de la socialdemocracia es abierta a reformas aunque duelen mucho a su clientela tradicional que son los sindicatos.

En la democracia cristiana, hay un empate entre neoliberales que quieren erradicar el estado de bienestar, y socialcristianos que quieren preservarlo. Entre los socialcristianos y los reformistas en la socialdemocracia hay una sólida mayoría para gobernar y para implementar las reformas. Ahí se encuentra la gran oportunidad y el gran reto de la gran coalición que ahora se está negociando.

PS: Para El Salvador, todo esto suena futurista o inimaginable. ¿Y por qué? ¿Es tan duro imaginarse una izquierda democrática que deje de coquetear con la izquierda comunista y populista? ¿Es realmente tan imposible imaginarse que en la derecha salvadoreña haya fuerzas dispuestas a pactar reformas con una izquierda democrática seria y fuerte, una vez que exista?
(Publicado en El Faro)