lunes, 24 de octubre de 2005

Matonería periodística

Lo que se anunció como el “caso Concultura” resulta siendo el “escándalo La Prensa Gráfica”. El periódico ha abierto sus páginas a un periodismo de matonería del nivel que desde las campañas sucias de El Diario de Hoy contra Héctor Silva y MIDES no se ha visto en el país.

Yo pensaba hacer, en esta columna que se debe a la crítica de los medios de comunicación, un análisis de la serie de artículos que La Prensa Gráfica ha dedicado a supuestas anomalías en Concultura. Resulta innecesario. Ya lo hizo el mismo Federico en una entrevista televisiva y en una conferencia de prensa. Ya queda claro que la cobertura plegada de falsedades e insinuaciones sin fondo, de la presentación de “pruebas”, “testigos” y “denunciantes” que al fin no prueben nada, no se explican por errores de un periodista inexperto. Queda claro que hay intención.

Soy parte de un grupo de periodistas que durante décadas hemos predicado, peleado y trabajado para que los medios asuman su rol de crear transparencia y su responsabilidad de exponer a la clase política a investigación, escrutinio y crítica. Soy muy partidario de un periodismo investigativo, duela a quien duela. Todavía estamos en pañales: Hay que investigar más (y mejor), hay que dar seguimiento a las investigaciones, hay que romper las limitaciones políticas y económicas que restringen esta labor en los medios.

Siendo nuestro problema la falta de valor e independencia de los medios y la falta de capacidad investigativa de los periodistas, nunca me imaginé que tuviera que hacer la siguiente aclaración: Para un periodista, botar a un ministro o un presidente no es un fin en si. No se trata de decir: “por más ministros botados, más gloria”. Antes de botar a gobiernos, hay que tener solvencia ética, hay que tener un comprobado compromiso con la ética periodística y con la verdad. Sin este requisito, el periodismo de denuncia se vuelve sucio, se desliza hacia el terreno de la campaña política y de la caza de fantasmas.

Investigar a un Luis Cardenal, comprobar que siendo ministro violó las leyes de la República, y con esto provocar su renuncia, es una cosa. La aplaudí en su momento. Que el autor de esta investigación hoy quiere agregar otro trofeo –la cabeza de Federico Hernández Aguilar, presidente de Concultura- a su récord, con la malintencionada construcción de un escándalo donde no existe, es otra cosa diferente. Yo todavía puedo entender al reportero que luego de un “éxito” quiere obtener otro; que ha probado sangre y quiere más. Puedo entender la ambición de un periodista que huele un escándalo y no tiene la metodología de un buen investigador – y quien cae en la tentación de dejarse ir con medias verdades, con indicios que no son pruebas, con insinuaciones - para no perder la historia. Para mostrar el poder del “cuarto poder”. Pero para estos casos hay editores. Lo que no puedo entender es que sus editores, sus jefes, los directores y dueños del medio, le dan campo abierto al periodista. No sólo dejan pasar un material pésimamente investigado, le dan tres portadas y un despliegue de 16 páginas. Eso ya no se explica por un malentendido y mal dirigido afán de investigar la corrupción por parte de un periodista. Eso sólo se explica con mala intención. Alguien ha decidido “joder” a Federico Hernández Aguilar. La pregunta del millón: ¿quién?

Entonces, el “caso Concultura” se convierte en algo mucho más grave que la falta de ética y de incapacidad profesional de un periodista. Todos sabemos que en La Prensa Gráfica, que no es precisamente un periódico opositor, ningún reportero o redactor puede tomar la decisión de “quebrarse” a un miembro del gabinete de gobierno. Estas decisiones las toman los directores y los dueños del periódico. Es más, no es probable que la familia dueña de La Prensa Gráfica, por su propia cuenta, decida emprender una campaña contra un miembro del gabinete y prominente representante de ARENA. Tiene que haber alguien muy poderoso -dentro o fuera del gobierno, pero seguramente dentro de ARENA- quien respalde esta acción.

El hecho que La Prensa Gráfica se preste a este juego, plantea un serio problema de ética periodística del medio. El hecho que un periodista y sus editores se presten a hacer el trabajo sucio –la emboscada, la tergiversación, la mala interpretación de procesos administrativos y jurídicos- los descalifica de su profesión.

Ojalá que nuestros colegas no tengan escrúpulos de pronunciarse en defensa de la dignidad de nuestra profesión. Los periodistas no acostumbramos a defender al funcionario público contra el escrutinio del periodista. Normalmente es al revés: Normalmente nos vemos obligados a defender al periodista contra los ataques de los funcionarios.

Tampoco se trata de defender a Federico Hernández. Se trata de defender al periodismo contra prácticas inaceptables. Se trata de no condonar que periódicos y periodistas se prestan a la matonería política. Se trata de no permitir que los medios -bajo la bandera de la transparencia- se vuelvan instrumentos de pleitos totalmente intransparentes y oscurantistas.

Mientras tanto, hay que seguir trabajando para que el periodismo en nuestro país sea más investigativo y nuestros medios sean más independientes y valientes. Ambas cosas entendidas como requisitos para que desde la prensa podamos cumplir nuestro papel de escrutinio del poder estatal. Quisiera ver investigaciones que ocupen tres portadas y 15 primeras páginas de La Prensa Gráfica, dedicadas a casos reales de corrupción y de crimen de cuello blanco en las altas esferas del poder político, económico y financiero del país. No a la caza de fantasmas.
(Publicado en El Faro)