lunes, 13 de febrero de 2006

Adiós al Barrio

Lo del Barrio era un sueño hermoso: en una zona urbana determinada, caracterizada por la concentración de hotelitos, hospedajes, restaurantes, bares, cafés y parques, detener el cáncer que está comiendo nuestras ciudades. Crear un barrio, en el sentido de un lugar que nos da pertenencia a todos, uniendo diferentes vecindarios y diferentes sectores bajo un concepto de convivencia, pluralidad, desarrollo, urbanismo y acción ciudadana.

Sonaba bonito. Y por unos cuantos meses nos contagiamos mutuamente con la idea. El poder de los sueños cuando se hacen colectivos es muy grande. De repente lo que había comenzado como el esfuerzo do pocos, se hizo causa común de sectores muy diversos. Soñamos con un espacio urbano donde los parques se vuelvan centros de encuentro de las familias. El parque San José, junto con el ex cine Vieytez (para otra generación Variedades) convertido en un centro cultural manejado por artistas y grupos de de jóvenes; los parques El Roble y Centroamérica convertidos en centros de actividades deportivas y familiares: torneos de básquet, pistas de patinaje, barbacoas, fiestas vecinales...

La calle San Antonio Abad transformada en una milla gastronómica y cultural, con buenos restaurantes, bares, cafés, galerías, ventas de artesanías, fiestas callejeras, noches de compras y de baile...

Visitantes del exterior mezclándose con los comensales de toda la ciudad y con los vecinos de las colonias residentes. La alcaldía haciéndose cargo de una iluminación efectiva y característica, los negocios y los vecinos responsables de arriates llenos de flores. Los artistas haciéndose cargo de convertir los cientos de postes de elementos de contaminación visual en obras de arte. La PNC garantizando, junto con comités vecinales y asociaciones de negocios, la seguridad ciudadana. Concultura organizando exposiciones, festivales, teatro de calle, junto con la Case de Cultura, el proyecto Ex Vieytez, con negocios como La Luna, Photo Café, El Atrio, Café La T y La Ventana...
Ya que estábamos soñando, nos pasamos de todos los límites: nos imaginábamos que en El Barrio se podría caminar de noche tranquilamente, dejar el carro en un parqueo proporcionado por la alcaldía y vigilado por un servicio de seguridad contratado por todos los negocios de la zona, caminar hasta altas horas de la noche por parques y calles bien iluminados, aseados, bien vigilados. Tomar un café por allá, un sorbete en la otra esquina, ver un espectáculo musical en un bar o un partido de básquet en el parque en frente, comer en un restaurante cercano...
Como casi siempre, después del sueño viene el despertar. La alcaldía municipal se mostró indiferente. Es más, nunca entendieron la idea. Los mapas, dibujos y planes que les hicimos llegar agarraron polvo en una gaveta hasta que se acercaron las siguientes elecciones. Como siempre, llegaron tarde: cuando –meses antes de las elecciones- quisieron reactivar la idea del Barrio, ya no había nadie para implementarla...

El flamante ministro de turismo –el primero- escuchó la idea expuesta por los empresarios gastronómicos y hoteleros del Barrio, para decirles que muy bonito, pero porque no lo planteaban a la alcaldía, porque el Barrio con turismo no tenía nada que ver...

La única institución del Estado que entendió e hizo suya la idea del Barrio fue la policía, sobre todo la policía turística. Implementaron un plan especial de seguridad, la situación se mejoró considerablemente, pero cuando vieron que los propulsores del proyecto El Barrio -los negocios turísticos y gastronómicos y los proyectos culturales de la zona- se retiraron, se resignaron, se desactivaron y se desarticularon, la policía hizo lo previsible: abandonar el plan por falta de participación ciudadana. A pocos meses, la inseguridad regresó y se vino incrementando cada día. Hoy hay más asaltos, más raterismo, más narcotráfico en la zona que antes…

El tráfico, dramáticamente aumentado desde la conversión del Bulevar Constitución en la principal entrada y salida de la ciudad hacía el Norte, Oriente y Occidente del país, se comió la zona. Sin una decidida y concertada acción del gobierno, de la alcaldía, de la comunidad empresarial y de los vecinos, nadie puede devolverle tranquilidad a la zona. Esto es válido para el tráfico vehicular como para el narcotráfico...

¿Por qué se desarticuló un esfuerzo tan atractivo, tan necesario? Porque cuando la alcaldía y el gobierno no reaccionaron, no tuvimos la capacidad de promover la idea con nuestros propios esfuerzos, como un esfuerzo ciudadano, como conjunto de empresarios locales insertados en la comunidad, de artistas y vecinos. Aparecieron fisuras. Unos agarraron parte del plan y lo implementaron unilateralmente. De repente tocó la Batucada todos los viernes en la calle San Antonio Abad, sin coordinación con los vecinos, con los demás negocios, con nadie. Los hotelitos se retiraron porque no vieron beneficios. Las empresas grandes de la zona, recién habiéndose acercado al esfuerzo y al sueño colectivo, se retiraron rápido cuando no vieron factibilidad. Los iniciadores se cansaron y buscaron soluciones particulares.

El Atrio se fue del centro del Barrio a la periferia, traumatizado por el caos que él mismo provocó. La Ventana, otro de los impulsores del proyecto del Barrio, se fue a una zona menos caótica. Adiós al Barrio. Buenos días, después de soñar, a trabajar…

Estoy convencido que la idea del Barrio fue correcta. Que una intervención decidida y compartida por los vecinos, los empresarios locales, la alcaldía y el gobierno pueden parar el cáncer que está comiendo nuestra ciudad. Tal vez la muerte del centro histórico sea irreversible, quien sabe, pero colonias como la Laico, la Rábida, la Flor Blanca, la Centroamérica y sus alrededores (el Barrio de nuestro sueño), y mañana tal vez la Escalón, no tienen porque estar condenados a la muerte lenta, al abandono, al reino del caos, de la prostitución, de la delincuencia.

Hay fórmulas probadas en otros países, otras ciudades, donde estos procesos han sido detenidos, revertidos. Han resurgido barrios de situaciones de abandono muchísimo peores que la Flor Blanca o la Laico. A lo mejor no hay una receta única y fácil de aplicar, pero hay elementos indispensables para poder lograrlo: en el centro tiene que estar la acción ciudadana, la activación de la comunidad empresarial local, y la intervención –a invitación de los ciudadanos y de los empresarios- de los gobiernos locales y centrales.

Yo me fui del Barrio donde mi familia vivió y trabajó y estuvo feliz por más de diez años. Tuvimos que salir para poder seguir adelante. Pero sigo con el sueño de aportar a la recuperación de los espacios urbanos pervertidos, destruidos, deshumanizados por el tráfico, el narcotráfico, el comercio informal, el raterismo, la suciedad, y sobre todo por la indiferencia.
(Publicado en El Faro)