lunes, 8 de enero de 2007

El gran pacto sin contenido

En innumerables columnas –escritas por los más variados columnistas de todo el espectro político- hemos lamentado la falta de voluntad política de parte de los partidos, sobre todo los dos grandes, para llegar a acuerdos nacionales, para definir políticas de Estado, para concebir visiones de país...

En innumerables debates en “Encuentros, la cena política de El Faro”, los invitados –representantes de los partidos y expertos- han coincidido en la necesidad e incluso en el contenido de reformas en materia electoral, institucional, fiscal, de salud, de educación... y no han podido explicar por qué, a pesar de las coincidencias, no hay capacidad de ponerse de acuerdo y hacer estas reformas.

Al fin los partidos se sentaron –o más bien, algunas celebridades los sentaron- para llenar este vacío y llegar a un acuerdo nacional “para consolidar la paz y fortalecer el proceso democrático en El Salvador”. En la coyuntura del aniversario de los Acuerdos de Paz, los partidos políticos, “unidos en la percepción de que la realidad del país demanda significativos entendimientos intersectoriales, interinstitucionales e interpartidarios”, se sientan en una mesa para redactar un documento conjunto, el tan necesario Acuerdo Nacional que daría continuidad, vitalidad y rumbo al proceso democrático y de reforma del Estado iniciado con los Acuerdos de Paz.

Lastimosamente, los “significativos entendimientos” no llegaron a más que una declaración de voluntades. Pura retórica. Nada tangible. Lo que en estos días, con bombos y platillos, se anunciará a la nación no contiene ni una sola reforma concreta, ni una sola medida concreta, ni una sola solución a ningún problema del país. Nada.

Nos quieren vender como acuerdo lo que en verdad es la declaración de bancarrota de los partidos en materia de concertación.

Por ejemplo, el documento dice: “En materia electoral, nos comprometemos a impulsar las reformas necesarias para asegurar la legitimidad, credibilidad, modernización, y eficiencia del sistema.” Punto y nada más. Esto es o el título de un capítulo, el encabezado de una lista de reformas concretas. Solo que el capítulo está vacío, no hay lista de medidas. Solo el anuncio. Fraude de empaque, se llama esto.

Conociendo (y admirando) a las personalidades que promovieron esta iniciativa, como David Escobar Galindo y Salvador Samayoa, me imagino que ellos pusieron los encabezados para que los partidos aportaran los capítulos. Sólo que no los aportaron.

Si los partidos realmente tuvieran la mínima voluntad, sólo hubieran abierto las gavetas donde descansan en paz todos los proyectos de ley en materia electoral: despartidización del TSE, listas abiertas, comités cívicos para la elección de alcaldes, concejos plurales, regulación del financiamiento de campañas....

Si hubieran sacado de esta gaveta un solo proyecto, cualquiera de los muchos que están ahí guardados, y en la gran fiesta nacional del 16 de enero hubieran anunciado, sin tanta paja: como muestra de buena voluntad hemos acordado ratificar, en los próximos días, unánimemente, este proyecto de reforma electoral, otra historia sería. Esto hubiera sido un comienzo, una señal constructiva.

Buena voluntad sin muestra ninguna de que sea más que retórica, es fraude. Demasiado ha avanzado la discusión nacional –en casi todos los campos menos los partidarios y legislativos- para que los partidos se pueden dar el lujo de presentar una declaración conjunta – ¡la primera en una década! - totalmente vacía de contenidos concretos, reales, tangibles y confiables.
En muchos de los campos que cubre la declaración de buena voluntad de los partidos –economía, seguridad, sistema electoral, medio ambiente- ya existen propuestas. Ya están discutidas, ya están acabadas. Lo único que falta es voluntad política de los partidos para convertirlas en leyes. Y si no confían en los proyectos de ley de los partidos adversarios, ahí están los proyectos de ley que provienen de Fusades, de Anep, de la AID...

Si para este 16 de enero se trataba de crear un hecho que reconfirme el espíritu de los Acuerdos de Paz, algo que vuelva a dar rumbo y coherencia al país, algo que logre detener el proceso de erosión de la confianza en el sistema político y sus instituciones, entonces nuestros partidos hicieron lo contrario. Redactaron una larga lista de acuerdos que teóricamente habría que construir – pero no sacaron ningún acuerdo práctico. Se comprometieron a todo y no hicieron nada. Una carta a Santa Claus la pueden redactar los ciudadanos, pero no los partidos cuya función es construir soluciones, no pedirlas.

El anuncio público de un sólo acuerdo concreto, práctico (con fechas, medidas concretas, cifras...) hubiera tenido un efecto positivo. Como muestra de buena voluntad. Muestra práctica. Y no era difícil obtenerlo, siempre cuando realmente existiera voluntad. Técnicamente hubiera sido fácil, con tantas iniciativas de ley que teóricamente gozan de coincidencia amplia y que sólo están esperando este raro momento de la voluntad política. Tan fácil como abrir la gaveta.

El hecho que los partidos políticos optaron por lo contrario –por la buena voluntad retórica- es una muestra preocupante más de falta de voluntad real. Esta declaración de buena voluntad retórica sirve a la clase política para salir bien en estas fiestas cívicas del 16 de enero. Pero el despertar después será peor si todo sigue igual. Ya siento la gran resaca después de la fiesta.
Estos ejercicios de retórica irresponsable tienen una consecuencia inevitable: provocan expectativas grandes que -al verse defraudadas- profundizan las crisis.

Ojala que sea así. Ya que los partidos no eran capaces de ponerse de acuerdo sobre ningún paso concreto, tomémosles de la palabra, de cada palabra grandilocuente de esta declaración de compromisos que nos regalan el 16 de enero. Y si esto se convierta en presión y pone en crisis a los partidos –sobre todo a los dos grandes que monopolizan nuestra vida política- bienvenido sea.

Y si pasa un milagro y entre el día que escribo estas líneas y el 16 de enero los partidos logren llenar de contenido su pacto, también bienvenido sea. Posdata: No soy de la gente (como por ejemplo Dagoberto Gutiérrez o su contraparte y complemento Kirio Waldo Salgado, cada uno desde su propia intransigencia) que ponen en duda si el 16 de enero hay algo que celebrar. Hay mucho que celebrar- y hay mucho que resolver. Por esto, esta fiesta cívica merece algo mejor que esta declaración interpartidaria sin ningún acuerdo real.

(Publicado en El Faro)