lunes, 19 de febrero de 2007

En defensa de un enemigo

Es normal –y fácil- salir en defensa de los amigos. Sin embargo, no soy amigo de Geovanni Galeas, por lo contrario. Tenemos años de estar peleando. Nos separan mundos. Pocas veces coincidimos, casi siempre nuestras opiniones son contradictorias. Tampoco he sido admirador de su programa Universo Crítico que recién fue clausurado por el Ministerio de Educación al tomar control del Canal 10. A veces me pareció aburrido, a veces me pareció insoportable que Galeas no dejara hablar a su invitado, pero a veces los debates en Universo Crítico eran brillantes, cómicos, ilustradores. Tal vez a pesar de su conductor. Estaban mal realizados, como todo lo producido por Canal 10. Pero dieron espacio a pensamientos que de otra forma nunca hubieran tenido cabida en la televisión. Comparado con la basura generalmente transmitida por Canal 10, Universo Crítico era incomparablemente superior.

Sin embargo, cuando los nuevos “dueños” del Canal 10 –los titulares de Educación- suspendieron el programa de Galeas, no me provocó levantarme en ira y protestar. Los programas –los buenos como los malos- en algún momento llegan a su fin. Sea porque se agotan, sea porque hay propuestas nuevas y más atractivas que los aplacen. La verdad es que no le puso mucho coco al asunto de Universo Crítico, como tampoco al traspaso del Canal 10 de Concultura a Educación.

Pero cuando leí las declaraciones de José Luis Guzmán, quien como viceministro de Educación parece haber asumido la dirección del Canal 10, sobre el porque de la suspensión de Universo Crítico (y de PlaticArte, conducido por Héctor Sermeño, sobre el cual no puedo opinar porque nunca lo vi), se me encendieron todas las alarmas del complicado sistema que tengo instalado para protegerme de burócratas y ataques a la libertad de expresión.

“Lo quitamos porque era un programa personal y estaba utilizando recursos del canal y del Estado para un programa personal”, dice el viceministro de Educación. Y agrega: “Nuestro objetivo no es sacarlos (a los dos programas) para sustituirlos ya por otra cosa, el objetivo era resolver un problema administrativo.”

Vaya, licenciado. Por lo menos es sincero: Admite que no tienen con qué sustituir los programas suspendidos. Es más, admite que no tienen la más mínimo idea de qué hacer con el canal, hablando de contenidos, de formatos, de géneros. Pero que nadie se preocupe, ya saben cómo resolver este vacío intelectual: “Hemos hablado con el director de la Radio El Salvador, por ser también una emisora oficial, para conocer un poco más su trabajo…” Admite, entonces, que de convertir al Canal 10 en “emisora oficial” se trata.

Clara, ahora se entiende por qué el viceministro, interrogado sobre el porque del cierre de Universo Crítico y Platicarte, contesta: “Es un tema más institucional”, y después cuenta que ellos (el ministerio) les dijo a los conductores cesantes que la puerta queda abierta para que hagan una nueva propuesta al Canal 10, “pero hagan un planteamiento institucional al ministerio.”

Quieren una emisora oficial, institucional. No quieren “programas personales”, o sea no comprometidos con el lineamiento del Ministerio.

¿Cómo es esto de programas personales? Un artista, un intelectual, a quien encargan la conducción de un programa cultural, ¿cómo va a hacer que no sea personal? ¿Supeditándose a un control institucional en materia de crítica cultural? Claro que un programa como Universo Crítico es personal. No hay otra forma de hacerlo decentemente.

Acusar a un conductor de un programa (sea cultural, político o deportivo) en la televisión estatal de usar recursos estatales, es lo más absurdo que puede inventarse. De la boca de un burócrata que no hace otra cosa que usar recursos del Estado, sólo puede traducirse así: En Canal 10 estaban usando recursos estatales sin supeditarse a los intereses del partido gobernante. Vaya pecado. Ahora entiendo porque Canal 10 tenía que pasar de Concultura –institución que goza cierta autonomía y que además está siendo gobernada por un hombre con mente autónoma- al control directo de un ministerio, donde hay funcionarios que usar los recursos del estado sin interés personal, entiéndase con interés partidario.

De repente me parece que todos nosotros que necesitamos la libertad de expresión para sobrevivir –los artistas, los periodistas, los intelectuales, los independientes- nos hemos dormido. La mala calidad del Canal 10 nos tenía sedados e indiferentes. ¿Canal 10? ¿Televisión estatal? ¿Qué importa? Por esto, cuando empezaron a preparar el traspaso del canal de Concultura al Ministerio de Educación, no dijimos nada.

Perdimos la oportunidad de exigir que en vez de pasar la televisión pública del tutelaje de una burocracia a otra peor, se comience a debatir cómo crear una televisión pública independiente, autónoma, crítica, creativa, participativa.

Pero como dicen, nunca es tarde. No se trata de defender y preservar la mala calidad que tenía Canal 10 bajo Concultura. Se trata de la enorme potencialidad que podría tener una televisión pública, una televisión no comercial pero tampoco estatal, mucho menos gubernamental. Una televisión pública donde burócratas no tengan nada que mandar. Una televisión profesional, financiada por el Estado –por el público- pero producida por los mejores artistas, comunicadores, cineastas del país. Con un estatus de autonomía como lo tiene la BBC inglesa, o la ARD y la ZDF alemana, o la RTVE española o la PBS norteamericana – modelos hay suficientes, incluyendo modelos muy exitosos.

Que esto no se puede hacer con el personal de Canal 10 –el típico personal de una entidad estatal, burócratas en vez de profesionales- es obvio. Tampoco con gente como Guzmán quien quiere conductores sometidos a control político y burocrático. Pero una televisión pública autónoma es la única forma de hacer contrapeso a la televisión comercial que por lógica no va a invertir en una programación que no produzca ganancias.

No se trata de reinstalar a Galeas al esquema de una televisión gubernamental. Se trata de crear una televisión donde no manden ni los ministros ni los zares de la televisión comercial. El Salvador la merece. Y por supuesto que un Galeas, independientemente que me caiga bien o mal- tendría que caber en ella.
(Publicado en El Faro)