lunes, 5 de febrero de 2007

Uno se fue de bocón, el otro de pendejo

Iba a escribir sobre el relajo que se le armó a Will Salgado quien se fue de bocón con un periodista del Washington Post. Sólo que se me adelantó mi amigo José Luis Sanz con su columna en La Prensa Gráfica de hoy domingo 4 de febrero. Con el artículo de José Luis Sanz, casi todo está dicho sobre el tema. Y bien dicho.

Sólo falta hablar de otro aspecto. No tengo razón ninguna de dudar que Will Salgado haya contado al reportero del Washington Post que él coleccionaba y guardada en su casa calaveras de bebés asesinados por tropas gubernamentales en El Mozote. Me cuesta imaginar que el reportero se haya inventado esta historia. Por otra parte, no me cuesta nada imaginarme que el mismo Will Salgado se lo haya inventado.

La pregunta no es: ¿Qué mente tan torcida tiene uno de nuestros políticos prominentes de haber coleccionado calaveras de niños? Tampoco la pregunta es: ¿Qué estúpido puede ser un político de reconocer públicamente este lado oscuro de su pasado? La verdadera interrogante de este caso es aun más aterradora: ¿Qué mente enferma tiene un pretendiente a presidente de la República que es capaz de inventarse que anduvo recogiendo, como recuerdos, calaveras de niños en El Mozote?

Porque Will Salgado no ha recogido calaveras en El Mozote meses después de la masacre de diciembre de 1981, como contó al reportero del Washington Post, simplemente porque no era parte de las tropas que anduvieron por estos lados a esta altura de la guerra.

Posiblemente recogió calaveras en otras partes y otros años. No sería el único con hábitos tan deshumanizados. Y cuando un reportero norteamericano viene a entrevistarlo en el contexto de del quinceavo aniversario de la firma de la paz, a Will Salgado le parece más interesante decir que anduvo en El Mozote. Le pareció atractivo inventarse que sus souvenir macabros eran de niños de El Mozote, no de unos muertos desconocidos en un lugar desconocido. Si de arrepentirse se trata, por lo menos en el contexto de una masacre mundialmente conocida…
La otra interrogante: ¿Por qué habrá que creer a Will Salgado cuando en el mismo cuento se presenta como arrepentido, casi como víctima? Me engañaron, me dijeron que había que defender la patria contra los comunistas, y hasta después me di cuenta que mi coronel Domingo Monterrosa era un criminal de guerra…

Da lástima el pobre reportero del Washington Post. No sólo anduvo perdido en el mapa, confundiendo las montañas de La Guacamaya, donde le enseñaron la “cueva de las pasiones” de la Radio Venceremos, con el Cerro Cacahuatique, que a lo mejor es el único cerro que sale con nombre en el mapa que anduvo. No sólo entrevistó a Walter Araujo pensando que era el presidente de la Corte Suprema de Justicia. También se topó con un señor bocón llamado Will Salgado pensando que estaba hablando con un ejemplo de reconciliación. Imagínense, un ex-soldado que haya llegado al extremo de exhibir en su casa calaveras de niños masacrados por su entonces ídolo Domingo Monterrosa – y hoy, convenientemente reflexionando sobre guerra y paz cuando un reportero aterriza del Washington Post para hacer el balance de guerra y paz, considera a su ex jefe Monterrosa un genocida comparable con Hitler.

Da lástima el reportero del Washington Post quien se topa con un tipo como Will Salgado y después le retrata como un hombre que guardaba las calaveras para nunca olvidarse de lo profunda de su deshumanización durante la guerra, y como símbolo de su concientización.

Tiene que llegar uno de muy, pero muy lejos de El Salvador para ser tan ingenuo. Tiene que ser muy grande ese deseo de encontrar ejemplos de reconciliación para aceptar a Will Salgado como uno. La próxima vez que llegue a El Salvador –si es que profesionalmente sobreviva este desastre de reportaje- me ofrezco a llevarlo al Bajo Lempa, donde las cooperativas de excombatientes de ejército y guerrilla son vecinos, compartiendo el abandono, las inundaciones, las promesas no cumplidas. Cuesta un poco más que tocar las puertas de un alcalde enfermo de egocentrismo y deseo de protagonismo, pero en estas cooperativas se puede hacer un estudio sobre la reconciliación entre los combatientes en la guerra enfrentados.

Valdría la pena ver cómo guerreros de los dos bandos conviven, no sólo pacíficamente, sino solidariamente.

Will Salgado, para hacer el reportaje que quiso hacer nuestro reportero sobre la reconciliación, era el personaje equivocado. Will Salgado no salió de la guerra arrepentido de los crímenes de guerra. Salió de la guerra convencido que era pérdida de tiempo estarse matando por ideologías cuando esta misma guerra ofrecía la posibilidad de hacerse rico vía contrabando. La gente como Will Salgado no peleó por principios, por eso es imposible que se desengañara. Y de la misma manera opera en política: sin principios y siempre ganando.

El hecho que hoy Will Salgado no quiere hacerse cargo de sus propios inventos, no significa nada. Tampoco se hace cargo de la Sombra Negra. Se fue de bocón y el otro, haciéndole caso, de pendejo.
(Publicado en El Faro)