jueves, 17 de diciembre de 2009

Columna transversal: Nada de dormir y hablar con el enemigo

Capítulo 48 de la telenovela “Aquí mando yo” del conocido productor de televisión Mauricio Funes: El presidente de la República, con su cara de enojado ya protegida como marca registrada, regaña públicamente a su ministro de Seguridad y Justicia por tener asesores que no comulgan con la filosofía oficial.

Según el señor presidente, “un ministro no puede tener como asesor principal a una persona que viene de administraciones anteriores y que no cree en nuestro programa de gobierno, porque entonces lo va asesorar en un sentido diferente al que nos hemos trazado en este Gobierno del cambio.”

Resulta que el pecado del ministro Manuel Melgar no es que tenga como asesor a un oficiales de comprobada capacidad y experiencia como el famoso ‘Carabinero’ (el comisionado Douglas García Funes). El pecado es que no le hace caso y no lo protege contra persecuciones por su distancia al nuevo partido oficial. Si haría caso a sus asesores, el ministro Melgar a lo mejor ya tendría un plan y una estrategia para la lucha contra la delincuencia. Pero tendría serios problemas con su presidente que no tolera que su gobierno, para diseñar políticas públicas, tome en cuenta la experiencia acumulada de funcionarios de anteriores administraciones.

Así se explica que los pocos expertos que existen en este país para asuntos complejos como las finanzas públicas, políticas de prevención de la delincuencia, combate al crimen organizado, etcétera, nunca han sido convocados por el gobierno actual para transmitir sus experiencias y sus consejos. Es obvio que un gobierno nuevo pone al frente de sus ministerios a personas identificadas con el programa de gobierno. Es obvio también que al fin será el gabinete o cada uno de sus integrantes que van a tomar decisiones. Pero es ilógico no pedir, de manera permanente, la información, las opiniones y los consejos de los ministros y expertos de anteriores administraciones.

Consta que en las áreas estratégicas de la administración pública, esto nunca ha pasado desde el cambio de gobierno. Más bien está vetado por una actitud cerrada y autosuficiente del presidente y de algunos de sus más cercanos asesores.

Ni los ministros de Hacienda de los gobiernos anteriores ni otros expertos no vinculados al gobierno y su partido han sido convocados por el ministro de Hacienda o el secretario técnico de la Presidencia antes de diseñar su reforma fiscal. Es una de la razones porque esta reforma ni va a recaudar lo que quieren, ni mucho menos allanar el camino hacia el pacto fiscal que realmente necesita el país.

En el área de Seguridad Pública, han mostrado un cuidado celoso para no pedir la opinión de los pocos expertos que tiene el país que saben de este asunto. Un presidente que realmente busca construir un ‘gobierno de unidad nacional’ con ‘políticas públicas de país’, hubiera solicitado a Salvador Samayoa y Oscar Bonilla (los dos ex-presidentes del Consejo Nacional de Seguridad Pública); a Rodrigo Ávila, Mauricio Sandoval y José Luis Tobar Prieto (ex-directores de la PNC); a Hugo Barrera, Francisco Bertrand Galindo y René Figueroa (ex-ministros de Seguridad); incluso a expertos como Joaquín Villalobos que le ayude a analizar experiencias, fallas y logros del pasado y discutir modelos de solución.

El hecho que todos ellos mantienen posiciones críticas al FMLN y al gobierno de Funes no los descalifica como personas a consultar. Por lo contrario, convierte sus opiniones y consejos en elementos indispensables para poder tomar decisiones correctas y para diseñar estrategias basadas en un escrupuloso análisis de todas las experiencias y todas las opciones.

Nadie pide a Mauricio Funes que delegue las decisiones sobre materia fiscal a Manuel Hinds, el odiado arquitecto de la dolarización. O la estrategia de Seguridad Pública a Salvador Samayoa y Joaquín Villalobos. Entiendo que el presidente, más allá de identificar a todos ellos como adversarios, detesta a estos personajes que lo critican cada rato. Pues, más razón para consultarlos. Y si como presidente no quiere mezclarse con ellos, siempre puede instruir a sus ministros que les inviten y consulten - o dejar de regañar a sus ministros cuando se atreven a asesorarse con personas que no comparten la filosofía oficial de ‘el cambio’.

Y si esto tampoco lo considera factible el señor presidente, por lo menos que deje de hablar de concertación, diálogo, y unidad nacional.

(El Diario de Hoy)