El 17 de junio fue, durante mi juventud, día nacional de fiesta en Alemania Occidental. En Alemania Oriental, fue un día de tensa calma, con toda la policía desplegada y con los opositores en 'detención preventiva'.
De ambas formas se conmemoraba el día miércoles 17 de junio de 1953, cuando en Berlin Oriental miles de obreros de la construcción, y luego en toda la República cientos de miles de obreros de todas las industrias, se declararon en huelga y salieron a las calles exigiendo libertad.
¿Una huelga general en un Estado que orgullosamente se llamaba del "Estado de los Obreros y Campesinos"? Impensable, pero pasó. ¿Más de un millón de trabajadores saliendo a la calle, tomando control de las oficinas de la Seguridad de Estado y de docenas de estaciones policiales, en un país comunista? Inimaginable, pero realidad histórica.
Los comunistas alemanes, patrocinados por las tropas soviéticas de ocupación, habían ya destruido todos los sindicatos independientes y socialdemócratas. Los únicos sindicatos existentes dependían directamente del partido y del Estado. Por eso, la ira de los trabajadores, encendida por un decreto del Comité Central de aumentar en 10% las horas de trabajo por el mismo sueldo, se dirigió a la poderosa Confederación Libre de Sindicatos que había aprobado este paquetazo. En todas las ciudades los obreros insurrectos se tomaron sus locales sindicales y expulsaron a los funcionarios comunistas.
El Partido Socialista Unificado (que coincidencia que precisamente así se llama el partido de Hugo Chávez...) además había recientemente aprobado un nuevo plan de "entrada acelerada al socialismo", aumentando drásticamente el control político-policial sobre la población, y con medidas económicas que causaron graves problemas de desabastecimiento.
El partido con todo su aparto paramilitar, y el Estado todo y su temida "Stasi" (Seguridad del Estado) se vieron impotentes. No podían controlar la situación en las calles y las fábricas del país. Llamaron a la "Policía Popular", y los generales (todos leales comunistas) dijeron: "No vamos a reprimir a los trabajadores."
Temiendo que la insurrección les iba a quitar el poder, los dirigentes del partido pidieron a los "amigos soviéticos" que intervinieran militarmente. El Ejército Rojo de la Unión Soviética declaró el estado de excepción, tomó el control total del país, y movilizó, en la tarde del 17 de junio, 16 divisiones. Tanques soviéticos tomaron posición en todas las ciudades, enfrente de las fábricas y de las sedes sindicales ocupadas por los obreros insurrectos.
De niños incorporamos en nuestros juegos las imágenes de hombres desarmados retando tanquetas. Son inolvidables las fotos de soldados rusos con cara de susto y profunda confusión enfrentando a trabajadores desarmados.
Por supuesto, esta primera de una serie interminable de insurrecciones populares en los países comunistas de Europa Oriental fue reprimida exitosamente, pero a un altísimo costo político y moral. Años después, las mismas imágenes se repitieron en las calles de Varsovia, Budapest y Praga: tanquetas soviéticas contra estudiantes y obreros encachimbados, pero desarmados. Esta historia continuó hasta que llegó el momento en que el virus del cambio afectó a la misma Rusia. A finales de los años 80, de repente Moscú se negaba a seguir salvando, con sus tropas, a los regímenes insostenibles den Alemania Oriental, Polonia, Rumania, Hungría y Checoslovaquia.
El 17 de junio, en la memoria de los sindicalistas alemanes, sigue siendo el día en que recuerdan que la lucha por la justicia no tiene sentido ninguno si se restringe la libertad. Luego de la unificación de Alemania, ya no es día nacional, fue sustituido por el 3 de octubre, día de la unificación de las dos Alemanias. Hay quienes dicen que era tiempo de quitar esta "celebración anticomunista" del 17 de junio. Para mi, este día nunca fue el día del anticomunismo, sino el día de la libertad sindical, del derecho inalienable de organizarse libremente. Esta libertad hay que defender contra quien la quiere irrespetar, no importando si desde la derecha desde la izquierda.
(El Diario de Hoy)
De ambas formas se conmemoraba el día miércoles 17 de junio de 1953, cuando en Berlin Oriental miles de obreros de la construcción, y luego en toda la República cientos de miles de obreros de todas las industrias, se declararon en huelga y salieron a las calles exigiendo libertad.
¿Una huelga general en un Estado que orgullosamente se llamaba del "Estado de los Obreros y Campesinos"? Impensable, pero pasó. ¿Más de un millón de trabajadores saliendo a la calle, tomando control de las oficinas de la Seguridad de Estado y de docenas de estaciones policiales, en un país comunista? Inimaginable, pero realidad histórica.
Los comunistas alemanes, patrocinados por las tropas soviéticas de ocupación, habían ya destruido todos los sindicatos independientes y socialdemócratas. Los únicos sindicatos existentes dependían directamente del partido y del Estado. Por eso, la ira de los trabajadores, encendida por un decreto del Comité Central de aumentar en 10% las horas de trabajo por el mismo sueldo, se dirigió a la poderosa Confederación Libre de Sindicatos que había aprobado este paquetazo. En todas las ciudades los obreros insurrectos se tomaron sus locales sindicales y expulsaron a los funcionarios comunistas.
El Partido Socialista Unificado (que coincidencia que precisamente así se llama el partido de Hugo Chávez...) además había recientemente aprobado un nuevo plan de "entrada acelerada al socialismo", aumentando drásticamente el control político-policial sobre la población, y con medidas económicas que causaron graves problemas de desabastecimiento.
El partido con todo su aparto paramilitar, y el Estado todo y su temida "Stasi" (Seguridad del Estado) se vieron impotentes. No podían controlar la situación en las calles y las fábricas del país. Llamaron a la "Policía Popular", y los generales (todos leales comunistas) dijeron: "No vamos a reprimir a los trabajadores."
Temiendo que la insurrección les iba a quitar el poder, los dirigentes del partido pidieron a los "amigos soviéticos" que intervinieran militarmente. El Ejército Rojo de la Unión Soviética declaró el estado de excepción, tomó el control total del país, y movilizó, en la tarde del 17 de junio, 16 divisiones. Tanques soviéticos tomaron posición en todas las ciudades, enfrente de las fábricas y de las sedes sindicales ocupadas por los obreros insurrectos.
De niños incorporamos en nuestros juegos las imágenes de hombres desarmados retando tanquetas. Son inolvidables las fotos de soldados rusos con cara de susto y profunda confusión enfrentando a trabajadores desarmados.
Por supuesto, esta primera de una serie interminable de insurrecciones populares en los países comunistas de Europa Oriental fue reprimida exitosamente, pero a un altísimo costo político y moral. Años después, las mismas imágenes se repitieron en las calles de Varsovia, Budapest y Praga: tanquetas soviéticas contra estudiantes y obreros encachimbados, pero desarmados. Esta historia continuó hasta que llegó el momento en que el virus del cambio afectó a la misma Rusia. A finales de los años 80, de repente Moscú se negaba a seguir salvando, con sus tropas, a los regímenes insostenibles den Alemania Oriental, Polonia, Rumania, Hungría y Checoslovaquia.
El 17 de junio, en la memoria de los sindicalistas alemanes, sigue siendo el día en que recuerdan que la lucha por la justicia no tiene sentido ninguno si se restringe la libertad. Luego de la unificación de Alemania, ya no es día nacional, fue sustituido por el 3 de octubre, día de la unificación de las dos Alemanias. Hay quienes dicen que era tiempo de quitar esta "celebración anticomunista" del 17 de junio. Para mi, este día nunca fue el día del anticomunismo, sino el día de la libertad sindical, del derecho inalienable de organizarse libremente. Esta libertad hay que defender contra quien la quiere irrespetar, no importando si desde la derecha desde la izquierda.
(El Diario de Hoy)