Cuando vi la cara que puso Hugo Chávez luego de enterarse (y tener que aceptar) que la mayoría de los venezolanos había votado contra él en las elecciones parlamentarias de septiembre, supe que no iba a aceptar esta derrota así no más.
Era la misma cara que le vi al teniente coronel luego del referéndum popular de 2008, en el cual los venezolanos rechazaron mayoritariamente la reforma constitucional propuesta por él, o sea el paso de Venezuela al socialismo. Una cara de papá decepcionado de sus hijos, una cara de "ya verán"...
El día siguiente mandó a colocar en todo el país vallas gigantescas con una sola frase: "¡Por ahora!".
Y en cadena nacional de televisión dijo a la oposición: "Sepan administrar su victoria. ¡Es una victoria de mierda!".
Y se dedicó a pasar por la Asamblea Nacional, en la cual controlaba el 95% de los votos, ley por ley, decreto por decreto todos los contenidos socialistas de la reforma constitucional no aprobada en la votación popular.
Esta vez, en su segunda derrota en las urnas, Chávez no mandó a colocar vallas. Simple y silenciosamente hizo lo necesario para seguir adelante con sus planes de "transformación socialista", a pesar de la pérdida del apoyo mayoritario de su pueblo y de una Asamblea a sus órdenes.
Para lograr esto, hizo funcionar al máximo a la Asamblea Nacional saliente y obediente, y la hizo aprobar, sin mayor discusión todas las leyes que jamás pasarían en la nueva Asamblea, en la cual la oposición tiene suficiente fuerza para bloquear legislaciones que requieren de mayoría calificada.
De esta manera, la Asamblea Nacional saliente, en los últimos días de su mandato que expira el 5 de enero 2011, suspendió las vacaciones de Navidad y fin de año para aprobar leyes de comunicación que limitan aún más la libertad de expresión, incluso en Internet; una ley que limita la autonomía universitaria y permite al gobierno a imponer sus "contenidos socialistas" en los currícula; leyes que establecen, bajo el nombre "poder popular", estructuras paralelas a los gobiernos municipales y regionales, directamente controladas por el partido y el gobierno central; leyes que penalizan a ONG y partidos que reciben fondos del exterior; leyes que simplifican los procedimientos de nacionalización de empresas y tierras...
Y, como premio mayor, la Asamblea saliente, dos semanas antes de terminar su mandato, regala al presidente la madre de las leyes: la llamada "ley habilitante" que otorga al teniente coronel, por un período de 18 meses, la facultad de legislar por decreto presidencial.
Esto tuvo en mente Chávez cuando perdió el referéndum y dijo "Por ahora". Esto tuvo en mente Chávez cuando perdió el apoyo popular mayoritario, hasta en los barrios pobres, y dijo: "Ya verán".
La democracia venezolana, una de las más tradicionales de América Latina, ha dejado de existir. Bajo el mando del militar golpista Hugo Chávez y "asesorado" en cada paso por los cubanos, Venezuela transitó a un Estado que no es de Derecho, que ya no tiene división de poderes, donde ya no funcionan los contrapesos, y donde las elecciones ya no definen la distribución del poder.
El comandante Chávez ahora comanda un Estado que ya no depende de mayorías electorales, de reglas parlamentarias, ni siquiera de la Constitución. Le es suficiente el control absoluto del sistema judicial, incluyendo el Tribunal Supremo de Justicia y su Sala de lo Constitucional que no va poner ningún freno a la inconstitucionalidad manifiesta de las Leyes Habilitantes que facultan a Chávez a seguir gobernando por decreto y sin control parlamentario.
Todos los constitucionalistas serios coinciden que un parlamento no puede delegar sus facultados al presidente más allá de su propio mandato. Lo que la Asamblea saliente, bajo control total chavista, está haciendo es delegar las facultades de la siguiente Asamblea.
Esto a todas luces es inconstitucional. Tan obviamente inconstitucional como la decisión de la Corte Suprema de Nicaragua de que el artículo de la Constitución que prohíbe la reelección presidencial no aplica a Daniel Ortega. Una vez que un gobierno tenga este tipo de control sobre el sistema judicial, las inconstitucionalidades ya no importan.
En Alemania, la dictadura de Adolf Hitler y su partido nazi se instaló con la aprobación de las famosas Leyes Habilitantes (Ermächtigunsgesetze) de 1933. El siguiente paso fue la suspensión de las garantías constitucionales, de las libertades de expresión y la organización...
Enrique ter Horst, el jurista venezolano que fungió como jefe de ONUSAL en nuestro país, dice al respecto: "En julio del 2012, cuando la Ley Habilitante de Chávez expira, Venezuela se habrá convertido en un estado totalitario al estilo cubano, siempre y cuando el régimen logre reprimir la fuerte oposición que este golpe a la democracia provocará en la población...".
Entonces, todo depende de esto: la capacidad de Chávez de reprimir, y de la oposición de cobrarle al gobierno el costo político de sus medidas antidemocráticas. En este contexto hay que entender las declaraciones del general Henry Rangel Silva, jefe del Comando Estratégico Operacional: "La Fuerza Armada Nacional no tiene lealtades a medias sino completas hacia un pueblo, un proyecto de vida y un comandante en jefe…
Nos casamos con este proyecto de país… Es difícil que la oposición a Chávez llegue al poder, sería vender el país, eso no lo va a aceptar la FAN". Inmediatamente el presidente lo ascendió a "general en jefe" de la Fuerza Armada, comentando sus declaraciones como "el sentimiento de un soldado revolucionario y bolivariano" que ha mostrado "su claridad estratégica".
(El Diario de Hoy)