martes, 25 de febrero de 2014

Vimos morir a demasiados periodistas durante la guerra, como para tolerar que en tiempos de paz sigan matando a colegas

La semana pasada fui a Honduras, invitado como conferencista en un foro llamado “Periodismo en situación de riesgo”. Participaron 80 colegas de Honduras, de todos los colores políticos y de todo tipo de medios.
Antes de tener que hablar, escuché las historias de horror que contaron y analizaron los otros invitados, colegas muy experimentados de Colombia y México: periodistas asesinados, medios atacados, silencio impuesto... Pero a la vez eran historias de esperanza, porque contaron cómo los colegas y los medios se unieron para defender nuestra profesión, para exigir a los gobiernos que rompan con la impunidad.

Luego hablaron los colegas de Honduras: 39 periodistas asesinados en los últimos 5 años; impunidad total; miedo y, como resultado: silencio ante la corrupción y sobre todo, ante los vínculos entre policía y crimen organizado. Pero lo más desconcertante: la profunda división del gremio, reflejando la extrema polarización del país. Y dependiendo a quién asesinaron - a un periodista que apoyaba el golpe contra Zelaya, o a un colega identificado con la resistencia contra el golpe-, cada muerte fue llorada por la mitad del gremio y silenciada (o incluso aplaudida) por la otra mitad...

Cuando al fin me tocó hablar sobre el periodismo en El Salvador y los riesgos que enfrentamos, casi les pedí disculpa a mis colegas de Honduras, México y Colombia por no poder compartir historias de horror. Les dije que en El Salvador vimos morir a demasiados compañeros periodistas durante la guerra, como para tolerar que en tiempos de paz sigan matando a colegas, y como para permitir que nuestras diferencias nos inhiban a actuar como gremio, unidos y solidarios...

Les conté que en El Salvador nuestras diferencias políticas y sobre cómo hacer periodismo son reales, las debatimos con pasión, pero en la guerra aprendimos dos cosas (y pagando un altísimo costo humano): que solo juntos nos podemos defender; y que la única protección no es el Estado (porque normalmente de sus “autoridades” proviene la amenaza) sino solamente la sociedad, cuando reconoce la calidad y la credibilidad de nuestro trabajo.

Me atreví a improvisar una tesis: para explicar porqué en El Salvador, desde los Acuerdos de Paz, no tenemos violencia contra periodistas. Ni la policía, ni las pandillas, ni nadie nos mata. Tenemos todo tipo de violencia, pero no esta violencia infame que sofoca la libertad de prensa e impone silencio, como pasa en amplias regiones de México y de Honduras. No tenemos esta flagelo en El Salvador, porque los periodistas, durante la guerra y en el proceso de paz, nos pusimos las pilas y jugamos un papel importante y valiente, creando transparencia, ejerciendo crítica y denuncia, expresando las aspiraciones de la ciudadanía – y porque la sociedad reconoce este papel clave del periodismo, y por ello protege a nuestra profesión y no permite que nadie la intente de callar, ni con balas, ni con otro tipo de represión. Y hasta las pandillas respetan este consenso no escrito.

Quiero pensar que estoy en lo correcto con esta tesis. No significa que el periodismo nuestro sea ideal. Falta mucho. Pero la guerra nos hizo aprender las lecciones que  ahora en Honduras y en México están obligados a aprender.

Tampoco significa que aquí no existan peligros para la prensa y el ejercicio de su libertad. Existen, y siguen proviniendo del los gobiernos, sean de derecha o de izquierda, que no quieren transparencia, no toleran crítica, chantajean a los medios, y niegan acceso a información. En El Salvador, los peligros para el periodismo no provienen del crimen organizado. Quien lo sostiene, distrae la atención del problema que se llama gobierno.

La experiencia nos dice: Para garantizar que la sociedad nunca más permita violencia política y contra los periodistas, tenemos que mejorar la calidad de nuestro trabajo, consolidar nuestra credibilidad y unirnos a pesar de nuestras diferencias. Hay tiempo para pelearnos entre nosotros, y tiempo para pelear juntos contra las fuerzas que atentan contra la libertad de expresión.

Los colegas de Honduras nos aseguraron que van a ir en esta dirección, superando las tentaciones del periodismo militante que les ha impedido a unirse contra los peligros, y también a mejorar su trabajo.
(El Diario de Hoy)