Todo esto ya lo vivimos en los años
80. ¿Llegamos otra vez al punto de partida?
Marcos Rodríguez salió el lunes en
televisión comparando la situación actual de su gobierno con la del gobierno de
Duarte, enfrentando al mismo tiempo la guerrilla y la empresa privada.
Pero que ni en los peores días del
gobierno de Duarte, cuando en enero 1987 hubo un paro empresarial y en junio y
noviembre la guerrilla del FMLN decretó paros del transporte que paralizaron
todo el país, se les ocurrió a los Demócratas Cristianos a hablar de una
conspiración entre la derecha y la guerrilla para derrocar al gobierno.
Tal vez Marcos Rodríguez y Edmundo Viera,
ex ministro de Duarte y actual viceministro de Sánchez Cerén, quien también en
estos días hizo esta comparación entre los gobiernos de Duarte y Sánchez Cerén,
tienen razón en un aspecto: Ambos gobiernos cometieron el mismo error fatal de
meterse en un conflicto con dos frentes – con la empresa privada y la derecha
política, y al mismo tiempo con la guerrilla, en el caso de Duarte, o con las
pandillas, en el caso de Sánchez Cerén. No es culpa de ARENA, ni mucho menos de
los exponentes de la sociedad civil que exigen la instalación de una Comisión
Internacional contra la Impunidad, que el gobierno del FMLN se inventa el
fantasma de un golpe de Estado al mismo tiempo que se vuelve manifiesto su
fracaso en su guerra contra las pandillas. Cada partido, cada gobierno, cada
presidente tiene que escoger bien sus batallas – y si se equivoca, desestabiliza
al país. Y si esto pasa, poco le sirve acusar a otros de la desestabilización…
Así como Duarte fracasó escogiendo mal
sus batallas y quedándose solo, el gobierno de Sánchez Cerén está fracasando
porque profundiza las divisiones del país. Todos las comisiones de concertación
que el gobierno de Sánchez Cerén está creando (para Seguridad, para Educación,
para Crecimiento e Inversión) no sirven para nada mientras el FMLN no está
dispuesto a negociar en serio: ni con la oposición política, ni con la empresa
privada, ni mucho menos con los pandilleros. Con todos ellos, incluyendo los
pandilleros, este gobierno está haciendo jueguitos engañosos de confrontación y
diálogo. Estos jueguitos suelen entrar en crisis, y actualmente entraron en
crisis todos a la vez. Como un acróbata que tiene demasiados pelotas en el
aire: Se le cae una, y en el intento de levantarla, se le caen todas…
Esta es la situación actual de este gobierno.
Tomó la decisión de resolver la crisis de seguridad yendo a la guerra abierta
contra las pandillas – pero sin antes llegar a acuerdos con la oposición y con
la empresa privada. ¿Y cómo va a llegar a acuerdos, si es tan transparente que
su ofensiva abierta contra las pandillas no es para resolver el problema, sino
para ganar apoyo electoral en una sociedad que desesperadamente exige
seguridad?
Y cuando ya no aguanta el enfrentamiento,
con tasas de más de 600 homicidios mensuales en mayo y junio, el gobierno hace
promesas inconfesables e imposibles de cumplir a las pandillas, con tal que la
situación se calme. De hecho se calma durante el mes actual de julio – pero al
no poder cumplir las promesas, las pandillas cobran la factura de la única
manera que han aprendido: con violencia. Resultado: el paro de transporte.
En vez de reconocer el error y sentarse
con la oposición para concertar una política de seguridad que todos pueden
apoyar, y que sea integral, prefieren culpar a la oposición del caos creado por
ellos mismos. Llegan al absurdo de poner a su diputado Misael Mejía a decir que
detrás del paro de transporte impuesto por las pandillas están un periodista y
un diputado de ARENA. Crearse múltiples enemigos (medios, empresarios,
oposición política y pandillas) y luego acusarlos a todos juntos de una sola
conspiración contra el gobierno, esto es la receta segura para fracasar. Sin
embargo, los platos rotos los pagamos todos.
(El Diario de Hoy