lunes, 1 de agosto de 2005

Natascha

El body count diario. En Iraq. En Palestina. En El Salvador. Como si estuviéramos todavía en guerra. Cifras anónimas de muertos en pleitos y accidentes. Todos los días de la semana, todas las semanas del mes, todos los meses del año... Las estadísticas, como son anónimas, no te hacen llorar. Si no, estaríamos llorando todo el tiempo.

Pero, de repente el diario dice: Cinco muertos en serie de accidentes en la Constitución. Y el número cinco tiene nombre y cara. Es Nataly. Cada una de las cifras, para alguien -alguna madre, algún hijo, alguna novia, algún amigo- no es anónimo, tiene cara. Para mí, este jueves 28, el nombre es Nataly.

Murió el jueves 28, en la autopista a Apopa. Una belleza de mujer, alegre, cariñosa, viva. Su velorio se llenó de cientos de jóvenes, porque Nataly era chera de todos y amiga de muchos, amada por un montón. Yo quiero pensar que era mi amiga, aunque tenía meses de no verla. Apareció en La Ventana una noche irrumpiendo el ritual masculino del torneo de billar. Durante meses, llegaba todos los jueves a ver si ganaba el torneo. Todos, cada uno de su manera, nos enamoramos un poquito de ella, unos más, otros menos. No es que Nataly estaba coqueteando. No necesitaba coquetear para que uno se enamorara de ella. Uno siempre tenía ganas de abrazarla. Hay muchachas que puedes abrazar a cada rato, en frente de tu esposa o en frente de su novio, y no hay problema. Tan natural era Nataly.

Se enamoró de La Ventana. Trabajó durante varios meses de mesera, los domingos por la noche. Estoy seguro que aumentó mi clientela los domingos. Por lo menos su grado de satisfacción.
Para mí era Natalia. O Natascha. Primero se enojaba cuando yo le decía estos nombres. Después me dio permiso -sólo a mí- de llamarla Natalia. A veces Natascha, ya como colmo de cariños. Cariño mutuo. Mía de ponerle nombres. Suyo de aceptarlos.

¡Qué desperdicio!, Natalia murió con 22 años, en un accidente resultado del desorden, de la imprudencia, de la negligencia y de la impunidad que estamos permitiendo en nuestras carreteras. Negligencia de todos nosotros, porque asumimos el desorden como algo normal y natural. Dicen que el trailer que mató a Natalia tenía desperfectos. Puede ser. Pero somos cómplices del dueño del camión, porque vemos diariamente camiones, buses, carros no aptos a circular y no hacemos nada al respecto. Nos parece normal. Pero no lo es. No es normal que Natascha esté muerta. Es absurdo, es injusto, es innecesario. Es un escándalo.

Parece que la policía no hizo lo necesario para asegurar la zona del primer accidente. En una autopista, cualquier obstáculo imprevisto puede causar desastres. Y cuando hay un accidente que provoque que el tráfico se paralice en media autopista, la policía tiene que asegurar que los motoristas que se acercan a alta velocidad al lugar del accidente estén alertados y obligados a bajar la velocidad a tiempo. Habría que investigar si en este caso existe negligencia por parte de la policía. Igual había que averiguar si los vehículos embestidos por el trailer realmente estaban parados porque no había paso, o si estaban parados porque algunos curiosos se detuvieron para ver la sangre resultado del primer accidente.

Pero sea como sea -negligencia del dueño o del motorista del trailer, negligencia de la policía o negligencia de otros motoristas-, la responsabilidad la tenemos todos porque toleramos la negligencia e imprudencia generalizadas.

Adiós, Natascha...
(Publicado en El Faro)