lunes, 19 de diciembre de 2005

La apuesta

Si tenemos un rubro de exportación y si además resulta que es el más importante, el único en crecimiento, entonces, nos tenemos que hacer la pregunta: ¿Cómo fomentamos esta exportación que nos hace viable nuestra economía y nuestra balanza comercial? Tenemos que hacer todo lo posible (y a lo mejor algo imposible también) para ver cómo exportamos más, a mejor precio. Tenemos que mejorar el producto, para que lo podamos exportar a mejores condiciones y obtener mejores precios.

Traducida esta lógica (que todo el mundo aplica a productos como café, tamales o zapatos) a la única cosa que El Salvador exporta exitosamente –mano de obra- esto significa: tratados internacionales con los países receptores de nuestra mano de obra para conseguir que puedan emigrar más gente, que ganen mejor, que tengan mejores condiciones de trabajo, de legalidad, de acceso a todos los servicios, incluso los que les sirven para seguirse capacitando y así cotizarse mejor. Y significa acá mejor educación, mejor preparación para los jóvenes, para exportar mano de obra más calificada o mejor pagada.

No entiendo por qué un planteamiento de este tipo es percibido como cínico, como utilitarista, como algo inmoral.

Todo el mundo sabe que la migración mantiene a flote la economía de El Salvador. Si, pero no es la migración como fenómeno antropológico la que nos mantiene a flote, es la inserción de salvadoreños en el mercado globalizado de trabajo, son los salarios que los emigrantes devengan en Estados Unidos y otros países.

Si todo el mundo sabe esto, ¿por qué nadie está dispuesto a decir: apostemos a ésto, pero en serio?

Dicen: Así es, pero no podemos apostar a ésto.

Los argumentos: No podemos exportar seres humanos. Nadie está planteando que exportemos personas. Nadie está hablando de esclavos. El producto que se vende –en las fincas de Santa Ana, en las fábricas de Soyapango, en las maquilas de Comalapa, o en Estados Unidos; ¿cuál es la diferencia?- no es la persona, es la mano de obra. La mano de obra se vende – eso se llama mercado de trabajo. Y no es inmoral, por lo contrario: vino a superar la esclavitud y abrir el paso a la libre organización de los trabajadores.

Otro argumento: No podemos fomentar la migración ilegal. Pues, mientras el Estado no garantice vías legales de migración, de hecho seguirá la migración ilegal, con todos los riesgos y costos que implica. No se trata de fomentarla. Hay que suavizar sus efectos y hay que paulatinamente legalizarla.

Es al revés: Mientras no apostemos a la migración como exportación de mano de obra, condenamos a la gente a la ilegalidad, a la no protección y al mal aprovechamiento de nuestro recurso humano.

Detrás de todo esto hay una diferencia en los objetivos. ¿Queremos que los salvadoreños tengan cada vez más acceso al mercado globalizado de trabajo, con todas las oportunidades que esto significa para los individuos, las familias y para el país? ¿O queremos que –aunque sea por arte de magia- la gente ya no tenga necesidad de emigrar para tener oportunidades?

¿Cuál de los dos mundos soñamos? ¿Un mundo donde cada uno queda en su familia, en su caserío, en su pueblo, en su país, sin necesidad de salir – o un mundo con cada vez menos fronteras para que la gente busque sus oportunidades en otras partes?

A mi no me gusta la visión idílica de un mundo sin migraciones. No me agrada. De todos modos no es realista, no es viable. Las migraciones son parte definitoria del proceso social, cultural y económico de los últimos siglos. Primero la gran migración del campo a las ciudades. Hoy la gran migración del tercer mundo al primero.

Lo que hay que erradicar es que la migración –mejor dicho la inserción en el mercado internacional de trabajo- sea forzada. Tiene que ser una opción – y a esta opción habría que apostar porque fomenta el desarrollo del país, como ilustra el informe del PNUD y también el debate en Encuentros (www.encuentrsoenelfaro.net). Pero debe haber también la opción de quedarse, deben crearse oportunidades a nivel nacional y local. Y nuevamente, el informe da pistas como esto puede ser resultado de un proceso de retroalimentación causado por la misma migración.

Y sobre todo hay que erradicar los efectos negativos. Pero nuevamente: La desintegración familiar no se supera diciendo a los hombres que se queden, aunque sea sin trabajo. Se supera conquistando para los salvadoreños que trabajan en Estados Unidos, ya con cierta estabilidad legal y laboral, que puedan llevarse a su esposa y a sus hijos.

Sólo apostando a la migración –al derecho de participar en el mercado internacional de trabajo- los problemas planteados por la migración ilegal tienen soluciones.

Si la migración que hasta ahora se efectúa de manera ilegal, con altísimos costos para las familias y para la sociedad, es tan productiva para el país, como comprueba el estudio entregado por el PNUD, ¿no se potenciaría esta productividad si apostamos –como nación, como estado, como sociedad- a esta forma de inserción en la globalización?

Imagínese que todos los que se vayan a trabajar a Estados Unidos (o Europa) sepan inglés, manejen computación, tengan un oficio cotizable en el primer mundo. No sólo ganarían mejor, tendrían mejores condiciones para integrarse, también tendrían muchísimo más oportunidades de aprender, formarse, desarrollarse profesionalmente y regresar a El Salvador transformados en transformadores.
Los migrantes no son “expulsados”. Hay que dejar de ver el fenómeno así, de manera condescendiente. Son gente que se cotizan en un mercado de trabajo más amplio que el nacional.
Además constituyen “capital” del núcleo familiar que los manda (o los manda a traer desde Estados Unidos). Para las familias, la decisión de invertir miles de dólares en un viaje de un familiar, es una decisión empresarial. Hubieron podido invertir este dinero en algún negocio local –un taxi, un terreno, una pupusería- pero saben que es mejor negocio invertirlo en la exportación de mano de obra.

Si las familias humildes -miles de ellas- hacen esta apuesta, ¿no será mejor que el país también la haga?
(Publicado en El Faro)