lunes, 7 de mayo de 2007

Carta a Ségolène Royal

Estimada Ségolène Royal:

El domingo la vi en la televisión debatir contra Nicolás Zarcozy. Me enamoré de Usted. Sin entender mucho del contenido y sin saber mucho de Francia, dije: esta mujer ganó el debate y perdió las elecciones.

Una mujer que argumenta fuerte, una mujer agresiva, es vista por la mayoría -no solo de hombres sino también de mujeres- como histérica. Una mujer que muestra mucha seguridad, no se deja intimidar, y llega al colmo de proyectar superioridad frente a un contrincante masculino, es vista como arrogante y poco femenina.

Aquí, en el mundo latino, dirían: Esta vieja frustrada, lo que necesita es un hombre que la ponga quieta. De una o de otra manera. Los franceses son más educados, pero no menos machistas. 53 % prefirieron votar por un caballero que por una mujer histérica, por muy buena que haya sido en el debate. Este señor los convenció: conocido y criticado como demasiado agresivo, tajante, incluso prepotente, en el momento decisivo –ante las cámaras del último debate visto por toda la nación francesa- supo ser caballero, supo aguantar con calma, con una sonrisa y caballerosidad las embestidas de una mujer histérica. Aunque la sonrisa por veces pareció un poco tonta, aunque se quedó un poco corto de argumentos, pasó la prueba de carácter. No tiene demasiado. Apto para presidente. Ella, no.

Querida Ségolène, la felicito. Hay quienes dicen que si usted hubiera hecho toda la campaña con esta postura de carácter, con esta claridad de argumentos, con esta seguridad de si misma, tal vez hubiera ganado. Quien sabe. Me imagino que era imposible para usted hacer una campaña diferente. Pero en el último momento, el de la verdad, usted tuvo el valor de escaparse del control de sus asesores de imagen, de romper el patrón de la mujer que es casi tan caballerosa como un hombre, de no esconder su superioridad intelectual y ética. Me imagino que usted ya sabía que de todos modos –aunque portándose bien- iba a perder. La felicito por este exabrupto de honestidad e inteligencia en medio de campañas previsibles.

Atentamente, su admirador Paolo

Posdata para las mujeres que en El Salvador están siendo mencionadas como presidenciables: piénsenlo bien. O están dispuestas –y tienen suficiente apoyo- para ir con todo y desde el principio, o mejor no se metan. Si no, que les cuente Ségolène.
(Publicado en El Faro)