sábado, 26 de abril de 2008

La propuesta indecente

A esta altura de la coyuntura electoral es una frivolidad proponer cambiar las reglas del juego. Es inadmisible hacer arreglos al Código Electoral que corresponden a coyunturas específicas y correlaciones de fuerzas determinadas.

Según ARENA y el PCN era una maniobra genial prohibir la doble candidatura (correr para la presidencia y la alcaldía al mismo tiempo), para evitar que Will Salgado se anime a entrar en la contienda presidencial. Sin embargo, decretar una ley con dedicatoria a una sola persona es una bayuncada, sea quien sea esta persona.

Resulta que Will Salgado no es santo de mi devoción y que yo no lo quiero ver ni cerca de casa Presidencial, pero esto no significa que haya que hacer una ley específica para dificultarle la decisión de lanzarse a la candidatura presidencial.

Entonces, urge revertir este abuso legislativo. Urge abolir la ley Salgado. Poner las cosas como estaban antes de la intervención manipulativa contra Salgado. E inmediatamente después, cerrar la tienda: ningún manoseo más a las reglas del juego. Ninguna reforma electoral más hasta después de las elecciones.

No puede ser que durante años los partidos se olvidaron de la reforma electoral, incluyendo de las reformas que teóricamente todo el mundo apoya (reformas al TSE, voto domiciliario, voto en el exterior, ley de partidos políticos, ley de financiamiento de campañas, etc.) y en la recta final quieren hacer cambios de última hora, porque fulano quiere ser candidato, porque tal coalición, porque así puedo joder al otro...

Ahora el PCN tiene otra idea brillante: cambiar la ley para que pueden pactar una coalición, pero al mismo tiempo aparentar que van solos. Camas separadas, y si me gusta lo que veo, juntarlas. Campañas separadas, y si los números dan, sumarlas.

La maniobra de las manitas chucas: ir con su propia bandera y su propio candidato (lo mejor sería que fuera Will Salgado si se dejara, pero resulta que hasta para Will Salgado es demasiado desconfiable el PCN), y después vender los votos obtenidos al socio grande.

Tener el beneficio de tener candidatura y bandera propias y así jalar votos para diputados y alcaldes. Y al mismo tiempo obtener los beneficios de ser parte de la coalición que va a repartir instituciones, privilegios, cargos, oportunidades para robar...

Rodrigo Ávila, si quiere convencer a un electorado muy escéptico de que él es el candidato de la institucionalidad, debería rechazar esta propuesta indecente inmediatamente. Aunque parece a primera vista una propuesta para favorecer su candidatura, en realidad es una trampa para hacerle perder credibilidad antes de empezar de hablar.

(Publicado en El Diario de Hoy, Observatorio Electoral)