jueves, 14 de enero de 2010

Columna transversal: La regañada de un gurú

Al fin vino un gurú para decirles la verdad a los dirigentes de la derecha partidaria y económica: O cambian la distribución de las riquezas en el país, o ponen en peligro la democracia. O se convierten en motor de las reformas necesarias al sistema social, institucional y político del país, o vendrán otros para imponer un sistema diferente.

No es que nadie haya dicho esto antes. Pero nadie escuchó. Por lo menos no mientras la derecha estaba en el poder. Todo siguió igual en los centros de mando de ARENA, de ANEP, de la Cámara de Comercio, hasta después del descalabro electoral de marzo de 2009.

Hoy cuando vino a El Salvador el politólogo Francis Fukuyama, de la Universidad John Hopkins de Washington, autor del famoso y polémico libro "¿El fin de la historia?", estaban dadas la condiciones para que el mensaje llegue y sea entendido y atendido.

El mensaje que el doctor Francis Fukuyama expuso en El Salvador no es nuevo. Lo nuevo es que proviene de la boca de alguien que se ha hecho famoso como teórico del neoconservadurismo, en lo político, y del neoliberalismo, en lo económico.

Fukuyama dijo a la élite académica, económica y política de El Salvador, que el principal peligro para la democracia en América Latina proviene del hecho que los beneficios del crecimiento económico --tan exitosamente provocados por las políticas de apertura económica en toda América Latina-- y de la institucionalización de la democracia, no han llegado equitativamente a las mayorías empobrecidas.

Esto no significa, como quieren decirnos los abogados de nuevos experimentos socialistas, como Hugo Chávez, Rafael Correa y el FMLN, que haya fracasado la estrategia del crecimiento. Pero sí ha fracasado la teoría del derrame, que decía que al lograr suficiente crecimiento, automáticamente los beneficios iban a derramarse sobre toda la sociedad y resolver el problema de la pobreza. La economía puede producir el derrame. Pero se requiere de voluntades y acciones políticas --del empresariado y del Estado-- para que produzcan más equidad.

Fukuyama vino a decirnos que para reducir la inequidad y la pobreza y así fortalecer e inmunizar la democracia se necesita un Estado y un empresariado que asuman en serio la responsabilidad social. Esto incluye un pacto fiscal que garantice que tanto los impuestos como los gastos del Estado son dirigidos a reducir la brecha social.

Posiblemente algunos de los dirigentes empresariales que se encontraban en el auditorio, donde Francis Fukuyama expuso sus opiniones a invitación de Fusades y Fundemas, no se habían percatado que el famoso politólogo últimamente se había desmarcado de los neoconservadores como Cheney, Wolfowitz, Rumsfeld y Bush. Vi varias caras bien alegres mientras Fukuyama fustigaba como obsoletos los regímenes autoritarios de China, Venezuela y Cuba. Pero vi las mismas caras un poco asustadas, cuando el invitado les dijo que regímenes como el de Hugo Chávez o Evo Morales existen porque los empresarios de América Latina no han tenido la voluntad de corregir la pésima distribución de la riqueza en sus países.

Tengo la sospecha que no es casualidad que Francis Fukuyama entró al auditorio flanqueado por Alfredo Cristiani, Roberto Murray Meza y Antonio Cabrales. Lo más seguro es que ellos trajeron a Fukuyama para que entregara a la élite económica y política del país precisamente este mensaje: O cambian de visión, o ponen en peligro la democracia alcanzada con los Acuerdos de Paz y su implementación exitosa. O asumen políticas tendientes a corregir las inequidades existentes y reducir la pobreza, o serán desplazados por movimientos populistas al estilo chavista.

Trajeron a Fukuyama en el momento adecuado. Si lo hubieran traído antes de las elecciones de 2009, su mensaje hubiera caído en saco roto, como todos los llamados de atención y advertencia que muchos hicimos y que una dirigencia arenera sorda desatendió sistemáticamente. Hoy el mismo mensaje, reforzado por la figura y la calidad académica de Fukuyama, encuentra oídos abiertos tanto en ARENA como en ANEP, porque --al fin-- ambos ya iniciaron su difícil tránsito hacía la renovación de sus liderazgos y sus visiones.

(El Diario de Hoy)