jueves, 11 de septiembre de 2008

Managua, 25 años después


Me tocó trabajar en Managua en los años 80. “No es una ciudad, es un potero con semáforos”, me dijo mi amigo Hernán Vera, cineasta venezolano, después redactor y editorialista de Radio Venceremos, hoy nuevamente cineasta.

Todavía es un potrero, ahora con más semáforos. Managua ha cambiado. Han construido gasolineras y centros comerciales por todas partes. Pero sigue sin tener centro. Desde el terremoto que destruyó Managua, han pasado 36 años, y ningún gobierno --de ningún color-- ha reconstruido el centro. ¡En 36 años!

Aun hay escombros, sólo que sirven de material para viviendas precarias que ya tienen más de 30 años de ser provisionales. En algunos de los cientos de predios baldíos --cuadras enteras donde antes funcionaba el comercio-- han hecho algunos parques, pero la mayoría sigue sirviendo para botar basura o para amarrar burros, caballos y vacas.

Hoy almorcé con un amigo que durante el primer gobierno sandinista fue alto funcionario en uno de los ministerios claves para la obra social. Le pregunté cómo es posible que Managua sigue igual, que la gente vive en igual pobreza, que no se ha reconstruido ni la capital destruido por el terremoto del 1972 ni el tejido social destruido por dictaduras, revoluciones y contrarrevoluciones. Me dijo “Porque ninguno de los últimos gobiernos --y tampoco el actual de Daniel Ortega-- ha trabajado para resolver los problemas sociales de la gente. Todos han trabajado para su gente, para sus respectivos partidarios.”

Otro amigo nicaragüense, Carlos Fernando Chamorro, ex director de Barricada, el entonces órgano oficial del Frente Sandinista, hoy me cuenta que está en una lucha por defender la libertad de prensa y de expresión contra el intento del “sandinista” Daniel Ortega de callar las voces críticas a su gobierno. Ayer me contó lo mismo el redactor jefe de La Prensa. El hecho que me lo dicen dos de los periodistas más destacados de Nicaragua, uno de derecha y uno de izquierda, demuestra lo serio que es el conflicto entre medios de comunicación independientes y gobierno. Y demuestra otra cosa: Este no es un pleito entre izquierda y derecha, como muchos lo quieren pintar: El FSLN de Daniel Ortega como exponente de la izquierda latinoamericana, sus detractores aliados o instrumentos de la oligarquía y del imperialismo norteamericano.

En Nicaragua, la gente decente de izquierda y de derecha está enfrentándose conjuntamente a un grupo que quiere perpetuarse en el poder político para adquirir hegemonía como grupo económico.

Cuando llegué a Nicaragua en los años 80, Ernesto Cardenal fue el símbolo de una revolución que incorporaba lo mejor del catolicismo, la poesía, la capacidad crítica de los intelectuales. Hoy Daniel Ortega tiene un pacto con lo peor y más corrupto del catolicismo nicaragüense y está al punto de meter preso al cura-poeta-intelectual Ernesto Cardenal. Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega y responsable de las políticas de cultura y comunicación del gobierno, tilda de “ignorantes” a los escritores cubanos y los intelectuales de toda la izquierda latinoamericana que se han solidarizado con Ernesto Cardenal en su conflicto con la pareja presidencial.
El verdadero pecado de Ernesto Cardenal es que no se calla. Usa su enorme prestigio y su autoridad moral para decir que este gobierno no es revolucionario sino corrupto.

Rosario Murillo armó berrinche no sólo con los hermanos Mejía Godoy, Ernesto Cardenal, Carlos Fernando Chamorro y otros símbolos de los valores sandinistas, sino también con Celia Hart, hija de dos de los símbolos de la revolución cubana y amigos personales de Fidel Castro y Ernesto Guevera, Haydée Santamaría y Armando Hart. Por criticar a Daniel Ortega, le negaron la visa de entrada a Nicaragua.

¿Qué cosa terrible ha escrito Celia Hart para que Daniel Ortega le niega la entrad al país a una amiga de Fidel? Escribió esto sobre la política de unidad nacional (léase el pacto Daniel Ortega-Arnoldo Alemán) del FSLN: “Como nos dijo Ernesto Cardenal: ¿Unidad entre pobres siguiendo como pobres y los ricos como ricos? ¿Es esa la unidad que necesita Nicaragua? ¿Hay ley de punto final a los corruptos de Arnoldo Alemán y los contras?”

Quiere decir, no sólo defendió a Ernesto Cardenal contra los ataques de Ortega y Murillo, sino acusó a los acusadores. De repente, en la visión de Celia Hart, que lastimosamente murió esta semana en un accidente automovilístico en La Habana, los que gritan “ladrón”, son los ladrones. Y los que gritan “traidor”, resultan los traidores.

Me quedaré un rato en Managua porque me encantan los nicas. Y para entender y poder explicar todas estas paradojas que encuentro al regresar después de 25 años.

(Publicado en El Diario de Hoy)