viernes, 19 de septiembre de 2008

Obama, el mal menor y con más contrapesos

No aguanto la idea de que el patriotismo reaccionario e hipócrita de los republicanos salga triunfante y se convierta, por otros 8 años más, en el discurso oficial de Washington.

Por otra parte, no soporto que los políticos me sermoneen, como lo hace insistentemente Barack Obama. Es más, encuentro peligroso el tipo de liderazgo que ofrece: el misionario visionario. O el visionario en misión de salvar al mundo.

Sin embargo, si hay una especie que me inspira aun más desconfianza que los líderes en misión, como Obama, son los héroes. La manera cómo en Minnesota, ante los miles de rednecks en la convención republicana, presentaron a John McCain como el héroe que va a salvar la patria y la civilización, me aterra.

Y cuando Sara Palin, quien por su historia personal me parecía una selección genial por parte de McCain para desconcertar a sus adversarios demócratas, comenzó a hablar de política exterior y seguridad nacional, llegué a una doble conclusión horripilante: Primero que esta mujer es auténticamente reaccionaria, mucho más que John McCain, quien tenía muchas posiciones liberales antes de ser candidato; y segundo que esta pareja bien puede ganar las elecciones en un país tan profundamente conservador y confundido en sus valores como Estados Unidos.

Ambos, Obama y McCain, hablan demasiado de liderazgo. Los ejércitos, las empresas, los equipos de fútbol necesitan líderes fuertes, para cumplir su propósito específico. Las sociedades democráticas, que por definición son plurales, donde cada sector tiene propósitos propios, no necesitan líderes. La sociedad plural no necesita que alguien la lidere en ninguna dirección, sino necesita gobernantes que sepan administrar, concertar, buscar coincidencias y respetar divergencias. El Estado necesita personajes que sepan garantizar, no un rumbo común, sino que cada uno pueda buscar su propio rumbo.

Estados Unidos es un país en crisis. En tiempos de crisis, siempre existe la tentación de buscar líderes, autoridad, rumbo común. Obama y McCain --por esto los dos no me gustan-- ofrecen esto, cada uno de su manera. Detrás del sermón sobre el cambio, así como de la prédica patriótica, hay una concepción autoritaria de la política.

En esta situación, los norteamericanos van a tener que votar por los partidos, no por las personas. En contra de toda la manera como se proyecta esta carrera electoral como un enfrentamiento entre personalidades. Obama tiene detrás de si un partido con un gran potencial liberal y democrático, un partido mucho más plural, pensante, multicolor, multicultural que el Partido Republicano. Los demócratas –y su variedad de liderzazos-- se van a encargar de mantener a un presidente Obama con los pies en la tierra. El pragmatismo y pluralismo tienen mucho peso entre los Demócratas, tal vez suficiente para hacerle contrapeso a un presidente Obama con tendencias de sentirse dueño de la verdad y de la brújula...

En otras palabras, para las locuras y fallas de Obama, hay antidote. El Partido Demócrata no refuerza sino contrarresta las tendencias radicales, autoritarias y mesiánicas de su candidato.

En el caso de los republicanos, es al revés. Ahí el partido empujaría a John McCain, quien en el fondo no es tan radical y conservador como su actual discurso, hacía un patriotismo ciego. La beligerancia religiosa y reaccionaria de las bases republicanos, expresada fielmente en Sara Palin, empujaría a un presidente McCain hacía políticas peligrosas para el pluralismo democrático en Estados Unidos, y para la seguridad a nivel global.

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