Ahora entiendo la urgencia suya de obligar a los hondureños a restituir a Manuel Zelaya en la presidencia. Ahora entiendo que haciendo estos grandes discursos contra ‘el gorilazo’ estaba actuando en defensa propia. Preventivamente, porque ya sabía que usted iba a ser el próximo presidente del ALBA que haría un autogolpe contra la Constitución y así provocaría el peligro que lo derrocaran.
Ya dio el autogolpe, usando el control que tiene sobre la Corte Suprema. Usted ordenó a sus magistrados a declarar ‘inaplicable’ el artículo de la Constitución que prohíbe la reelección presidencial. Así de fácil.
Escogió bien el tiempo. Botó la constitución nicaragüense en el momento del rechazo mundial a la manera cómo los militares hondureños han sacado del país a Zelaya.
Muy astuto, comandante. Porque nadie sabe mejor que usted que en el ejército nicaragüense hay muchos sandinistas fieles a los ideales que usted ya traicionó: los ideales formados en la larga lucha contra el somocismo, o sea contra una familia que se hizo dueña del Estado del país. Cosa que ahora hace el clan Ortega.
A mi no me extrañaría por nada si los verdaderos sandinistas que están al mando del ejército y de la policía nicaragüenses, le sacaran de la residencia para restituir el orden democrático.
Y usted lo sabe. Por eso era tan importante para usted toda esta campaña internacional que hizo con Chávez, Insulza y Lula contra la destitución de su amigo Zelaya.
Ojala que los viejos luchadores sandinistas todavía tengan los huevos que mostraron cuando se trataba de enfrentar a Somoza y después a Ronald Reagan.
Le recomiendo, comandante, que a partir de ahora, aunque se moleste la Chayo, no duerma en pijamas, sino con las botas puestas.
Saludos, Paolo Lüers
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