El próximo lunes el presidente de la República al fin anunciará de qué forma ha decidido emplear la Fuerza Armada en el combate a la delincuencia.
Que bueno. Felicidades. Como escribe hoy (ayer) Joaquín Samayoa en este espacio observador, “el país no puede darse el lujo de no aprovechar los recursos de la Fuerza Armada para el combate contra la delincuencia.”
Es un paso importante. Ojalá que no sea un paso en falso o al vacío. Ojalá que lo que anuncie el presidente el lunes sea al fin un plan integral de combate a la violencia, las pandillas y el crimen organizado.
Sin que el gobierno haya diseñado una estrategia para el combate al crimen organizado y pandillero, que incluya un sistema carcelario seguro, fuera del control de las maras, una recomposición radical del gabinete de seguridad y una efectiva focalización de las fuerzas policiales, no tiene ningún sentido meter en este negocio a la Fuerza Armada.
Cualquiera que quiere poner a miles de efectivos del ejército y otros recursos de la Fuerza Armada bajo el mando de las actuales autoridades de seguridad y en función de un plan improvisado, está atentando contra la Seguridad pública - y contra las Fuerzas Armadas.
Sería como tratar de llenar un saco roto. Si el problema de este gabinete de Seguridad es que no tiene ni liderazgo ni tiene plan, ¿cómo darles adicionalmente el mando sobre la mitad del ejército?
Estoy de acuerdo: Hay que pensar en cómo emplear la Fuerza Armada en el combate a las pandillas y al crimen organizado. Pero en serio. No para aumentar las patrullas conjuntas que no resuelven nada. Eso sería más de lo mismo que no sirve.
Si metemos a la Fuerza Armada, metamos a la Fuerza Armada como institución, con su capacidad operacional y de inteligencia, no prestándole soldaditos al ministro de Seguridad. El verdadero potencial de la Fuerza Armada no reside en su capacidad de prestar hombres para el patrullaje, sino en sus unidades de inteligencia. El potencial de la institución militar reside en su capacidad operacional de ocupar y mantener bajo control permanente los territorios que actualmente están fuera del control estatal y cuya población de hecho está obligada a reconocer a las maras como autoridad real. Nuestra policía no está diseñada para esta tarea. Incursiona y se retira. El ejército está diseñado para ocupar y controlar.
El aporte potencial de la Fuerza Armada incluye otras medidas que hasta ahora nadie ha discutido en público: por ejemplo, tomar control de las cárceles y establecer en ellas un régimen de seguridad y disciplina, donde nadie puede seguir delinquiendo, donde las pandillas pierden el poder y control sobre sus integrantes, y donde la pena se vuelva a percibir como castigo y como medida persuasiva.
Pero ojo: Para meter la Fuerza Armada, hay que tener visión - y coraje. Requiere que el presidente tenga la audacia de declarar al país en estado de emergencia y de decretar que la Fuerza Armada temporalmente opere en coordinación con la PNC.
El problema: ¿Bajo el mando de quién? No puede ser bajo el mando del ministro Manuel Melgar y los actuales directores de la PNC. No pueden con la policía, ¿cómo darles adicionalmente control de recursos y tropas militares? Primero de todo, el presidente tiene que reestructurar su gabinete en el área seguridad, y esto incluye a las personalidades que equivocadamente ha puesto a dirigir instituciones tan sensibles como el sistema carcelario, el Consejo Nacional de Seguridad Pública y la academia policial.
Para que su decisión de comprometer a la Fuerza Armada en el combate a la delincuencia sea eficiente, el presidente de la República tiene que definir con precisión y transparencia las nuevas competencias del alto mando militar para que este, bajo la supervisión del presidente, dirija a su personal y sus recursos en todas las operaciones de la Fuerza Armada en el marco de Seguridad. En coordinación con el ministerio y la dirección de la PNC, pero supeditados a su conducción.
Sería una decisión seria, con consecuencias serias. Una decisión que requiere la declaración oficial de un estado de emergencia, y la implementación de mecanismos de control parlamentario que esto significa. Yo agregaría aun más: Requiere, para tener éxito, un acuerdo nacional entre todos los partidos. Si el presidente plantea la propuesta así, no habrá partido que le niegue el apoyo. Pero eso sí, van a querer ver un plan y gente idónea para ejecutarlo.
(El Diario de Hoy)
Que bueno. Felicidades. Como escribe hoy (ayer) Joaquín Samayoa en este espacio observador, “el país no puede darse el lujo de no aprovechar los recursos de la Fuerza Armada para el combate contra la delincuencia.”
Es un paso importante. Ojalá que no sea un paso en falso o al vacío. Ojalá que lo que anuncie el presidente el lunes sea al fin un plan integral de combate a la violencia, las pandillas y el crimen organizado.
Sin que el gobierno haya diseñado una estrategia para el combate al crimen organizado y pandillero, que incluya un sistema carcelario seguro, fuera del control de las maras, una recomposición radical del gabinete de seguridad y una efectiva focalización de las fuerzas policiales, no tiene ningún sentido meter en este negocio a la Fuerza Armada.
Cualquiera que quiere poner a miles de efectivos del ejército y otros recursos de la Fuerza Armada bajo el mando de las actuales autoridades de seguridad y en función de un plan improvisado, está atentando contra la Seguridad pública - y contra las Fuerzas Armadas.
Sería como tratar de llenar un saco roto. Si el problema de este gabinete de Seguridad es que no tiene ni liderazgo ni tiene plan, ¿cómo darles adicionalmente el mando sobre la mitad del ejército?
Estoy de acuerdo: Hay que pensar en cómo emplear la Fuerza Armada en el combate a las pandillas y al crimen organizado. Pero en serio. No para aumentar las patrullas conjuntas que no resuelven nada. Eso sería más de lo mismo que no sirve.
Si metemos a la Fuerza Armada, metamos a la Fuerza Armada como institución, con su capacidad operacional y de inteligencia, no prestándole soldaditos al ministro de Seguridad. El verdadero potencial de la Fuerza Armada no reside en su capacidad de prestar hombres para el patrullaje, sino en sus unidades de inteligencia. El potencial de la institución militar reside en su capacidad operacional de ocupar y mantener bajo control permanente los territorios que actualmente están fuera del control estatal y cuya población de hecho está obligada a reconocer a las maras como autoridad real. Nuestra policía no está diseñada para esta tarea. Incursiona y se retira. El ejército está diseñado para ocupar y controlar.
El aporte potencial de la Fuerza Armada incluye otras medidas que hasta ahora nadie ha discutido en público: por ejemplo, tomar control de las cárceles y establecer en ellas un régimen de seguridad y disciplina, donde nadie puede seguir delinquiendo, donde las pandillas pierden el poder y control sobre sus integrantes, y donde la pena se vuelva a percibir como castigo y como medida persuasiva.
Pero ojo: Para meter la Fuerza Armada, hay que tener visión - y coraje. Requiere que el presidente tenga la audacia de declarar al país en estado de emergencia y de decretar que la Fuerza Armada temporalmente opere en coordinación con la PNC.
El problema: ¿Bajo el mando de quién? No puede ser bajo el mando del ministro Manuel Melgar y los actuales directores de la PNC. No pueden con la policía, ¿cómo darles adicionalmente control de recursos y tropas militares? Primero de todo, el presidente tiene que reestructurar su gabinete en el área seguridad, y esto incluye a las personalidades que equivocadamente ha puesto a dirigir instituciones tan sensibles como el sistema carcelario, el Consejo Nacional de Seguridad Pública y la academia policial.
Para que su decisión de comprometer a la Fuerza Armada en el combate a la delincuencia sea eficiente, el presidente de la República tiene que definir con precisión y transparencia las nuevas competencias del alto mando militar para que este, bajo la supervisión del presidente, dirija a su personal y sus recursos en todas las operaciones de la Fuerza Armada en el marco de Seguridad. En coordinación con el ministerio y la dirección de la PNC, pero supeditados a su conducción.
Sería una decisión seria, con consecuencias serias. Una decisión que requiere la declaración oficial de un estado de emergencia, y la implementación de mecanismos de control parlamentario que esto significa. Yo agregaría aun más: Requiere, para tener éxito, un acuerdo nacional entre todos los partidos. Si el presidente plantea la propuesta así, no habrá partido que le niegue el apoyo. Pero eso sí, van a querer ver un plan y gente idónea para ejecutarlo.
(El Diario de Hoy)