Su santidad, estimado paisano Joseph Alois Ratzinger:
Le escribo desde San Salvador. Aunque soy paisano suyo, aquí vivo desde el año 1981.
Entiendo que usted tiene en sus manos decidir sobre la santificación de Oscar Arnulfo Romero. Yo no me quiero meter en asuntos de la Iglesia, mucho menos en asuntos de santos, cosa que no logro entender.
Personalmente no tengo mucho uso para santos, ni para mártires ni para héroes. Así que a mi me da igual si ustedes lo declaran santo a Romero. Es un asunto interno de su Iglesia...
La izquierda radical convirtió a Romero en icono de su revolución. Ponen su silueta a la par de la del Che Guevara, y en El Salvador, su foto a la par de un señor llamado Schafick Handal quien en vida fuera secretario general del Partido Comunista.
Yo a Oscar Arnulfo Romero le hubiera dado un premio Nobel de Paz. Como esto no se dio, sería bueno que usted, como autoridad moral, le diera un reconocimiento público como ciudadano ejemplar, como un hombre con coraje civil ante el poder y ante el miedo.
Después pueden ver con calma lo del santo de la Iglesia y cómo reaccionan ante el hecho que ya otra ‘religión’ lo adaptó como santo de devoción.
A ver cuándo nos visita para ver con sus propios ojos cómo están usando para dividir la imagen de un ciudadano y líder que luchó por la reconciliación.
Respetuosamente, Paolo Lüers
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