lunes, 2 de junio de 2014

Dos discursos y un presidente que los tendrá que conciliar

El primer discurso del presidente Salvador Sánchez Cerén fue mucho menos pretencioso que el de Mauricio Funes hace 5 años, cuando tomó posesión de su cargo presidencial. Gracias a Dios. Ya sabemos que pasó con estas palabras grandilocuentes y ambiciosas, con los cuales el 1 de junio 2009 sembró esperanzas en sectores mucho más allá de su partido, solo para luego, durante sus 5 año de gobierno, defraudarlas una por una.

El recién investido presidente decidió no encargar a nadie de sus propagandistas un super discurso, sino prefirió decir palabras que todo el país puede reconocer auténticas de él. Al fin, luego de tres impostores de estadista, un presidente que parece decir lo que es, y ser lo que dice. Enhorabuena.

Sánchez Cerén dijo en la feria: "Ejerceré la presidencia con austeridad, eficiencia y transparencia. Los recursos del pueblo son sagrados. No más corrupción". Aunque el Nuevo presidente, en varias ocasiones expresó palabras de solidaridad con su antecesor Mauricio Funes, sobre todo en el contexto de la muerte de su madre, todos entendemos que no solo estaba tirando indirectas a los gobiernos de ARENA sino sobre todo al que acaba de terminar su turno. En este mismo contexto se entiende el énfasis en esta frase: "Recibo con humildad y respeto la banda presidencial.” Bueno, esto no es con Flores, es con Funes. Continuidad de los cambios suena bien, pero Sánchez Cerén quiere que no lo confundamos con Funes.

En su discurso repitió como seis veces la frase central del discurso inaugural: “Solo unidos crecemos todos”. Y cada vez estaba dirigida a diferentes audiencias. Es evidente: Sánchez Cerén quiere (mas bien está convencido que necesita) que la oposición, los empresarios, los funcionarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario (durante décadas sinónimos de enemigo para el FMLN) escuchen este mensaje. Y al mismo tiempo, y por esto lo repitió tantas veces, el éxito de su presidencia depende de que su partido entienda este mensaje: Contra y sin el sector privado no podemos crecer. Y sin crecer, nuestro gobierno fracasará. Otra manera de decir al país: Se terminó esta estúpida confrontación del gobierno con los inversionistas.

Quiero resaltar otra sorpresa positiva en sus discurso: Inmediatamente después de hablar del honor que se debe a los miles de combatientes y civiles que dejaron su vida en la lucha contra la dictadura, el ex-comandante Leonel, casi cortando el frenético aplauso de su barra militante en el acto de inauguración, dijo lo mismo sobre los solados y oficiales que murieron en la guerra civil cumpliendo la misión de defensa del estado. Esta frase causó más bien silencia entre sus seguidores – pero el presidente la dijo sabiendo que así será.

En general: un discurso en tono de un hombre que sabe que necesita dialogar y buscar entendimientos del otro lado de la frontera ideológica todavía bien marcada por su propio partido -y por él mismo, pero que está dispuesto a cruzar esta frontera y a pagar un el costo político interno que esto implique.

Ya en la tarde apareció otro Salvador Sánchez Cerén, que ya no habla del honor que se debe a guerrilleros y soldados, sino solamente de “los héroes caídos en la lucha del pueblo”; que habla de Fidel Castro y Hugo Chávez como ejemplos; que ya no habla que va a trabajar para cumplir con el mandato del partido FMLN. Habla el comandante Leonel casi pidiendo perdón por el discurso aguado de la mañana.

Es obvio que el presidente Sánchez Cerén, que se presentó a la nación en la mañana con un discurso de unidad y conciliación, y el militante del FMLN y comandante Leonel, que se presentó en la tarde a una plaza llena de banderas rojas, son dos personajes que van a chocar a la hora de enfrentar los problemas del país. Pareció que el mismo Salvador Sánchez Cerén, al terminar su discurso en Plaza Barrios, se dio cuenta de este dilema. Por esto cerró el discurso con una llamado fuerte a la militancia de entender que como presidente tiene que buscar el entendimiento con el resto del país, con esta mayoría que no votó por el FMLN, que no adora a Fidel Castro ni a Hugo Chávez. Así le va a tocar al presidente, si quiere que el país progrese: tendrá que rogar a su propio partido, muy anclado en su tradición de lucha revolucionaria, antiimperialista y anticapitalista, a entender que él como presidente tiene que buscar entendimientos con ARENA, con los empresarios, y hasta con los más odiados: los intelectuales de izquierda no partidaria, independientes y críticos.

Si Salvador Sánchez Cerén, el presidente, se sabe imponer a Leonel, el comandante amigo de Fidel, Ortega, Chávez y Schafik, este gobierno puede funcionar mucho mejor que el de Mauricio Funes. O mejor dicho: No imponer, si este hombre sabe abrir el camino para que su partido realmente cambie y se comprometa con la democracia, puede ser que su gobierno resulte un paso necesario para la democracia salvadoreña y su  sistema de alternancia pacífica. Pero ojo: el partido, en palabras de Medardo González, ya le estaba contestando al presidente Sánchez Cerén, acordándole (tal vez incluso reclamándole) que al mando del proceso de cambios va a el partido.
(El Diario de Hoy)